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Editorial

Mala política

La ciudadanía ha sido testigo, esta semana, de la pugna por el poder en torno a la mesa directiva del Congreso Nacional. La elección de su presidente crispó el escenario político, exacerbando las diferencias entre los dos sectores del partido de gobierno que prácticamente monopolizan el Poder Legislativo y que acababan de enfrentarse días antes en las internas para elegir el candidato de la ANR para las próximas elecciones municipales.

De las acciones violatorias de la ley en campaña, de uno y otro lado, se habló ya suficiente. La comidilla de los últimos días se centró en las maniobras y componendas con miras a presidir el Senado, habida cuenta del margen operativo que este cargo permite. Ante el resultado, ambas partes se acusaron mutuamente de los más diversos actos, terminando por generar un espectáculo casi grotesco.

Todo esto ocurría mientras el pueblo paraguayo continuaba debatiéndose entre la crisis económica, acorralado por las necesidades y las deudas, y la peste, que no da tregua. La situación llegó a extremos insospechados cuando en un hospital familiares de pacientes se enfrentaron al personal de blanco, en una espiral de violencia que derivó en lesiones físicas a una médica embarazada que terminó perdiendo su bebé. Una escena como esta solo puede entenderse en un marco de desesperación y desamparo. Sean cuales fueren las causas puntuales de lo sucedido, todos son víctimas.

Los médicos que desde hace más de un año realizan un esfuerzo sobrehumano sin que sus justos reclamos por los recursos necesarios en esta lucha contra el Covid-19 sean atendidos, y quienes pasan sus días y sus noches en carpas precarias o en los alrededores de los hospitales, sin lo más elemental, para estar informados sobre la evolución de sus seres queridos internados y proveer, como se pueda, a la demanda de medicamentos y otros insumos. De más está decir que toda esta gente ha llegado a los límites de la paciencia y la angustia. Huelga agregar que quienes esperan afuera para saber de los suyos, y los que esperan adentro en corredores y sobre sillas maltrechas que se desocupe una cama con la esperanza de sobrevivir, son diariamente violentados en su dignidad humana.

A esto se suma la reciente información de que el Ministerio de Salud Pública ya no posee presupuesto para hacer frente al programa Gasto Cero, que cubría las internaciones de los enfermos de Covid-19 en los sanatorios privados. O sea, tocamos fondo. Sin embargo, esto puede resultar engañoso: desde hace tiempo se nos dice que “el próximo mes será el más crítico”. Y así seguimos, hundiéndonos en un pozo cuya base todavía no conocemos, como para decir que de aquí en adelante comenzamos el camino de salida.

La ciudadanía está consternada. Mientras la clase política se entretiene en peleas domésticas por intereses particulares, el país marcha a la deriva. Necesitamos, urgente, una reformulación de las políticas públicas, especialmente las destinadas a salud y educación. Necesitamos sanear la administración pública, empezando por arriba, con el ejemplo. Necesitamos repensar este país desde los propios cimientos. Así, solo así, podremos exigir conductas éticas en todos los ámbitos y construir una verdadera democracia que garantice los derechos fundamentales a todos los habitantes del Paraguay, ahora y en el futuro.

D.D.W-S

 

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