Connect with us

Cultura

José Donoso: Sin límites

EDICIÓN ESPECIAL. Breve e intensa, “El lugar sin límites”, la novela de 1966 del escritor chileno José Donoso –quien ayer hubiera cumplido 100 años–, es una evocación del infierno faustiano y, a su vez, un profundo retrato de la deshumanización de la sociedad.

José Donoso, retratado por Inés Paulino, ca. 1980. Biblioteca Nacional Digital de Chile

José Donoso, retratado por Inés Paulino, ca. 1980. Biblioteca Nacional Digital de Chile

“¿Dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno, en qué lugar?”, son algunas de las preguntas que hace Fausto a Mefistófeles. Y él, entre otras cosas, responde: “Donde somos torturados y permanecemos siempre. El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito a un solo lugar, porque el infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer…”. Marlowe, Doctor Fausto.

 

Breve e intensa, El lugar sin límites, la novela de 1966 del escritor chileno José Donoso, quien ayer hubiera cumplido 100 años, es una evocación del infierno faustiano y a su vez, un profundo retrato de la deshumanización de la sociedad. Oscura, explícita y con el humor y ternura característicos de la pluma donosiana, esta obra propone un viaje al interior de la Estación El Olivo, “un pueblo donde no se podía ser exigente”, y cuya estación de trenes “ahora no era más que un potrero cruzado por la línea, un semáforo inválido, un andén de concreto resquebrajado, y tumbada entre los hinojos debajo del par de eucaliptos estrafalarios, una máquina trilladora antediluviana entre cuyos fierros anaranjados por el orín jugaban los niños como con un saurio domesticado”.

En esa diégesis conviven La Manuela, eje central del relato; don Alejandro Cruz, un latifundista dueño de “todas las viñas, de todas, hasta donde se alcanza a ver”; la Japonesita, “con su cuerpo de pollo desplumado”; don Pancho Vega, un camionero “grandote, bigotudo, tonto, ignorante” que siente amor y odio hacia La Manuela; La Japonesa Grande, madre de la Japonesita y dueña de un paupérrimo burdel, y otros personajes igual de coloridos y desesperanzados que aportan riqueza a la trama.

El relato quebrado permite alternar entre dos tiempos igualmente malos para los pobladores de El Olivo. Uno teñido por el deseo del progreso, y fundado en las promesas de don Alejandro, quien se ha de convertir en una autoridad temida y respetada a expensas de falsas promesas de tendidos eléctricos y trenes de pasajeros y comercio y visitantes ilustres que nunca se convertirán en realidad. El otro tiempo es el de la desesperanza, ya habitado por una Manuela dueña de la casa-burdel que recibió en herencia gracias a una cruel apuesta que hizo la Japonesa Grande (ya fallecida) con don Alejo, como también lo llaman. Entre estas dos realidades discurrirá el relato para mostrarnos la vida cruel que ha soportado La Manuela desde que tuvo que abandonar la casa familiar por miedo a que su padre, un hombre que siempre iba armado, la mate por rencor al enterarse de que su hijo Manuelito fue encontrado besándose con otro niño cerca de la escuela a la que iba.

Una de las tantas ediciones de El lugar sin límites. Cortesía

Una de las tantas ediciones de El lugar sin límites. Cortesía

El tiempo, circular, hace que se repitan la venida de Pancho Vega al pueblo, el baile español y frenético de la Manuela, el deseo y una pasión y muerte de ella a mano de los hombres, como signo del odio y la represión sexual, el abuso de poder y la oscuridad de la naturaleza humana en ese infierno ya anunciado en el fragmento de Marlowe al inicio, que carece de límites.

La historia comienza con una Manuela ya entrada en años, con achaques en todo el cuerpo y cansada de ver el amanecer y levantarse a preparar el desayuno de su hija. Cuando apenas llegó al pueblo, la Japonesa Grande le puso a ordenar y decorar el lugar donde habría una fiesta, y más tarde, se puso el vestido de española al que tanto quería y la haría legendaria: “yo lo cuido como hueso de santo porque es fino, y como yo soy tan negra, el colorado me queda regio”. Y bailó y bailó para toda la gente que allí se amontonaba, generando admiración y pasiones encontradas que la arrastrarían a un sinfín de situaciones arriesgadas y violentas hasta su último suspiro.

