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Editorial

No flexibilicemos los controles

Tras un año y medio de restricciones, con períodos duros de encierro y confinamiento, es natural que hoy, con gran parte de la población ya vacunada con segundas dosis, todos sintamos alivio y queramos volver cuanto antes a las actividades normales.

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. En nuestro país ya se encuentra en circulación la temible variante Delta, por lo tanto, relajar los controles en este momento, pensando que las cifras diarias de fallecimientos han bajado notoriamente, podría ser un gran error.

Países como Francia, Alemania, Estados Unidos y Chile han comenzado a aplicar una tercera dosis de vacunas. El tema ya ha suscitado debate a nivel internacional, pues esta aplicación de refuerzo –dicen los analistas sociales– no hace sino ahondar las inequidades entre países ricos y pobres. Mientras las naciones del primer mundo aseguran por todos los medios la salud de sus habitantes, muchos países, entre los cuales nos encontramos, no han llegado siquiera a completar el ciclo de vacunación con las primeras y segundas dosis.

¿Cuáles son las expectativas de las terceras dosis? Muy simple: garantizar que todo el sistema vuelva a funcionar, que la economía se reactive, que la acción devastadora del virus sea solo un recuerdo. ¿Y nosotros? Como se sabe, solo si el mal es erradicado de todos los lugares del planeta podremos decir que hemos superado la pandemia. Por lo tanto, nuestro gobierno debería desplegar una estrategia inteligente a nivel internacional para gestionar con éxito la provisión de los biológicos que faltan. Hay que completar el plan de vacunación lo más pronto posible, de cara a iniciar cuanto antes una tercera inoculación.

Vemos, por el contrario, que los mecanismos sanitarios siguen siendo insuficientes, que no hay todavía una hoja clara de ruta, que los médicos y enfermeras –principales custodios de la salud pública– siguen reclamando atención a sus justas demandas, que las fronteras aún se abren y cierran con intermitencia, y que el tránsito de personas, tanto por tierra como por aire, continúa afectado.

En los países desarrollados se exige el pase sanitario para participar de cualquier actividad en el espacio público. ¿Qué ocurre en el nuestro? ¿Cuáles son las disposiciones al respecto? ¿Cómo administrar esta delicada cuestión sin caer en excesos discriminatorios? ¿Sabemos si dentro de unos meses los países europeos, por ejemplo, exigirán un certificado de tercera dosis para permitir el ingreso?

En este momento de flexibilización de controles y sensación de libertad, necesitamos estar informados sobre el curso de este proceso. Necesitamos que el gobierno exponga su política sanitaria. Los especialistas han alertado sobre lo prolongado que será salir de esta crisis. No seamos ingenuos, que los números no nos engañen. Exijamos eficacia y transparencia.

 

D.D.W-S.

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