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Francia gana por la mínima y Mbappé enciende las alarmas
Foto: @equipedefrance.
Francia logró salir con vida de la trampa que le trazó una Austria muy meritoria y venció con fortuna (1-0), aunque celebró el triunfo a medias, pues Mbappé tuvo que ser sustituido al final del encuentro con lo que pareció una nariz rota.
No tuvo un primer tiempo cómodo Didier Deschamps. Se puede decir que la partida de ajedrez se la llevó Ralf Rangnick, al que un golpe de mala suerte le hizo que el partido se desequilibrara en su contra. Austria tiene el mismo sello que los equipos Red Bull cuando introdujo su ideología y por el que está tan valorado a nivel internacional. En lugar de agazaparse en campo propio, y aun a sabiendas de que el peligro de Francia reside en la velocidad de sus atacantes, se fueron arriba a apretar la salida de balón y dejar pocos o nulos espacios a Kanté y Rabiot, separando de juego a un Griezmann al que casi ni se le vio.
En Francia, Mbappé y Thuram intercambiaron posiciones de forma regular. Más peligroso el flamante fichaje del Real Madrid en la izquierda y un fantasma el del Inter, muy desubicado sobre el campo. Así, colocado de extremo, Kylian tuvo la primera, muy clara, pero Pentz se la leyó por el palo corto, como le gusta al galo.
A partir de entonces fue ganando terreno Austria, mientras que Deschamps no tenía recursos para impedirlo y tampoco ayudaba demasiado Dembélé, quien, a excepción de un par de chispazos que provocaron la amarilla de Mwene, no hizo nada servible. Pudo entonces cambiar el destino del partido cuando Sabitzer dejó solo a Baumgartner en el punto de penal, pero Maignan salió como una exhalación y al atacante austríaco le faltó brillantez en la definición.
Y como si se tratara de un guion macabro de Hitchcock, la película ya se había visto muchas veces. A los pocos minutos, y de forma totalmente involuntaria, un centro de Mbappé golpeó en la cabeza de Wöber y éste se hizo el tanto en propia meta (38’). Peor pudo ser la cosa. Y es que Kylian perdonó el segundo tras controlar mal un balón ante Pentz, que la mitad del Espirit Arena ya cantaba gol.
La intención de Austria tras el paso por vestuarios no cambió un ápice. Desde la primera pelota que dominó Francia entre sus centrales, Sabitzer y Gregoritsch saltaron a la presión. El problema estuvo en que las fuerzas, por el contrario, ya no eran las mismas. La cantidad de kilómetros recorridos y la intensidad en las disputas restaron efectividad a los de Rangnick, que comenzaron a tener algún despiste. De hecho, el primero casi acaba en desgracia. Casi sin quererlo, Mbappé se vio en un mano a mano contra Pentz, totalmente solo, y, por extraño que parezca, no mandó la pelota ni entre los tres palos. Minutos después, no llegó por milímetros a un balón puesto desde la izquierda.
A la vista se veía una selección gala con más facilidades. A la práctica, eso no se convertía en una realidad porque Dembélé y Thuram seguían restando más que sumado, intermitentes y torpes con la pelota.
No le quedó más remedio a Rangnick que comenzar a mover el banquillo. Entre los cambios que eligió, decidió dar entrada al mítico Arnautovic, capaz de lo mejor y de lo peor y capitán de Austria. Un cambio inteligente, pues el punta hizo más de referencia para jugar de espaldas y descargar al centro del campo, con más alternativas en ese segundo tiempo. Hizo lo mismo también Deschamps. Pero no pareció contentar al público. Se empezó a corear en las gradas el nombre de una leyenda como Olivier Giroud, internacional aun con sus 37 años, justo cuando el técnico galo estaba por introducir a Kolo Muani, un perfil muy diferente y, sobre todo, con bastante menos gol.
No agitaron demasiado el duelo las caras nuevas, pero sí le permitió a Austria sostenerse tras haberse tambaleado unos instantes. E incluso tontear con alguna oportunidad clara, aunque en una de ellas Baumgartner fuera por un balón de forma temeraria y se llevara por delante a Maignan, que por suerte no se lesionó.
El que sí lo hizo, y puede que de forma grave, fue Kylian Mbappé. En un final accidentado, el francés pareció romperse la nariz con el hombro de Danso en una disputa aérea. Lo curioso del caso es que, cuando ya se había solicitado el cambio y Mbappé, sangrando, iba por la banda, como el balón no salía del campo, decidió meterse sin permiso arbitral y tirarse al suelo, lo que provoco su amarilla y la furia de Austria, que, aunque con mucha fe y mérito, no pudo provocar ninguna ocasión clara en los 9 minutos añadidos que dio Gil Manzano, con el que no acabaron contentos.
Fuente: Mundo Deportivo.
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