Deportes
Récord y medalla de oro de Armand Duplantis en salto con pértiga
Foto: @Olympics.
El sueco Armand Duplantis va tomando velocidad en cada apoyo. Sus pies retumban en el pasillo de salto. Casi todo en el deporte consiste en agarrar un ritmo que te ayude, aprovechar la inercia para lo que venga después, que en este caso es volar. Duplantis clava la pértiga en el cajón y esta se flexiona y le dispara hacia arriba. El listón estaba en 6,25 metros de altura y lo superó. El público enloqueció. Postrados ante un deportista legendario, ambicioso, hambriento. Que luchó con todo su empeño por superar su propia plusmarca mundial, pese a que los Juegos Olímpicos no pagan en caso de batirlo como sí hacen otros meetings. Él sabía que estaba ante la historia, ante una oportunidad única de recordar por siempre las imágenes que iba a protagonizar. Un mito siempre se crece en unos Juegos Olímpicos, como si el mundo se acabara segundos después.
En su primer intento, parecía lograrlo. Cuando sobrevolaba los cielos, todos lo daban por hecho. Pero se apoyó con las manos, pese a que todo su cuerpo superó holgadamente la altura planteada. Su gesta incluso contraprogramó al protocolo. Todos los ojos estaban puestos sobre él, como es lógico. Plantear ese 6,25 provocó que la ceremonia de entrega de medallas de los 100 metros lisos se demorase. Y eso que los 100 metros son los 100 metros, algo sagrado cada 4 años. Los metales se entregaron antes de que procediera con su segundo intento, había que darle respiro, fuerza, una bocanada de oxígeno para que sucediera lo que todos queríamos que sucediera. La leyenda.
El segundo intento también fue erróneo. El sueco cambió el gesto. Pasó de su sonrisa perenne a bajar la mirada, como si no estuviese acompañando la ocasión, pero a ir sobrado el resto del concurso. De nuevo fueron los brazos, aunque también tocó con los pies, un salto bastante impreciso para lo que acostumbra. Unos segundos de descanso, se descalzó, se tumbó con un rodillo. Se reía. La gente le aclamaba. Minutos para ver imágenes que nos acompañarán por siempre.
Volvió a tomar carrera. Lo logró. Esas milésimas de tensión, pero no había tocado. Se levantó y corrió hacia la grada donde le esperaba Renaud Lavillenie, ídolo de infancia, especialista en salto de pértiga y hombre récord en la disciplina antes de que el gran Duplantis apareciese en nuestras vidas. Por supuesto, también su familia. Su pareja, su padre Greg (un pertiguista americano) y su madre Helena (heptatleta sueca). La herencia de unos deportistas de élite la lleva en las venas, pero su impacto ya es claramente superior.
Karalis y Kendricks, sus compañeros de podio, le abrazaron, tras apoyar durante minutos su gesta. Incluso pidieron palmas al público para que llevaran en volandas a Duplantis a su hazaña. Un ganador para siempre.
Fuente: Relevo.
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