La Japonesita, que al inicio del capítulo I tiene 18 años y aún no decide si se dedicará a ser prostituta como todas las mujeres que la rodean en su casa, o tener hijos y largarse del pueblo, encarna al personaje gris y desprovisto de aspiraciones. Existencialista, carente de femineidad y sensualidad, “flaca, negra, dientuda, con las mechas tiesas igualitas a las de la Manuela”. Trabajadora y ahorrativa, nunca se compra un vestido ni mejora las condiciones de vida de su padre (la Manuela), ni de las mujeres del burdel. Asume el rol de lo viril en ese lugar desprovisto de un líder masculino. Es casi una caricatura, ya que La Manuela es incluso más femenina y delicada que ella.

“Una de mis obsesiones es, en mi obra, la concepción de la familia y el concepto de casa (…). La casa representa siempre un mundo que he conocido en mi historia personal de pertenecer a la alta burguesía” señalaba Donoso en una entrevista, y lo plasma en El lugar sin límites por medio de la proyección de la casa prometida por don Alejandro a la Japonesa Grande, quien a través de un acuerdo con La Manuela, gana una apuesta que no solamente les deja el burdel propio, sino también una herencia de sangre, su hija. Ese lugar, que para ellas dos al principio será un hogar, para las demás mujeres que allí conviven apiñadas y muertas de frío, será un refugio y una cárcel miserables en la cual trabajarán a merced de los hombres siempre al paso que por allí discurrirán a lo largo de los años.

Será la figura de la casa-burdel también una búsqueda del autor por quebrantar ese símbolo maternal y cálido que rodea al concepto de “hogar” y convertirlo en la obra en un espacio oscuro, deformado, con “el agua que invadía la cocina formando un barro que se pegaba a todo”, con “la humedad desde mayo a agosto, cuando ya le parecía que el verdín la cubriría entera, su cuerpo, su cara, su ropa, su comida, todo”, y el frío, como en el Infierno de Dante, dejaba a las prostitutas “los huesos azules”. Esas imágenes inclementes de la casa serán en la obra uno de los toques demoledores propios de los audaces escritores del Boom latinoamericano.

Esta novela, que por momentos pareciera un relato criollista, se desprende de esa etiqueta porque el autor, hábil conocedor de las intrincadas tramas humanas, dota a su texto de una maravillosa y atrapante sensibilidad, que va más allá de los meros detalles y descripciones propios de ese estilo. El halo de misterio y la magia que se esconde en los detalles del texto brindarán un sello de identidad que se transmitirá a sus demás obras y llegará a la cumbre máxima en El obsceno pájaro de la noche, de 1970. Es importante mencionar que Donoso viajó hasta México para hospedarse en casa de Carlos Fuentes, su amigo y crítico, para escribir El obsceno pájaro de la noche, y durante el proceso de creación de su obra maestra, nació El lugar sin límites, que fue finalmente publicado en México por sugerencia de Fuentes, y a quien se la dedicó.

Traducida a varios idiomas, incluso al japonés, y llevada al cine bajo la dirección del mexicano Arturo Ripstein, El lugar sin límites es una obra atrapante, con carácter, aguda y honesta como su autor, quien, a lo largo de su prolífica carrera, y en sus propias palabras, nunca temió a exponerse a lo extraño, a la locura. Con esta obra, desde el propio título, transgredió el concepto de lugar al adjetivarlo como “sin límites”, invitando a todo curioso lector a un recorrido simbólico y lleno de signos, a explorar el fundo El Olivo y ser testigos de este infierno que tiene como única esperanza a su personaje más desdichado: “un niño, un pájaro, cualquier cosa menos un hombre”.

Fotograma de El lugar sin límites (México, 1978), filme dirigido por Arturo Ripstein, basado en la novela homónima de José Donoso. Cortesía

Fotograma de El lugar sin límites (México, 1978), filme dirigido por Arturo Ripstein, basado en la novela homónima de José Donoso. Cortesía

 

* Liz Nazaria Vázquez Gill es docente universitaria e investigadora.

Click para comentar

Dejá tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Los más leídos

error: Content is protected !!