Cultura
La primera casa de Pepe
EDICIÓN ESPECIAL. 100 AÑOS DE JOSÉ DONOSO. El escritor admite que su narrativa siempre se centra en una casa y sus habitantes […] Es la casa el lugar que los reúne y enfrenta, donde algunos se condenan definitivamente y otros huyen hacia un final abierto pero con desesperanza.
José Donoso (Universidad Diego Portales, UDP)
“A nosotros, los cuerdos, lo único que nos queda es el terror…”
José Donoso, Coronación
Todos los buenos escritores evolucionan en su estilo y temática, pero también conservan ciertas obsesiones que aparecen una y otra vez en sus textos. El José Donoso de los años 50 no es igual al que sigue publicando en las décadas posteriores, pero sus lectores críticos van identificando algunas cuestiones que no cejan. Acá tocaremos uno de sus tópicos más centrales a partir de su primera novela. Aunque antes había publicado Veraneo y otros cuentos (1955), Coronación (1957) puede considerarse su debut en serio, teniendo en cuenta las dificultades que le trajo escribirla; casi no habrá novela posterior que no implique algún tipo de tribulación para nuestro autor.
Coronación no pudo haber empezado mejor en cuanto a los elogios de la crítica, que veía en Donoso a un autor que renovaría las letras chilenas. Los años y los libros los confirmarían en ese aserto. Pero el autor era su peor crítico. “¡Cómo me gustaría tener algo de seguridad! Pero no la tengo, nací sin ella y moriré sin ella” (Diarios centrales, 1967). Ya antes de publicarlo contaría que quiso quemar el original, pues no estaba satisfecho con el resultado. Gracias a unos amigos, la novela se salvó de las llamas y salió a la luz. Hasta hoy sigue siendo celebrada y leída.
Donoso admite que su narrativa siempre se centra en una casa y sus habitantes. La primera gran casa será la de Misiá Elisita, la abuela adinerada de Andrés Ábalos, quien vive su viudez y obsesiones propias de la ancianidad con dos criadas, Rosario y Lourdes, que la cuidan con toda la señorialidad propia de las damas de alcurnia. Se suma a ellas Estela, la joven sobrina de Lourdes, traída del interior solo para cuidar a Misiá Elisita. Finalmente, los hermanos Mario y René cierran la lista de los personajes principales que rondarán, en su caso indirectamente, la mansión. Hay secundarios que en ciertos momentos toman el foco para contarnos verdades que los otros no pueden, tal el caso de Carlos o de Dora.
Andrés Ábalos es el principal personaje de esta historia estructurada en tres partes. Los acontecimientos lo arrastran por una espiral descendente de locura y dejadez. Solterón orgulloso y próspero, de repente se da cuenta de la vaciedad de su existencia al enamorarse de Estela. La diferencia de edad y de clase social es solo un elemento de esta madeja sutilmente tejida como una tragedia griega. Es acá donde aparece otro de los elementos clásicos de la literatura donosiana: el retrato de la decadencia de cierta burguesía que sostiene su pasar basado en mitos de abolengo y el sometimiento de una clase social que la debe servir agradecida y sin mostrar sus propias miserias. Pero la miseria y los amores de los pobres no pueden evitar cruzar por la casa de los patrones, y en este complejo –pero muy humano– entrecruzamiento de valores y castas, Andrés llega al límite de la locura y el miedo a parecerse cada vez más a su abuela que ya cruzó el umbral del deterioro mental.
Andrés representa nuestra debilidad, es alguien en el que nadie quiere convertirse. Peor aún, la novela tiene puros perdedores, nadie que nos señale el camino al éxito. ¿O es acaso ese camino transitado por decadentes espirituales el único para nosotros en este valle de lágrimas donde ricos y pobres se identifican? Habla Andrés: “Si hay un Dios que vele por el destino de los hombres, no puede sino ser un Dios loco. ¿Qué locura más completa que haber dotado a los hombres de conciencia para darse cuenta del desorden y del terror, pero no haberlos dotado de algo para vencerlos?”.
Todos los personajes se van encontrando en la parte final, llegando a una escena cuasi trepidante y digna de un thriller cinematográfico. Es la casa el lugar que los reúne y enfrenta, donde algunos se condenan definitivamente y otros huyen hacia un final abierto pero con desesperanza. Estamos ante una novela que nos deja una pesadez. Lectores débiles, abstenerse, y esto va para casi todo lo que Donoso escribió. Vendrán más casas, burguesías decadentes y personajes inolvidables, pero Coronación fue la primera casa de Pepe Donoso, un debut que muchos anhelan, una señal de que estamos ante un maestro en ciernes de la literatura.
De las cosas que a Donoso no le gustaban de su primera novela, había algo que tenía que ver con el proceso de creación literaria en sí. Decía que la había escrito basándose en un esquema previo; la había programado y sobre dicho programa fue cumpliendo los pasos. Es una novela “muy amueblada”, escribiría posteriormente en su diario. En sus siguientes novelas ya no planearía nada, según él, sino que dejaría que la espontaneidad jugara su rol. El autor se coloca así en el bando de los escritores que prefieren cierta desestructura al escribir, forma de trabajar que otros escritores no pueden seguir. Pero este proceso escapa al lector, pues el producto final es una historia que a nadie deja indiferente.
De la amplia obra de José Donoso, Coronación no es el punto obligado para un lector sesudo que quiera conocer a este gran escritor. Estamos ante una prosa pulcra que con los años nos legará pasajes maravillosos y que es un orgullo para las letras latinoamericanas. A sus cien años, vaya este homenaje que es también un agradecimiento por tan maravilloso arte de la palabra.
* Sergio Cáceres Mercado es docente de la Universidad Nacional de Asunción, la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”, el Instituto de Bellas Artes y el Instituto Técnico Superior de Arte y Comunicación (IPAC). Es investigador del Instituto Nacional de Educación Superior “Dr. Raúl Peña”, del Instituto de Ciencias Sociales del Paraguay (ICSO) y del Centro de Investigaciones en Filosofía y Ciencias Humanas (CIF).
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