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Cultura

Foucault en el Valle de la Muerte. Un relato de Simeon Wade

Michel Foucault y Michael Stoneman frente a las montañas Panamint, las salinas del Valle de la Muerte y las dunas congeladas en Zabriskie Point, 1975. Fotografía tomada por Simeon Wade (Talking Drugs)

Michel Foucault y Michael Stoneman frente a las montañas Panamint, las salinas del Valle de la Muerte y las dunas congeladas en Zabriskie Point, 1975. Fotografía tomada por Simeon Wade (Talking Drugs)

Preámbulo a una historia “inverosímil”

La historia de Michel Foucault posee muchos matices: la del gran intelectual del siglo XX, la del crítico feroz o la del experimentador. Tal vez el último cabría en la descripción que Simeon Wade hace en su libro Foucault en California. La figura de Wade (1944-2017) es bastante desconocida, más allá de haber sido uno de los artífices de la invitación a Foucault para experimentar un viaje de LSD en California en 1975. Se sabe que fue historiador y que vivió como ermitaño, pero su relación con Foucault guarda muchos elementos importantes para cualquier interesado en su vida o investigador del pensamiento del francés.

La anécdota de Foucault y el LSD ya la podemos encontrar en los biógrafos autorizados. De los tres autores, como bien dice Kurt Borg (2020), es Miller quien se detiene más tiempo en relatar la experiencia californiana pues tenía el “texto mecanografiado de 121 páginas, inédito, escrito por Simeon Wade”[1], además de las conversaciones telefónicas que mantuvo con él. Si bien esta historia había quedado poco atendida, en los últimos años ha cobrado importancia debido a la muerte de Wade en 2017.

La figura clave del revival fue Heather Dundas, quien en 2014 –cuando era estudiante de posgrado en la University of Southern California– escuchó sobre la experiencia de Foucault, con LSD. Obviamente, no podía imaginar,  así que se puso a investigar más sobre el hecho.  En ese momento todavía no conocía a Wade, hasta que se enteró que fue el encargado de acompañar a Foucault al Valle de la Muerte. Pero no solamente eso, también supo que Wade tenía un manuscrito sobre aquella historia. La joven estudiante quería ese manuscrito para escribir una “una sátira sobre académicos idiotas en el desierto”. Y cuando se encontró con Wade en un Starbucks, en Oxnard, California, no logro calcular todo que Wade le contaba sobre aquel encuentro. Dice Dundas en el prólogo:

“Se sentó y comenzó a contar historias que me resultaron difíciles de creer. Ah, sí, había llevado a Michel Foucault al Valle de la Muerte. Este, según Wade, había disfrutado tanto del viaje que afirmó que había sido una de las experiencias más importantes de su vida. Pero ese fue solo el comienzo de su relación; el filósofo lo visitó varias veces.”

Después de varios encuentros con Wade, Dundas accede a la copia del manuscrito de Foucault en California. Encuentra en ella una redacción rápida y de estilo gonzo, con momentos cómicos y extraños, que igualmente resultaban poco verosímiles. En el 2016, dice la autora, Wade localiza una serie de diapositivas que documentaban la excursión. Esos documentos demuestran que todo el relato era cierto, que Wade y Foucault eran amigos, que esa experiencia fue para Foucault una de las más importantes en su vida, etc. Tiempo después, ya cuando Dundas y Wade habían consolidado una amistad y tenían con proyectos a futuro, este último fallece el 3 de octubre de 2017. En 2019 se publica Foucault in California [A True Story – Wherein the Great French Philosopher Drops Acid in the Valley of Death].

El inicio: posibles maneras de leer (para curiosos y buscadores de “oro”)

El escrito de Wade comienza con la noticia de que Foucault impartiría un seminario en la Universidad de California, en Berkeley. Información que emociona a Wade, puesto que es admirador de Foucault y había leído todos sus libros publicados en inglés hasta el momento. En 1975, Wade era docente de posgrado en Claremont y deseaba realizar un encuentro a toda costa con el filósofo francés, hasta planeaba ofrecerle una “experiencia dionisiaca” que nunca olvidaría, algo similar a las experiencias de Artaud con el peyote y los tarahumaras. El lugar escogido para tal acontecimiento sería el Valle de la Muerte. Todo el plan estaba orquestado por Wade y su pareja, el pianista Michael Stoneman. Después de varios incidentes –entre presentaciones de Foucault en universidad y saltos y brincos de Wade siguiendo el rastro del filósofo francés– se da el encuentro. Wade consigue que Foucault acepte el viaje y además de dar una conferencia en el posgrado de su Universidad.

