Cultura
Cuando la cartografía explica vínculos. Paraguay y Corrientes en los mapas antiguos
“Carte de la Confederation Argentine” (detalle) que acompaña el libro de Alfred Marbais Du Graty, editado en París en 1858. Cortesía DRB
Asunción y Corrientes fueron por mucho tiempo parte de un todo indisoluble que la cartografía de la región pone en evidencia. Publicar mapas referentes a Corrientes implica divulgar el posicionamiento social y político de la capital paraguaya.
Hay dos elementos que unen a estos pueblos y que testimonian el grado de afinidad que existió desde el principio: los mapas antiguos y la lengua guaraní. Aquí nos concentraremos en el primero de estos testimonios, aquellos primeros mapas de la región publicados por una Orden religiosa –la jesuítica– que hizo de argamasa en la citada relación. Que estos religiosos no hayan sido los únicos hacedores de mapas de la región esconde esta verdad, ya que cartógrafos de las potencias mundiales del momento tomarán la posta y mostrarán esa realidad con un perfil diferente.
No hay que olvidar que la Ciudad de Vera de las Siete Corrientes fue fundada por asuncenos y que las huellas de aquella epopeya fundadora están registradas en la documentación dispersa en archivos americanos y españoles. Aquel vínculo germinal se fue extendiendo a lo largo de los siglos y estuvo y está manifiestamente expuesto. Desde luego, como todas las relaciones, estas no fueron lineales, sino que, contrariamente, fueron muy intensas: celos y afinidades, armonías y desavenencias, enfrentamientos y alianzas las entrelazaban de una u otra forma. Pero aquel vínculo tan evidente, marcado desde el origen, que no puede desprenderse de la historia de asuncenos y correntinos, se expresa de múltiples maneras y una de ellas es a través de las representaciones territoriales en los mapas antiguos de la etapa virreinal.
En la época colonial, el territorio del Paraguay y de Corrientes fue de atención permanente para los intereses de la Corona, ya que ambas urbes estaban situadas en cercanías de la línea demarcatoria de los dominios hispanos y portugueses, lo que fomentó la proliferación de numerosas piezas cartográficas. La producción cartográfica jesuítica de la región ha sido prolífera y ocupará un rol sobresaliente; se estima que, en un período de dos siglos, los hombres de la Orden elaboraron setenta y ocho mapas aproximadamente.
Existen diferencias entre los mapas del siglo XVII y los confeccionados en el XVIII, y la causa de ellas no fueron solamente los avances cartográficos y científicos, sino también la gravitación enorme de la labor de cartógrafos jesuíticos, los que brindarán una tarea particular a la cartografía regional. Su alejamiento implicará el cese de esa cartografía.
La cartografía antigua muestra características y datos que ayudan a comprender la visión e interpretación de cómo se observaban los territorios en aquella época en que los lazos asunceno-correntinos brillaban por su fuerza. Si a esto se agrega el aporte de los cartógrafos europeos, se entenderá la variabilidad de nombres y hasta de lugares donde se situaba un paraje. Y para muestra, un ejemplo es suficiente: el cartógrafo francés Nicolás De Fer, en su mapa “L’Amérique Méridionale et Septentrionale dressée selon les dernières relations et suivant les nouvelles découvertes…”, editado en 1707, identifica a la ciudad de Asunción como “Assomtion de la Plata”, y a Corrientes como “Cette Correntes”, es decir, vuelca en la carta lo que el europeo relaciona casi intuitivamente: Asunción como centro de la Cuenca del Plata y Corrientes como reflejo del paraje que la identifica: siete corrientes.
La atracción que ofrecen los mapas no se detiene en el período virreinal, sino que se enriquece aún más en el siglo XIX, cuando emergieron las repúblicas hispanoamericanas después del proceso revolucionario. En pocos años, Hispanoamérica pasó de ser un bloque territorial compacto, aglutinado por el poder monárquico español –de México a la Patagonia–, a constituirse en un mosaico multicolor de soberanías y poderes nacionales y subnacionales. La historia de la región cambiará radicalmente y los mapas serán el espejo que reflejará la evolución territorial. En el proceso de constitución de los estados nacionales en la región rioplatense pervivió un período de vaguedad de los espacios territoriales, debido a que fue prioritario establecer inicialmente los parámetros del orden y la institucionalización para luego consolidar los territorios.
Esto se tornó indispensable para los nuevos estados nacionales, forzados a dirimir diferencias por límites territoriales, lo que derivó en la necesidad de contar con mapas que adquirieran relevancia para dar a conocer intereses y pretensiones. A los cartógrafos europeos, el territorio hispanoamericano les resultó difícil pergeñar porque las líneas fronterizas no estaban identificadas, lo que hacía arduo el constituir unidades territoriales y, en esa incertidumbre, se sobreponía la subjetividad del erudito, ya que la información que llegaba a sus oídos variaba permanentemente de acuerdo con la influencia política a que estaba sometido. Los mapas elaborados por británicos prontamente arriesgaron a una división de los estados en Hispanoamérica; en cambio, aquellos más ligados a España, demoraron en hacerlo.
Cuando un momento histórico llega a su fin y se inicia otro, cambian los espacios de dominio, lo que indica la ocurrencia de la necesidad de confeccionar nuevas cartas y eso fue lo que sucedió tras el registro de las revoluciones hispanoamericanas del siglo XIX y, en particular, en la región de la Cuenca del Plata. Durante casi todo el siglo decimonónico, los acontecimientos políticos generaron modificaciones en la elaboración de las representaciones cartográficas, las que reflejaron esa dinámica de cambio casi permanente.
Pero los hacedores de mapas frecuentemente procedían de acuerdo con los intereses que respaldaban, y así se encontrará en los archivos y bibliotecas una cartografía contradictoria. Muestra de ello es la confección de cartas de manos de Alfred Du Graty, quien publicó en 1858 un mapa de Argentina encomendado por el Gobierno de ese país para, cuatro años más tarde, trabajar en una carta que representaba al Paraguay, ergo, patrocinado por el Gobierno de López, en las cuales se observa que en la línea limítrofe entre ambos estados colindantes, en las regiones del Chaco y Misiones, la soberanía territorial variaba sustancialmente: mientras en la primera la otorgaba a la Argentina, en la segunda concedía al Paraguay. La diferencia estaba en quién era el patrocinador.
Los mapas, por su naturaleza cartográfica e histórica, por la variedad de las características iconográficas y simbólicas que presentan y por la información que contienen, son una fuente documental indispensable para el análisis político. Muchas veces los mismos tienen ausencia de datos o información contradictoria, lo que también tiene un sentido o responde a un interés particular.
Históricamente, la cartografía ha sido una inigualable productora de imágenes en las cuales es modelada la idea y la visión del territorio. Y, por ello, el mapa es también un forjador de la formación de la identidad nacional. Muchas veces, los accidentes geográficos desempeñarán un papel importante a través del tiempo, por su influencia en la historia de los pueblos, como lo es el río Paraná Superior, que se convirtió en referencia obligada de la evolución política y diplomática, tanto para Paraguay como para Corrientes.
Las fronteras y los límites territoriales forman parte de la historia de las relaciones entre Estados colindantes y los mapas se transforman en herramientas indispensables para estudiar y descubrir aquellos vínculos políticos. Paraguay y Corrientes muestran gran parte de sus relaciones expresadas en mapas antiguos y evidencian u ocultan las intenciones de los cartógrafos que los confeccionaron.
* Dardo R. Ramírez Braschi es abogado, magíster en Ciencias Políticas, doctor en Derecho (UNNE), miembro de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de la República Argentina y miembro correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia.
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