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Editorial

Libertades sin excepción

Una parte de la población paraguaya sigue celebrando la denominada “fecha feliz”, el 3 de noviembre. Con juegos pirotécnicos, actos recordatorios en varias zonas del país y con las infaltables polcas Colorado y Corazón de Acero, se evocó a un compatriota que gobernó el Paraguay con mano de hierro durante 34 años: el general Alfredo Stroessner Matiauda.

Él, como todo ciudadano paraguayo natural,  fallecido en el extranjero, tiene derecho a tener como última morada la patria donde nació. Este es uno de los derechos fundamentales que hace parte de los derechos inalienables del hombre, reconocidos por nuestra Constitución Nacional y tratados internacionales. Un país que pretende avanzar en la profundización de principios democráticos, que se jacta de respetar plenamente la vigencia efectiva de las libertades civiles y políticas, debe considerar el motivo del porqué los restos de un ex presidente de la República del Paraguay no fueron repatriados aún a su tierra natal.

Ni someramente, las polémicas y los rencores pueden estar por encima de aquella libertad de pensamiento que muchos creyeron perdida, pero que, sin embargo, hoy se cultiva y practica en todos los sectores de nuestra sociedad. Más allá de los prejuicios y de los intereses políticos, se trata de un derecho fundamental: el humano, aunque durante su gobierno no se haya reconocido esto a miles de compatriotas.

Como país democrático se debe proteger la plena vigencia de los derechos humanos, justamente aquello que se defendió enérgicamente durante el gobierno de Stroessner ahora le es negado a un sector de la sociedad, a su propia familia y a la memoria del ex General, el hecho que sus restos descansen en su tierra natal. Es el último – y único – ex presidente de la República del Paraguay cuyos restos no fueron repatriados, por causa de la disconformidad de sectores políticos, los que ayer reclamaban la falta de libertades y derechos humanos,  hoy devenidos a  intolerantes. En 1992, llegaron los restos del doctor Eusebio Ayala y descansan en el Panteón Nacional de los Héroes; asimismo, desde el año 1966, el expresidente Natalicio González, descansa en su Villarrica natal, siendo los que faltaban.

¿Será que no llegó el momento de asumir realidades y que el ex hombre fuerte, el dictador, el ex combatiente de la Guerra del Chaco, un ex Presidente de la República fallecido en tierras lejanas, pero a la vez padre y abuelo deba retornar a casa?

Se debe ser coherente en la construcción de una sociedad respetuosa del disenso y  tolerante. El ciudadano paraguayo Alfredo Stroessner Matiauda gobernó el Paraguay desde el 15 de agosto de 1954 hasta el 3 de febrero de 1989 y más allá de los cuestionamientos que pueden hacerse a su forma autocrática de gobernar el país, sus familiares no pueden aún visitar su tumba en territorio patrio.

No sea que la cobardía, prejuicios, ansias de revancha y venganza están postergando el cierre de una etapa política nacional, que una vez concluida, no será más que una de las tantas convulsionadas épocas que hemos pasado.

Mientras se mantenga esta situación de destierro a los restos de un ex presidente de la República, y una familia de connacionales y los amigos no puedan visitar su tumba ¿podemos denominar al actual proceso de libertades políticas… con excepción?

 

D.D.W.S.

1 Comment

1 Comentario

  1. Líder Amarilla

    15 de noviembre de 2021 at 11:45

    Se debe traer los restos y ponerlo en un ataúd de acero con fuertes rejas y ponerlo en tacumbu por lo menos 500 años .

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