Cultura
“Un beso del 78”, un cuento de Bernardo Neri Farina
Acaba de aparecer “Asuficción. Cuentos asuncenos”, libro de Bernardo Neri Farina, publicado por Fausto Ediciones. Aquí compartimos uno de relatos incluidos en el volumen.
Detalle de portada de "Asuficción. Cuentos asuncenos". Ilustración de Nico Espinosa. Cortesía
Estás envejeciendo con admirable dignidad, Ernesto.
Voz de inflexión cadenciosa, timbre cantarín, acompasado, pulido. La reconocí antes de que terminara el enunciado. Giré hacia ella, hacia la voz. Y la voz era la de ella. Verónica. Verónica inconfundible. 45 años después.
El abrazo tuvo la intensidad de las ansias liberadas, pero estuvo atemperado por un dejo de pudor que ponía contención a la alegría.
Nos quedamos mirándonos fijamente mientras la vieja canción retornaba desde el disco en el que se había refugiado aquella lejana vez. Hello, darkness, my old friend, arrancaba. La oscuridad, esa vieja amiga que me acompañó tan tercamente, se iba disipando en el sonido del silencio. Un silencio tejido en la armonía vocal de Simon y Garfunkel.
Tomar su mano fue un súbito viaje del cual desistí también súbitamente. Se la solté. Ella seguía mirándome con una sonrisa giocóndica que no terminaba de formarse.
Se puede decir que estás espléndidamente viejo. Pero solo viejo en las canas, en las arrugas. Y en la edad, claro. Por lo demás, estás bien erguido, delgado, elegante. Y silencioso. Y seguís teniendo esa mirada vivaz como cuando…
Ernesto, papá está enterado y me prohibió verte más. Me dijo que, si fuera necesario, si no le hacía caso, me sacaría de la facultad; que me enviaría a estudiar al exterior. No sé qué hacer. Yo no me quiero separar de vos. Tengo mucho miedo. Sabés cómo es papá, el poder que tiene. Y su odio a todo lo que él llama contrera. Además, tiene sus vigilantes en toda la facultad. En cada mirada con la que me cruzo creo ver un informante suyo. Tengo miedo por mí y sobre todo tengo miedo por vos. Aunque yo soy su hija, y alguna consideración me va a tener. Pero vos, vos estás totalmente indefenso ante él.
Varias veces estuve cerca de vos y no me animé a hablarte. No sabía qué decirte. No sabía cómo me recibirías, qué me dirías. Tenía ganas de, pero… No importa cuánto tiempo haya pasado. Tengo cosas que las llevo marcadas en la memoria, cosas de las que jamás me pude desprender. Que aparecían recurrentemente con el menor estímulo. Como con aquella canción. Conste que tuve una vida que podríamos llamar normal después de lo que pasó. Pero no era tan normal, al final. Había cosas en mi memoria. Mi hijo mayor se llama como vos, Ernesto. Ni mi papá ni mi marido recordaron que era tu nombre. Fue mi pequeña venganza. Papá se refirió siempre a vos como “ese sujeto”, algo típico en la jerga de los de su calaña.
No, Ernesto. Te quiero demasiado, pero no estoy preparada. No quiero que tomes mi rechazo como un desprecio o algo por el estilo. Solo que tengo miedo de todo. En casa la situación ha empeorado. Papá se puso violento hasta con mamá por nuestra relación, por vos y por mí. Cada día van y le cuentan cosas. Que nos vieron aquí, que nos vieron allá, que andamos tomados de la mano, que caminamos abrazados, que me acompañás a esperar a que el chofer me vaya a buscar. Conoce detalle por detalle nuestro movimiento. ¿Te imaginás que nos descubriera en algo…? No quiero ni pensarlo, Ernesto. No quiero ni pensarlo.
Te fui viendo a través de tus fotos en las solapas de tus libros, que los tengo todos, y en las entrevistas que te hacían. Te vi en televisión hablando de cultura, de historia, de política. Fuiste brillante como estudiante de Historia en la facultad, y hoy sos un historiador prestigioso. Averigüé tu teléfono. Tenía todas tus coordenadas. Te sigo en las redes, aunque yo no soy muy activa en eso y no alzo fotos mías. Tengo un nick poco reconocible. No me animaba a ir a tus conferencias. Había momentos cuando te veía en la tele que me entraban unas ganas de vos, Ernesto. No te rías, por favor. Y no creas que soy una señora insatisfecha o cosas por el estilo. No, tengo una vida normal y tengo las expectativas sensuales satisfechas. Sigo activa a los 68 con un marido que tampoco se entrega. Tenemos nuestros escapes. Pasa que, pasa que, pasa que entre vos y yo fue todo muy intenso, corto e… incompleto. Sí, nunca me animé a dar aquel paso contigo. Me tenía aterrorizada la idea de que papá nos descubriera y llegara a matarte por eso.
