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Editorial

La entrega

La inoperancia, tibieza, insensatez y falta de criterio del presidente de la República, Mario Abdo Benítez, para gobernar el país se vieron expuestas desde el primer momento. Sin embargo, ahora que busca tomar la posta, uno no sabe si es lo mejor que pudo hacer o que siga como en sus inicios de gestión, ya que buenos resultados no ha demostrado.

El mandatario tardó casi dos meses en conformar su gabinete con sus principales colaboradores. Cualquiera hubiera pensado que se tomó el tiempo para elegir detenidamente a los mejores hombres, pero todo lo contrario se pudo demostrar al cabo de unos meses cuando salieron a la luz todo tipo de denuncias. Y eso se ratifica al cabo de llegar a los 4 años de gobierno cuando su vicepresidente, Hugo Velázquez, su compañero de “gestión”, es designado significativamente corrupto por los Estados Unidos. ¿El presidente desconocía quién era Velázquez que lo llevó a decidir ser su compañero de fórmula y actualmente su candidato a sucederle en el cargo?

En principio, la economía y finanzas del país eran manejadas por su hermano Benigno López, quien posteriormente lo abandona; Juan Ernesto Villamayor fue ministro del Interior y jefe de Gabinete que, con sus tan cuestionadas decisiones políticas, reflejaron que las elecciones que realizó Abdo no fueron las más indicadas. A esto se suma la crisis sanitaria a causa de la pandemia que dejó, además de miedo, también muertos y altas consecuencias económicas. Un hecho muy notorio de la improvisación se pudo notar cuando, por “ahorrar”, se prefirió la compra de vacunas por el sistema Covax y no pagar un poco más y adquirirlas en forma directa. El resultado fue que los inoculantes nunca llegaron, lo que provocó que el “capitán” Julio Mazzoleni abandonara el barco sin siquiera poder explicar muchas irregularidades que lo embretaban. ¿Pero en realidad fue él, el responsable? ¿Los préstamos contraídos para enfrentar el Covid-19 se destinaron en su totalidad a la causa que generó esa nueva cuenta?

Ante la avalancha de denuncias a sus hombres fuertes y cercanos, el presidente solo procedió a cambiar las fichas, en algunos casos, sin siquiera tomar la decisión de una investigación para esclarecer los hechos, como el caso del acta bilateral con Brasil que fue motivo suficiente para que, tanto Abdo como Velázquez, dejaran el cargo; el “arreglo” de la deuda PDVSA, compras irregulares en Petropar, obras sobrefacturadas en el MOPC, entre muchos otros. Todo ese cúmulo de hechos que han quedado impunes refleja no solo su nula gestión, sino también la ausencia de criterio y expertise.

A pesar de todos los cuestionamientos a su desempeño como jefe de Estado, Abdo decidió postularse a la presidencia de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, lo que lo llevó a descuidar todavía más su función como titular del Poder Ejecutivo, encabezando actos proselitistas en su rol de candidato y operador interno partidario, utilizando información sensible de inteligencia nacional para atacar a su adversario político, abandonando definitivamente el de presidente República.

Entonces, ¿estábamos mejor antes cuando no tomaba decisiones y se desataban crisis y las fuerzas vivas y sectores buscaban soluciones? Esto desgasta lo último de credibilidad de nuestras instituciones a su propio gobierno y deja la duda de si vale la pena que se mantenga hasta el final del mandato o da un paso al costado continuando su carrera electoral partidaria y permite que ciudadanos responsables asuman la conducción del Estado en su reemplazo.

En tanto que toda esa imprudencia a lo largo de estos 4 años hace que el Paraguay sea considerado como “una colonia judicial y moral” de los Estados Unidos, que viene a nuestro propio país tan campante a señalarnos las faltas de grandes actores políticos y autoridades de turno. Tal vez esto se dé por falta de actuación del Ministerio Público, del Poder Judicial; tal vez lo que falte es una postura fuerte y clara de aquí que busque hacer bien las cosas. Pero parece que nada de esto es suficiente para Marito.

Tras la designación de Estados Unidos a Velázquez como “significativamente corrupto”, que algunos consideran “una entrega” del mismo Abdo, lo escuchábamos decir “por el bien de la República y de las instituciones debería dar el paso al costado” a quien él mismo eligió como delfín.

Como uno más de los bochornosos episodios del Gobierno por las reiteradas improvisaciones, lo más probable es que en unas semanas todo este tsunami político quede en el olvido, ya que el presidente en plena campaña electoral se encuentra abocado a buscar y designar un sustituto para la chapa presidencial de Fuerza Republicana. Todo indica que será un ministro en funciones que no fue inscripto durante el periodo habilitado para el efecto, situación que daría pie a nuevas impugnaciones en caso de que los competidores internos “en aras de la paz partidaria” no lo hagan; sí lo podrán hacer los movimientos y partidos que participen de más elecciones generales para la precandidatura a la presidencia de la República.

Considerando todos los antecedentes, es hora de pensar si realmente no es el presidente de República quien debería dar un paso al costado.

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