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Cultura

En primera persona

Sobre la exposición “El paisaje es el del yo”, de Alejandra Mastro, habilitada en Espacio K Arte y Naturaleza, Asunción.

Alejandra Mastro, en montaje. Cortesía de la artista

Alejandra Mastro, en montaje. Cortesía de la artista

POR Paulina Zamora *
Desde Ciudad de Guatemala

Es en primera persona que me dirijo a ti, Alejandra. A ti, la artista, la mujer, la amiga. No me dejaste otra opción. El título de tu muestra, “El paisaje es el del yo”, me pide que hable en primera persona. Haces un llamado al espectador con dicha frase y me sumo a ese concepto, pero no para hablar en genérico, sino para dirigirme a ti desde el yo, por ende, aquí estoy. Respondo a ese llamado y soy yo la que habla.

Mientras tú quieres obviar lo literal, que en este caso sería que dijeras que tu muestra es sobre la naturaleza en diferentes estados y estaciones, yo hago uso de lo literal para devolverte tu mensaje de forma invertida. Literal en tanto que he hecho uso del sentido exacto y propio de tus palabras: las habladas, las de los títulos de cada pieza y cada serie, y las escritas en nuestras conversaciones. He hecho uso también de las palabras de aquellos que ya han recorrido esta muestra y me has hecho llegar. Todo para acotar, en este texto, el tema que me interesa: esto no es sólo una exhibición, es una puesta en escena de otra cosa que toca al espectador/a al punto de tener que aguantarse la necesidad de tocar las imágenes o, en algunos casos, no aguantarse y tocarlas sin saber qué le pide hacerlo.

"El paisaje es el del yo", montaje en Espacio K. Cortesía de la artista

“El paisaje es el del yo”, montaje en Espacio K. Cortesía de la artista

Subrayo puesta en escena, no por la estética de las imágenes ni su expografía, sino por el hecho de que sentiste, esta vez, la necesidad de elegir cuáles iban y cuáles no, la cantidad para cada serie, las dimensiones de cada una, el soporte material, la secuencia, el grosor del margen de las fotos impresas en papel de algodón, el acabado de las que van en plexi. La manera de colocarlas, el cuarto y la pared en la que irían, la altura no solo de las piezas sino de los títulos, el color de las paredes, el título de la muestra, el título de cada serie, el tipo de enmarcado.

Pruebas de impresión en papel de algodón. Cortesía de la artista

Pruebas de impresión en papel de algodón. Cortesía de la artista

La lista es larga. Opiniones y ajustes de otros, los hubo. Escuchaste y se ejecutaron. Sin embargo, el punto es que, antes de que se materializara la muestra completa, ya existía en ti la intención de que se viviera una experiencia y no que las obras tuviesen que pasar por esa jerarquía en la que hay uno que explica al que ve, cómo y qué es lo que debe mirar.

Yo tuve la ventaja de que me dejaste entrar en la intimidad del “tras bambalinas” de la creación artística y de su montaje. Eso abrió mis oídos. Más aún cuando, con convicción, dijiste algo que suena un intento heroico de tu parte: “salvar el paisaje (…) una especie de justicia poética”. ¿Por eso tomar cada decisión hasta del último detalle de todo?

Alejandra Mastro, de la serie Memoria de ríos rojos, 2024 (15 piezas). Cortesía

Alejandra Mastro, de la serie Memoria de ríos rojos, 2024 (15 piezas). Cortesía

Mi respuesta es que no es por justicia poética, es para hacer operar un forzamiento hacia el espectador. Forzamiento, que no es obligar. Es compeler, impulsar a hacer algo. Te viste impulsada a una serie de acciones –casi compulsivamente– porque, en palabras tuyas, “quiero que sean enigmáticas”. Al punto de ir más allá y convertir el “cubo blanco” en una especie de tridimensionalidad de aquello de lo que tu ojo goza ver y que te pone a trabajar.

El impulso del artista, lo he llamado otras veces.

Es un más allá de solo fotografiar, elegir, e imprimir muchas imágenes bajo ciertos parámetros acordes al resto de tu cuerpo de obra, y encargar a otro que cure y elija el resto porque se supone que esa es su función. Si nos quedamos a nivel de la dupla artista y curador.

¿Todo eso para qué? ¿O debería preguntar, más bien, para quién? ¿Un espectador idealizado?