Aquí es donde se inicia el libro, puesto que ya se tiene un contexto y cada lector, en adelante, podrá subrayar los aspectos que más le interese. Para el presente escrito, por cuestiones de espacio, solamente se enfatizarán algunos elementos vivenciales y aspectos académicos que aparecen en el escrito de Wade, que ya de antemano, se puede decir, contiene muchos elementos jocosos que hacen divertida la lectura.

Simeon Wade y Michel Foucault en Claremont, luego de la experiencia(Talking Drugs)

Simeon Wade y Michel Foucault en Claremont, luego de la experiencia (Talking Drugs)

I – Anecdotario

Después del encuentro entre Wade y Foucault en la Universidad de California, quedan en que se encontrarían en el aeropuerto cerca de Claremont. Wade y Stoneman recogen a Foucault y lo llevan a hogar donde vivían. En ese lapso, conversan sobre distintos temas, desde qué tipo de música escuchaba, si bebía o si le gusta el “porro”. Foucault admite que le gusta la música clásica y que no escucha pop ni rock, le gustan las bebidas fuertes, le gusta el porro y le gusta el hachís. Sobre esto resalta una anécdota bastante simpática sobre Noam Chomsky, el francés cuenta que gracias a Chomsky consiguió hachís, refiriéndose que a gracias al debate, como forma de pago, los organizadores le dieron un bloque y como manera divertida tanto Foucault y sus cercanos, lo llamaron “el hachís de Chomsky”. Foucault relata que tal acontecimiento se dio después del conocido debate que ambos mantuvieron:

“Aparecí en televisión con Chomsky, en Ámsterdam, y tras el programa, los patrocinadores me preguntaron qué clase de remuneración quería. Les dije que me gustaría algo de hachís y cumplieron con mi deseo alegremente. Me dieron un bloque enorme. Mis estudiantes y yo nos referimos a él como el hachís de Chomsky, no porque tuviera algo que ver con él, sino porque propició la ocasión.”

Foucault, según Wade, comentaba que respetaba mucho a Chomsky y criticaba al moderador de aquel debate por querer hacer una cosa muy estúpida, generar una especie de disputa teórica entre ellos. Además de aquel suceso, Foucault cuenta a la pareja sobre los problemas de la publicación de Historia de la locura en la época clásica y su prueba con cinco editoriales francesas y su posterior relación con los antipsiquiatras R. D. Laing y David Cooper. Tanto Wade como Stoneman quedaron asombrados por lo que contaba. Después, ya con la intención de partir hacia el Valle de la Muerte, hablaron del largo viaje y de la experiencia que el lugar implicaba. En el trayecto hubo conversaciones en torno al cine, su participación en un grupo de información sobre las prisiones, las anécdotas con Genet y Deleuze, su mala experiencia en Vincennes y la diferencia entre la vitalidad intelectual de California y los dogmas ideológicos en Francia. A lo largo del camino se dieron momentos de mucha intimidad, durante los cuales la pareja relató sus experiencias en California y los problemas con que se encontraron. Esto gestó una cierta amistad con Foucault, quien les contaba las peripecias de su niñez y la relación con su amante, Daniel Defert.

Ya en el Valle de la Muerte, Wade prepara “la poción mágica”. Foucault tiene sus dudas y quiere probar solo la mitad de la dosis, pero al final, y tras algunas persuasiones, decide probar una dosis completa.

“Siguiendo nuestras instrucciones, se mojó la punta del dedo, apretó la sustancia contra sus dientes inferiores y tragó saliva de forma audible. Después nos adentramos, los tres muy juntos, en Artist’s Palette, que relucía bajo el sol del atardecer como una tumba con mosaicos iluminada por la antorcha de un arqueólogo.”

Cuando la “poción mágica” comienza a hacer efecto, se dan conversaciones sobre el arte en Magritte, la música y los amores pasados. Al llegar a la cima de Zabriskie Point, Foucault sonríe y mira al cielo. Wade le dice: “El cielo ha estallado y llueven estrellas sobre mí. Sé que esto no es cierto, pero es la Verdad”. Dice Foucault a la pareja: “Soy muy feliz —con lágrimas cayéndole de los ojos—. Esta noche he obtenido una nueva perspectiva sobre mí mismo”. Después de eso, regresan a su hogar y Foucault da su conferencia en Claremont. Asiste a una despedida con personajes académicos en casa de Wade, donde habla de la liberación de los gays, de las mujeres, así como de Sartre y Camus.

II – El senderismo y los pensadores

Al día siguiente, Foucault realiza senderismo en Bear Canyon, por invitación de un amigo de Wade, David, que vivía en las montañas. Este acontecimiento es muy importante para subrayar algunas cuestiones y tiene que ver con las constantes referencias a pensadores y teóricos, por ejemplo, Bachelard, Merleau-Ponty, Gramsci, Althusser, Nietzsche y otros.

