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Editorial

Pobre reino rico

El escenario electoral, en medio de una guerra de bandas delictivas, nos indica que el crimen organizado ha perdido el temor a ser identificado y reprimido, por un lado; y que el Gobierno no tiene voluntad alguna de enfrentar a los responsables y mucho menos de llevar adelante acciones que eviten el actuar a estas matrices criminales en nuestro territorio.

La situación se ha agravado en los últimos 20 años ante la falta de regulación y sanción al financiamiento de campañas proveniente de actividades ilegales, o superiores a los montos establecidos por ley. A lo largo de estos años -y diferentes gobiernos- se ubicaron sus primeros hombres en las estructuras públicas en los diferentes poderes del Estado. Fueron concejales municipales y departamentales primero, para llegar a ser jefes comunales, diputados y senadores de la República, después.

Los diputados y senadores tienen representación e influencia en organismos que son parte del Sistema Judicial y el Ministerio Público. A esto sumamos las campañas gremiales de los abogados del foro, que carecen de control en cuanto a montos y origen de fondos por donde también podrían concretarse acuerdos y alianzas departamentales, generándose espacios seguros o cupos para los grupos que apoyan determinada candidatura al Consejo de la Magistratura.

Posteriormente, el Consejero “electo por el gremio”, en cumplimiento del acuerdo regional, propone a determinados candidatos para las ternas de jueces y fiscales quiénes serán responsables de evitar investigar en ningún caso a los prominentes dueños de las regiones del país, erosionando soberanía a las instituciones. La pérdida de soberanía e imperium nos genera lo que se denomina “espacios vacíos”; estos en términos militares son considerados potenciales campos de batalla, donde los que lo pretendan llevarán adelante la competencia -fuera de la ley, de ser necesario- a objeto de afianzar dominio y control en dicho territorio.

Llevado al ejemplo práctico, esto quiere decir que la competencia por el territorio en el mundo del crimen ya se instaló en Asunción ante la ausencia de instituciones que ejercen el control y regulación de la conducta social y el reproche a las conductas antijurídicas. El Nacional viene advirtiendo de esta situación en varias editoriales, como “Estamos perdiendo la guerra” y “Durmiendo con el enemigo”, sobre los espacios vacíos que se generen por desidia, complicidad o corrupción darán nacimiento a otro orden; a uno cuyas normas se crean y cumplen en un poder paralelo al constitucional, y a disputas por los territorios ingobernados, abandonados por aquellos que, teniendo la responsabilidad, la legitimidad y las facultades y recursos no lo hacen.

Pobre del reino rico con un rey débil; es una reflexión que tiene mas de 2.200 años -cuya autoría corresponde a Aristóteles, filósofo y mentor de Alejandro el Grande-, y que tendría vigencia en la descripción de nuestra realidad nacional.

El Paraguay es un país independiente, rico exponencialmente, con moneda propia, límites fronterizos con los países más grandes de América del Sur y un poder político débil y claudicante; instituciones paralizadas, funcionarios improvisados, inexperientes, que prefieren no meterse en problemas, cuando no recibir sobornos para actuar en algún sentido o directamente para no actuar.

No tenemos gobierno que proponga o anticipe las acciones criminales, que reaccione ante el asesinato en un supermercado, en pleno espacio público, con madres, niños, adultos mayores; un hecho repudiable que se registró en un lugar familiar y que conmocionó al país. No hubo reacción alguna, allanamientos y detenciones dicen los noticieros, pero al domicilio del occiso y detenidos que corresponden al círculo de la víctima en este caso.

Los delincuentes circulan libremente por nuestras ciudades, mezclados con la población. Después del atentado sucedido hace poco más de un año en un concierto en la ciudad de San Bernardino, donde una joven madre perdió la vida; y, tras el último homicidio en el marco de las guerras de organizaciones criminales (a cuadras del domicilio de una anterior víctima de sicariato en barrio Jara), es claro que la infiltración del crimen organizado en nuestros espacios cotidianos es una realidad y esto modifica nuestra misma forma de vivir y de pensar.

Un gobierno puede ser malo, puede tener gente sin aptitudes para ejercer las funciones, podemos criticar lo mal que se hacen las cosas, ¡pero lo que nunca podremos aceptar es que no se hagan!

El peor gobierno no es aquel que no logra los resultados previstos; el peor gobierno es el que renuncia a hacer o intentar siquiera llevar adelante acciones que correspondan a sus fines; no podemos aceptar estar sin gobierno, como estamos hoy.

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