Alejandra Mastro, “Osamenta”, de la serie Impacto tábula rasa, 2024. Cortesía de la artista.

Alejandra Mastro, “Osamenta”, de la serie Impacto tábula rasa, 2024. Cortesía de la artista.

Estamos en una época de un exceso de imágenes, de sujetos que se resisten a la reflexión y que se desbocan por las satisfacciones inmediatas. Por ende, si es el propio artista el que “cura” su exhibición y su manera de verla, al decidir el qué y el cómo, es porque busca darle algo a aquel que se encontrará en medio de esta ilusión que has creado.

¿Acaso aportar otro significado a lo más básico, y a lo que sigue siendo fuente de nuestra sobrevivencia? La naturaleza.

El sentido ha estallado en esta época de la hipermodernidad. La ciencia y el big data tienen una explicación para todo, menos para por qué depredamos aquello que nos permite la vida. Vida y muerte puedo sentir en esta muestra. Probablemente a eso te referías con justicia poética. Lo que parece inerte, seco, monocromático, esconde la posibilidad de que de allí brote algo otra vez.

Alejandra Mastro, “El paisaje, un sujeto”, de la serie Vivo, 2024 (14 piezas). Cortesía de la artista.

Alejandra Mastro, “El paisaje, un sujeto”, de la serie Vivo, 2024 (14 piezas). Cortesía de la artista.

Esta puesta en escena que es “El paisaje es el del yo” da cabida a esa hiancia que pide el deseo, el deseo tuyo por lo enigmático, por la imagen que desconcierta. Aquello que hace aparecer en el espectador también al sujeto deseante. En otras palabras, al sujeto que baja la guardia y se ve reflejado, como en un espejo, en cada imagen, y se pone a producir su propio sentido.

“Sentís como que te vas con los pensamientos”
“Me produce pánico”
“Tu obra es verse”
“Me dio un arrullo, un descanso”

En esta puesta en escena se satisface algo que entra por la mirada e inquieta. De la misma manera como a ti te inquietó ver tu obra ya materializada e instalada tal y como necesitabas que fuera. Sin nada fuera de lugar. Ni esa pantalla con palabras sueltas organizadas como si fuesen frases, cuando más bien es un hablar sin pensar: la maraña es mi coraza, me eternizo como puedo, el instinto es mi luz, etc. Una secuencia suelta, a una velocidad puntual, su tipografía evanescente en píxeles y el sonido agregado. Todo se suma para inquietar. Es el reverso del espectador emancipado de J. Rancière.

El cuerpo de obra tomado como conjunto, como uno, me domina para entrar en las ilusiones que a propósito fueron creadas por ti. Me pones en una posición distinta que no es la contemplación de lo bello en un sentido aristotélico. No sé qué veo, no sé qué pensar sobre lo que veo, ni sé qué hacer con eso. Por ende, el reverso del espectador emancipado. Más bien, la imagen –a propósito, en singular, la imagen del cubo blanco en el que se reúne una serie de fragmentos de paisajes–, obra en la piel de mi ojo para producir en mi cuerpo un efecto de afecto.

Alejandra Mastro, “Costuras rotas”, de la serie Me entretejo, 2024 (7 piezas). Cortesía

Alejandra Mastro, “Costuras rotas”, de la serie Me entretejo, 2024 (7 piezas). Cortesía

Las imágenes se vuelven, en ese punto, objetos señuelo. Cada obra es un objeto imaginarizado que preserva una ausencia. Ausencia que hace hablar al espectador, o a veces lo hace querer tocar. Es lo que me puso a mí a escribir este texto.

“El paisaje es el del yo” es ruptura que desencadena la reflexión que muchos anhelamos en esta época del imperio de las imágenes.

 

Nota de edición: La exposición de Alejandra Mastro titulada “El paisaje es del yo”, con curadurìa de Fernando Moure, estará habilitada hasta el 15 de noviembre en Espacio K (Santa Rosa 586 casi España, Asunción).

 

* Paulina Zamora es investigadora en arte contemporáneo, gestora cultural y psicoanalista de orientación lacaniana. Es fundadora y directora general de Yaxs, Guatemala.

1 Comment

1 Comentario

  1. Alejandra Mastro

    27 de octubre de 2024 at 12:27

    Gracias, muchas gracias Adriana Almada por tan especial un al artículo

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