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Lorraine Ocampos: “Estados Unidos necesita mejorar la percepción ciudadana de su democracia”

Lorraine Ocampos (Gentileza)

Lorraine Ocampos (Gentileza)

La economista paraguaya Lorraine Ocampos residente en Washington y con más de 20 años de trabajo en diseño e implementación de políticas macroeconómicas en los Departamentos del Hemisferio Occidental, África, Oriente Medio y Asia Central del Fondo Monetario Internacional visualiza enormes desafíos para el gobierno de Joe Biden. Ve en el ataque al Capitolio, el 6 de enero pasado, una profunda fractura de la sociedad estadounidense, resultado del desvanecimiento del sueño americano y del crecimiento de la brecha entre los sectores privilegiados y medios que condujeron a un peligroso desencanto con la democracia.

“¿Cuánto de efectiva será la nueva política industrial para aumentar la competitividad y revitalizar la clase media? ¿O no es más que un nuevo proteccionismo a lo Biden? ¿Se lograrán las muy esperadas mejoras en salud y educación? ¿Cuánto de efectiva será la política ambiental para lograr una sustancial reducción en las emisiones de carbono?”, se pregunta la economista principal del FMI con respecto a lo que puede suceder en Estados Unidos en los próximos cuatro años bajo la presidencia del demócrata Joe Biden, que asume el miércoles próximo en medio de un dispositivo de seguridad extremo, luego de los episodios que tuvieron repercusión mundial y mostraron una cara impensable de la democracia estadounidense.

En entrevista con El Nacional, Ocampos –que en los ‘90 fue directora del Departamento de Economía Internacional del Banco Central del Paraguay (BCP)–, repasa datos puntuales de la actualidad estadounidense, con énfasis en los desafíos que deberá enfrentar el gobierno de Biden para sacar al país de la profunda crisis económica, social y política.

¿Cómo se interpreta lo sucedido en el Capitolio? ¿Como una fractura –lo que en Argentina llaman “grieta”– en la sociedad norteamericana?

La toma del parlamento por las hordas trumpianas fue la gota que colmó el vaso, luego de semanas de vapulearse la integridad del sistema electoral e incitarse a la violencia por parte del presidente de los Estados Unidos. Pero también demuestra la fractura en la sociedad americana, que se ha profundizado con la gran recesión de 2008. El sueño americano (american dream) se ha vuelto, para muchos, una pesadilla. La ilusión de que con iguales oportunidades y esfuerzo se podría ascender en la escala social y ser parte de la clase media se está desvaneciendo. Un gran porcentaje de la tradicional clase trabajadora americana, constituida sobre todo por el americano blanco no-hispánico, sin estudios superiores (más de 60 millones de personas, buena parte de la base trumpiana) se siente defraudado por los políticos tradicionales y desencantado con el sistema democrático.

Asalto al Capitolio, 6 de enero. Foto: DW

La fuente tradicional de empleo de este grupo –erróneamente calificado por Hillary Clinton en 2016 como “los deplorables” –, ha ido decayendo con el proceso avanzado de desindustrialización. El salario medio real (deduciendo inflación) no ha crecido en 50 años. La diferencia con el ingreso promedio de los ejecutivos de grandes corporaciones, que era de 1 a 20 en 1965, es ahora de 1 a 280.

El crecimiento desigual y poco inclusivo no ha sido acompañado por efectivas políticas públicas que compensen esta disrrupción económica y social. El sistema tributario favoreció cada vez más a los segmentos más privilegiados; el sistema educativo (incluyendo instrucción media y vocacional de calidad) no facilitó una mejor adecuación a los cambios en el sistema productivo que permita acceder a empleos de calidad en otros sectores; el deficiente y costoso sistema de salud no ha podido contener el aumento de la tasa de mortalidad (por droga, alcohol y suicidio). En Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo (2020), Anne Case y Angus Deaton (Premio Nobel de Economía 2015) analizan exhaustivamente este proceso. Y el documental American Factory muestra ese cambio traumático para la clase trabajadora americana y deja entender cómo un demagogo y oportunista político como Trump llega a tener tanto éxito.

¿Cómo se visualizan los próximos cuatro años del gobierno Biden/Harris?

Extremadamente difíciles. Se está saliendo lentamente de la peor crisis sanitaria y económica mundial de los últimos 100 años, y el país está enfrascado en una profunda crisis política. Los desafíos son enormes y el nuevo gobierno tendrá que actuar en varios frentes de forma rápida y efectiva. Ayuda tener un gabinete de primera, comenzando por Janet Yellen como secretaria del Tesoro, y también tener una mayoría (aunque estrecha) en el Congreso.

La agenda económica Biden/Harris es sumamente ambiciosa: implementar un segundo estímulo fiscal para salir de la severa depresión de 2020, cuyo éxito dependerá también de la contención definitiva de la pandemia, acelerando el plan de vacunación; revitalizar el sector industrial y la clase media con una política de Made in América; continuar las reformas truncadas en salud y educación: ampliando la cobertura médica, reduciendo los costos, aliviando deudas estudiantiles y facilitando acceso a la educación superior; introducir regulaciones en los mercados, sobre todo en el financiero y en el sector tecnológico; implementar el Nuevo Pacto Verde para lograr una reducción neta de 0 en las emisiones de carbono en 2050. Planes estos que implican trillones de dólares en gasto público y efectivas coordinaciones intersectoriales. Parte se financiará con una reforma tributaria que, sobre todo, revierta las reducciones fiscales otorgadas a los segmentos más favorecidos. En este contexto, restablecer el equilibrio fiscal y la sustentabilidad de la deuda pública, que se disparó al 130% del PIB en 2020, será una tarea de mediano y largo plazo. Las tasas de intereses próximas a 0% y la muy baja inflación son aspectos positivos.

Joe Biden frente a cuatro años difíciles. Foto: DW

Aunque los resultados de estas políticas solo se verán en el largo plazo, es importante que las primeras medidas muestren un balance adecuado entre objetivos económicos y sociales. Esto permitirá mejorar la percepción de que la democracia existe para la mayoría y no solo para algunos. Los interrogantes son numerosos: ¿cuánto de efectiva será la nueva política industrial para aumentar la competitividad y revitalizar la clase media? ¿O no es más que un nuevo proteccionismo a lo Biden? ¿Se lograrán las muy esperadas mejoras en el sistema de salud y de educación? ¿Cuánto de efectiva será la política ambiental para lograr una sustancial reducción en las emisiones de carbono? Los primeros 100 días serán determinantes para demostrar que las políticas se encaminan en la senda correcta. La primera señal se dará con el segundo estímulo fiscal y si los fondos se destinan a los segmentos más necesitados (familias y PyMEs), evitándo alimentar la especulación inmobiliaria y bursátil, como ha sucedido con parte del estímulo trillonario del 2020, que podría acentuar aún más la brecha entre los que tienen y los que no.

¿Qué se puede esperar de las relaciones con la región?

Se podría esperar un ambiente de cooperación más transparente y consensuado, propio de los gobiernos democráticos. El cambio fundamental podrá darse en el énfasis a la protección del medio ambiente y la biodiversidad, como extensión de la política ambiental doméstica, al tiempo de fortalecer una más amigable diversificación productiva. Se espera un cambio positivo en la política migratoria y una continuación de las tradicionales políticas de combate al narcotráfico y al lavado de dinero. Sin duda, habrá un restablecimiento de la apertura hacia Cuba iniciada por Obama y truncada innecesariamente por Trump.

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