Fredi Casco: El dorso de la foto es escrito

POR Damián Cabrera *

El contraste es una forma de intensificación de las distancias. A mayor contraste, mayor separación entre las zonas luminosas y las zonas oscuras. Pero la opacidad también puede ser blanca, o manifestarse a través de una transparencia difuminada que organiza el modo en que se proyecta algo. La cabeza de un caballo blanco, el rostro de una mujer negro, blanco el movimiento de un niño junto al negro, del arroyo, del filo geométrico de una arquitectura industrial, blanca, de las palabras negras, del paisaje blanco, de la humedad de dos nombres. Cómo es que una imagen se imprime. Cómo comparece. Esto independe de la operación que sea empleada: el resultado es una constancia de presencia, un vestigio gráfico, que es el otro nombre de una resistencia a la luz.

Fredi Casco, “Foto Zombie”. Grafito sobre dorso de fotografía. 2011-2014. Cortesía

Es conocida la anécdota de Fredi Casco, frecuentador de los mercados de pulgas de Asunción –y no solo de Asunción–, en busca de la preciosidad mínima y rara, a veces incluso residual. Fredi descubrió en un maletín que deseaba comprar un lote de fotografías correspondiente a eventos protocolares y diplomáticos de la dictadura de Alfredo Stroessner. Alertado por el interés del comprador, el ventero, que no había considerado el valor de esas fotos, impuso un precio alto. El artista las fue adquiriendo de a una, hasta que un dinero inesperado permitió hacer una oferta por el conjunto. Pero las adquirió por una ganga: unas decenas de miles de guaraníes y una Pilsen.

Fredi Casco, “Foto Zombie”. Grafito sobre dorso de fotografía. 2011-2014. Cortesía

Casco ha venido desarrollando parte de su obra a partir de este lote de fotografías, por ejemplo, en las series El retorno de los brujos vol. 1: Los desastres de la Guerra Fría y El retorno de los brujos vol. 2: Bienvenido hermano extranjero, en que, primero, interviene digitalmente fotografías, para presentar una visión ficcionalizada de la dictadura y sus relaciones internacionales, dominadas por un extrañamiento onírico y absurdo, repleto de duplicaciones deformes, como fallas matriciales, de máscaras de gas en las que resuenan los ecos de la inminencia nuclear, o la presencia de infiltrados de la guerra fría y su mejor metáfora: la amenaza extraterrestre.

Fredi Casco, “Foto Zombie”. Grafito sobre dorso de fotografía. 2011-2014. Cortesía

Frente y dorso del papel fotográfico representan dos puntos opuestos y extremos, pero la máxima distancia es también inmediatamente contigua e inseparable. Y, pese a ser un material resistente a la luz, la luz persiste y altera. La foto retroiluminada no permite ver la parte posterior de las figuras, pero sí permite una mirada posterior. Espalda contra espalda, los dibujos que Fredi Casco presenta en su serie Foto Zombie (2011-2014) se superponen a sellos de estudio, textos descriptivos, manuscritos que consignan nombres, eventos, lugares y fechas. Exhibidas en su lado malo, estos dibujos reinscriptos de fotografías no solamente establecen una conversación, a la manera de los discursos del grafiti (Pompeya), sino que contestan el protagonismo de la imagen fotográfica convencional, aunque no están separados enteramente de ella. Se trata, pensás, de un viaje a la semilla. El grafito inscribe búsquedas primitivas por dejar la huella de objetos reales sobre superficies –se podría decir: una proto-proto-fotografía–: pero hay zonas y aspectos para los cuales la luz es insuficiente para dejar sus marcas, y la luz es asistida con la oscuridad del grafito, de la tinta. También se podría decir que orbita por ahí la idea de una refotografía, pero que dadas las implicaciones técnicas convendría llamar reimaginación.

Fredi Casco, “Foto Zombie”. Grafito sobre dorso de fotografía. 2011-2014. Cortesía

¿Pero qué reimaginación es la que propone Casco? Los dibujos recuperan la práctica de las siluetas identificadoras de figuras/personajes que aparecen en fotos grupales. Estos contornos, habitualmente dispuestos en transparencias, describen las siluetas, pero obvian otros elementos de la figura y del fondo. Empleadas como prótesis nemotécnicas, estas siluetas garantizan la sostenibilidad del recuerdo. Pero la obra de Casco no se inscribe en un gesto de activación de la memoria, sino de su deformación. Estas imágenes que apenas expresan profundidad –debido más al entrenamiento del ojo que a las cualidades inherentes del dibujo–, planas y sin perspectiva. Y pese a las inscripciones acotadoras, alusiones a fechas, a banquetes, a nombres esquivos junto a algunos menos escurridizos, la fuerza formal de la silueta prima sobre la superficie que, pese a ser clara, invoca una idea de sombra. Ronda aquí un espectro, se pensará, y un espectro es una presencia marcada por la abstracción, carente de consistencia, y dominada por la transparencia. Pero ahí afuera, ya no en la superficie frontal, donde la imagen es la superestructura que muestra el conjunto de las relaciones sociales y culturales, ni en la base, que es el dorso, donde radica todo aquello que alude a la reproducción del orden social, y por ende es más inaccesible, sino en su intersticio: ahí ronda un zombie. Un zombie es un cuerpo vacante que puede ser llenado con voluntad.

Fredi Casco, “Foto Zombie”. Grafito sobre dorso de fotografía. 2011-2014. Cortesía

La luz infrarroja revela el calor de los cuerpos. Otras formas de visión pueden ser más profundas. Mostrar órganos, huesos. ¿A alguien se le ha ocurrido la terrible idea de que por dentro somos una profunda oscuridad andante? Líquidos son introducidos en los cuerpos para contrastar partes del organismo, sus fluidos, sus deformaciones. Y luego están los reactivos: ojos que no ven pueden descubrir la enfermedad. “Un habitante más de tu cuerpo”, te dijo el médico. Bien pudo decirle su paciente: “para ver lo que tenés, vamos a destacarlo por medio de esto: la intensificación de las distancias”. La ciencia y su ficción han querido inventar otros ojos: lentes son capaces de revelar la presencia de los body-snatchers, agazapados bajo la forma de un secreto, listos para dar el salto, como el felino que acecha, en la noche del sueño, del recuerdo. Pero estas siluetas podrían estar tratando de revelar no solamente la naturaleza de esa voluntad injertada en los cuerpos, que domina no solo la ideología de los gestos protocolares, de los banquetes y la fiesta esplendorosa que contrastan con la decadencia de un modelo político, de un gobierno enfermo y vampírico, sino que podrían aludir a la mismísima semántica de la ideología que en tanto signo lingüístico, al decir de Zizek, estaría configurada por significantes vacíos que pueden ser llenados con cualquier significado.

Fredi Casco, “Foto Zombie”. Grafito sobre dorso de fotografía. 2011-2014. Cortesía

Escribir, dibujar, es una forma de percutir el lenguaje de la imagen, sobre una superficie. Como se frota la madera, en la isla desierta, hasta que comience a arder y haya fuego.

Ahora te parece que las de Fredi Casco son fotos quemadas.

* Damián Cabrera es escritor, investigador, docente, gestor cultural y curador. Su trabajo se desarrolla en las áreas de lengua, literatura, fronteras, arte, política y cultura. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Capítulo Paraguay, y de los colectivos Ediciones de la Ura y Red de Conceptualismos del Sur.