Foucault se encuentra con un grupo de amigos de Wade, cada uno con su particularidad; eran una especie de “comuna taoísta”. Los diálogos con estos muchachos permitieron a Foucault hablar de la historia de muchos intelectuales con quienes se relacionó. Resaltan sus comentarios sobre Merleau-Ponty, a quien considera una gran influencia, mucho más que Sartre. “ Merleau-Ponty era un académico riguroso al que todos podíamos admirar. Combinaba un conocimiento extenso con políticas prácticas. Ayudó a aflojar el dominio del marxismo estalinista y nos animó a buscar nuevas formas de entender a Marx”. Sartre, por su parte, dice Foucault, nunca se familiarizó con los aportes de los historiadores del siglo XX, se casó con la teoría de Marx y por tanto su teoría histórica carece de importancia. Cabe subrayar su comentario sobre Gramsci y su importancia:

“Gramsci fue mucho más importante para mí cuando era joven y estaba en el Partido Comunista —contestó Foucault—. Gramsci legitimó el desacuerdo dentro del PC en una época en la que era obligatorio estar de acuerdo con cualquier posición establecida. Al menos podíamos tomar a Gramsci como disidente dentro del paradigma marxista. Y su obra es importante en sí misma, sobre todo como precedente. En los cincuenta, los marxistas estaban totalmente enredados en el debate sobre Stalin. Gramsci nos ayudó a salir de ese embrollo. Trajo la disidencia, esto es, puso un pie en la puerta.”

Obviamente, no se puede negar el papel de Althusser en la vida de Foucault. Él mismo ha dicho: “Althusser ha sido para mí un maestro y un guía”. Por último, una de las cosas a destacar de esas charlas es cuando le preguntan sobre la función del intelectual en la sociedad.

“Ahora veo al intelectual como a una especie de funcionario. Hay tantos tipos distintos… Algunos intelectuales de la universidad colaboran con la gente de los negocios, y los hay de otra clase que se sientan en comités para lidiar con los problemas de la comunidad. El intelectual es un creador de herramientas y no puede establecer, ni siquiera prever, cómo la gente usará las herramientas que él fabrica. Ni siquiera en lo relativo a esto el intelectual es un profeta.”

Lejos de las posturas de vanguardia sostenidas por Lenin o Luckacs, Foucault rechaza todo lo que se acerca al intelectual de partido que percibe una verdad que las masas no pueden ver. Acá indudablemente los sucesos de mayo del 68, como bien dice, marcaron su perspectiva y “posibilitaron su trabajo”. Evidentemente, en este apartado no se alude a todas las referencias y comentarios que realiza y que claramente son muy enriquecedores y permiten conocer un Foucault más privado.

El libro termina describiendo la vuelta de Foucault a Francia: “sus ojos relucían con el mismo brillo que Venus alzándose sobre Zabriskie Point. Foucault se molecularizó en los brazos de sus hombres y acto seguido desapareció”.

Simeon Wade. Foucault en California. Un viaje filosófico y lisérgico. Blackie Book, 2023, 160 páginas.

Nota

[1] El texto mecanografiado se puede leer en este enlace.

Referencias

Borg, K. (2020). Foucault on Drugs: The Personal, the Ethical and the Political in Foucault in California. Foucault Studies, 28, 142-164.

Eribon, D. (1989). Michel Foucault. Anagrama.

Macey, D. (1995). Las vidas de Michel Foucault. Cátedra.

Miller, J. (1995). La pasión de Michel Foucault. Editorial Andres Bello.

 

* Raúl Acevedo es docente e investigador de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Es director del Centro de Investigaciones en Filosofía y Ciencias Humanas (CIF-Paraguay), miembro del comité editorial de la revista Apóstasis, de la Red Iberoamérica Foucault y del Consejo editorial del Celapec (México). Es gestor cultural en Filosofía en movimiento. Forma parte del grupo de investigación “Gubernamentalidad neoliberal e historia de los sistemas de pensamiento. Política y verdad en los debates postfoucaulteanos contemporáneos en torno del análisis del neoliberalismo”, en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), Argentina. Su interés gira alrededor de la filosofía contemporánea, los estudios culturales y el pensamiento crítico paraguayo.

1 Comment

1 Comentario

  1. Aníbal Cardozo

    21 de abril de 2024 at 12:25

    Muchas gracias por esta nota estimado Lic. RAÚL ACEVEDO. Son detalles y vericuetos que nos amplían el conocimiento que tenemos sobre Foucault, un grande del siglo XX, y que nos ayudan a comprender mejor su mensaje y su profunda mirada sobre la realidad humana, Felicitaciones

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