Editorial
Sin tiempo que perder
Paraguay estrena presidente de la República. El nuevo mandatario se encuentra en el ojo de la ciudadanía –también en el plano internacional– que será la principal observadora de su gestión y estará atenta a que cumpla todas las promesas que hizo tanto durante su campaña electoral como en su primer mensaje al frente del Ejecutivo. Santiago Peña se convirtió en el jefe de Estado número 52; sin embargo, en el día de su asunción al mando una serie de hechos despertó la alerta sobre el destino de la gobernabilidad en este nuevo gobierno.
Autoridades en altos mando de poder quisieron ponerse a la altura en cuanto a protagonismo, casi dejando como actor secundario al mandatario que estaba jurando como número uno del Ejecutivo. Por ejemplo, el titular del Congreso Nacional dio un discurso innecesario de casi diez minutos; luego, el vicepresidente y su esposa no dejaron ni un segundo de permanecer en primeros planos de la ceremonia de traspaso, incluso saliendo del Palacio de Gobierno hacia la Catedral Metropolitana con el mismo modelo de vehículo que el presidente y con la misma pomposidad; sin contar con los recurrentes saludos –en su discurso y en persona– al titular de la Asociación Nacional Republicana (ANR).
Entonces, con esto surge todo tipo de interrogantes, siendo uno de los mayores si las decisiones de Estado serán tomadas e impartidas por Peña o bien tendrán su validación por parte del presidente del Partido Colorado. No es sano para el gobierno que empieza esta demostración de puja por el poder, los actores deben mostrar en este momento ecuanimidad y apoyo para con el primero del Ejecutivo.
Al presidente de la República, sin dudas, le esperan muchos retos y desafíos. Hay mucha esperanza depositada en su gestión, la expectativa de un país entero que –literalmente– desea estar mejor tras años de una economía contraída por el paso de una pandemia, tras cifras inflacionarias que mantuvieron a vilo a prácticamente todos los sectores. Deberá gobernar con el peso de esa responsabilidad, de que cualquier paso en falso será señalado y cuestionado. No solamente debe enfrentar altos índices de pobreza, desigualdad e inseguridad, sino que de cara al mundo también debe mostrar apertura, pero el reto más relevante es demostrar que somos un país confiable y “limpiar” la imagen ante aquellos que nos señalaron de corruptos.
El mandatario debe tomar las riendas de un Paraguay que prácticamente recibió agonizante. A decir del cardenal Adalberto Martínez durante la celebración del tedeum, debe cuidar con “celo patriótico” la independencia de la Justicia, combatir el uso de los bienes públicos para intereses particulares y, sobre todo, debe cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional y no dejarse llevar por las presiones –que serán muchas– de parte del partido de lo llevó al poder.
Por el bien de todos los paraguayos, la gestión de Peña debe demostrar firmeza y no quedarse con el discurso técnico. Esa determinación se tiene que ver desde el primer momento ya que –según lo dijo él mismo– no tenemos tiempo que perder.
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