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Editorial

ANR y el Imperio romano

Las elecciones internas, puntualmente las del Partido Colorado, desarrolladas el domingo 18 de diciembre, nos dejan un claro panorama sobre el verdadero objetivo de los candidatos y de las autoridades que están actualmente en el Gobierno que, claramente, está lejos de ser la renovación y el cambio en pro de construir una mejor Nación con ciudadanos orgullosos de sus autoridades. Como ya lo habíamos mencionado en este espacio editorial, el deseo y objetivo de mantenerse en el poder sin saber para qué, o por la simple fórmula “poder x poder” y no “poder para servir” es lo que sigue vigente. Lejos estamos de un gobierno eficiente, eficaz, transparente que tome medidas oportunas y necesarias e incorpore a los mejores ciudadanos para implementar dichos planes programas y proyectos.

Hoy no hay unidad en el Partido Colorado porque no hay objetivos comunes, no hubo sinceridad, ni gestión institucional la cual se dejó de lado por puros personalismos. Hoy tenemos un partido político absolutamente corrompido.

En la antigüedad, la caída del Imperio romano de Occidente –en el año 476 D.C.– se originó por la debilidad en la que Roma se veía cada vez más sumergida tras la sucesión de guerras civiles que casi siempre estallaron debido a las luchas por el poder que se salieron de control. Esa inestabilidad política llevó a que, en un lapso de solo 50 años, se declararan 27 emperadores, casi todos débiles, incompetentes y corruptos. La política romana siempre fue cuestionada por corrupta, pero hacia el final del imperio la situación se desbordó y se olvidaron de la propia Roma.

En Paraguay, los propios dirigentes se olvidaron del Partido Colorado, es clara la falta de idoneidad y de conexión con el pueblo que representan, sin lealtad a los intereses del soberano. Se representan a sí mismos.

El nombramiento como concejero de Itaipú de Arnoldo Wiens, excandidato a la presidencia de la República por Fuerza Republicana, nos demuestra qué tipo de perfiles nos proponían en las urnas. Un candidato que termina aceptando un cargo administrativo como premio consuelo; lo mismo pasó hace cinco años con Santiago Peña, que tras perder en las elecciones fue designado como director de un banco cuyo propietario es el que lo llevó a candidatarse.

Estas urnas no terminan de convencer, la participación fue baja -menos del 50 %-, hubo listas difíciles de encontrar, no hubo control del dinero, las urnas electrónicas complicaron a los votantes a la hora del sufragio, principalmente a las personas de la tercera edad. Estas elecciones no nos dejan una legítima renovación de liderazgo. A todo esto, se sumaron las pésimas designaciones en los cargos, donde primó como criterio a la hora de seleccionar perfiles el oportunismo político, como los compromisos de financiamiento de campañas electorales.

Seguiremos estando lejos de la Gobernanza propuesta hace más de 20 años como búsqueda de una solución a los ingentes problemas actuales de convivencia. Por el contrario, el 2022 nos demostró con mayor certeza que la clase política que hoy toma las decisiones en nombre del pueblo, no piensa en el pueblo, le importa solamente cómo obtener más poder. Si los criterios no mejoran, los vientos del próximo año no se avizoran mejores que los anteriores.

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