Papá está furioso porque no te dejo. Ya no me da oportunidad de verte. Me obligó a abandonar la facultad. Apenas tengo tiempo de escribirte esta carta y enviártela por medio de Ana Carmen, tu compañera, que es mi vecina. Ella me ayudó a escribirla a escondidas y también la sacó a escondidas. Me voy a Buenos Aires. Cuidate, Ernesto. Por favor. Nunca dejaré de quererte. Quisiera volver pronto y encontrarte y que seamos libres de una buena vez. Que tengamos la plena libertad de sacarnos todas las ganas mutuas que hoy nos angustian.
Papá nos llevó a Buenos Aires a mamá y a mí. Él tenía amigos en el gobierno de allá y seguí estudiando matemáticas, como aquí. Estuve dos años. Cuando volví, papá me tenía preparada otra sorpresa: un novio con perspectiva de casamiento rápido. El hijo de un amigo suyo de la situación. Que, pese a todo, resultó ser buen muchacho. Yo traté de buscarte, pero había un cerco alrededor de mí que me impedía tener libertad en mis movimientos.
Un día, cuando ya los diarios comenzaban a tener una posición más crítica hacia el gobierno, vi una información sobre vos y tus actividades políticas en la oposición. La información tenía un contexto: tu historia de preso político secuestrado una tarde en el portón de la Facultad de Filosofía de la UNA. Y decía el artículo que solo apareciste varios meses después con evidentes signos de que te habían hecho pasar muy mal. Ese día de la crónica puse el disco aquel y Simon y Garfunkel me acompañaron. Tuve que esconderme de los míos para tener la libertad de llorarte, Ernesto.
Cuando pasó lo de febrero del 89 yo ya tenía mi vida hecha. Solo podía mirar para adelante. Y tuve otro sufrimiento: ver la caída de papá. El hombre, otrora poderoso, terminó humillado. Toda la humillación que él propinó a mucha gente, se la devolvieron con creces. Hasta que murió de pena y de rabia.
El encuentro de hoy fue fortuito. Pero algo me dijo en mi interior que esta vez te hablara. Quería saber cómo me responderías. La alusión a tu vejez es una ironía sonsa. Vos estarás pensando lo mismo de mí y puedo decir que ambos hemos envejecido con dignidad.
¿Que te entran ganas de darme un beso ahora? ¿Un beso-beso, un beso de aquellos, bien nuestros, un beso del 78? No, Ernesto. Ese beso sería algo de un tiempo silenciado, no de ahora. Entre vos y yo no hay un beso. Ese tipo de besos, por lo menos. Entre vos y yo hay un tiempo frustrado, un tiempo que se quedó en algún lado. En una canción que hablaba de silencios y que después se tornó silencio. Simon y Garfunkel. Los sonidos del silencio. Nuestra canción, Ernesto.
Aquí viene mi hijo. Miralo. ¿No es hermoso? Vení, mi amor. Te presento a un antiguo compañero de facultad. Y mirá cómo son las cosas. Tiene tu mismo nombre: Ernesto. Chau, Ernesto, por ahí nos vemos. Te admiro mucho, como siempre. Que sigas bien.
Estoy envejeciendo ¿dignamente? Ya oscureció. Camino hasta la parada del ómnibus mientras voy traduciendo mentalmente la canción de Simon y Gargunkel que fue un himno nuestro en los 60 y los 70.
Y en la luz desnuda vi diez mil personas,
tal vez más.
Gente hablando sin hablar,
gente escuchando sin escuchar.
Gente escribiendo canciones
que las voces nunca compartirán,
y nadie se atreve a perturbar
el sonido del silencio.
Verónica irrepetible. Sí, estoy envejeciendo. Desde 1978 vivo envejeciendo con dignidad. Y seguiré haciéndolo con mi silencio envejecido, en la oscuridad amiga solo disipada por esta canción. Esta vieja canción. Tan nuestra.
Nota de edición: Bernardo Neri Farina (Asunción, 1951), periodista, escritor y docente, es presidente de la Academia Paraguaya de la Lengua Española, vicepresidente del PEN Paraguay y expresidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay. Ha publicado 27 libros en diversos géneros: ensayos históricos, novelas, cuentos, biografías, crónicas. Ganó varios premios literarios. Algunos de sus relatos están incluidos en antologías nacionales e internacionales.
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