Cultura
Publicidad y publicaciones. Jardinería de antaño en Paraguay (IV)
Detalle de un catálogo de Juan Ceriani, 1915. Acervo Huellas de la Cultura Paraguaya
La primera publicación conocida sobre vegetación de la región no fue motivada por interés jardinero, paisajístico ni botánico, sino médico. Denominado Materia médica misionera, este escrito del año 1710, autoría del sacerdote jesuita Pedro de Montenegro, inauguró una dilatada tradición –aún vigente– de investigaciones y publicaciones sobre los usos terapéuticos de la vegetación nativa del Paraguay, entre las cuales sobresalen los apuntes del también jesuita Segismundo Aperger hacia 1750; algunos capítulos del manuscrito Paraguay natural, de José Sánchez Labrador, hacia 1770; los textos de Juan Vicente Estigarribia (dos libros del año 1858 y unos manuscritos transcriptos y publicados en 2020 por Nelson García y Fanny Álvarez); las Notas sobre algunas plantas usuales del Paraguay, de Corrientes y de Misiones, de Domingo Parodi (publicadas como artículo científico en 1860, ampliadas a libro en 1886), además de numerosos escritos aparecidos durante la primera mitad del siglo XX, de autores como Moisés Bertoni, Andrés Barbero, Robustiano Vera y Manuel Domínguez, entre otros.
En todo Río de la Plata, y a lo largo de los siglos, vegetación, medicina y jardinería mantuvieron un estrecho vínculo, tempranamente interpretado por los jesuitas de las misiones, como se puede verificar –principalmente– en su legado escrito. Precisamente, y aunque estuvo extraviado hasta 2017 –y, por ende, aún no ha sido publicado íntegramente–, el manuscrito Paraguay cultivado, de Sánchez Labrador, fechado en 1790, constituye para el Paraguay la publicación más completa sobre jardinería, no solo del período colonial sino, incluso, llega hasta el día de hoy. El tratado está compuesto de cuatro partes: I. De la labranza de las tierras; II. De los huertos de árboles; III. Las hortalizas y legumbres; IV. Jardines.
Esta última parte, a su vez, está dividida en dos secciones. La primera, “Del cultivo de las flores en general”, está compuesta por dieciséis capítulos que refieren a características de suelos y flores, recomendaciones para sembrar, multiplicar y reproducir, prevención de plagas y diseño de jardín (que incluye algunos bosquejos), entre otros temas. La segunda sección, “Del cultivo en particular de algunas flores”, está constituida por catorce capítulos que presentan en orden alfabético las características de numerosas especies florales e incluye un “vocabulario” latino, italiano y francés de las flores referidas.
Posteriormente, entre fines del siglo XVIII y segunda mitad del siglo XIX, la vegetación ornamental del Paraguay –y su consideración en jardines– fue escuetamente mencionada por varios visitantes europeos –entre los que se cuentan el español Félix de Azara, el francés Alfred Demersay y el inglés George Masterman– en importantes libros, aunque ninguno de ellos sobre vegetación en general o jardinería en particular. No obstante, estas publicaciones son de interés para la jardinería local ya que identifican varias especies nativas y exóticas, además de la relación con el imaginario europeo y americano. El libro del francés Marc Micheli, denominado Contribución a la flora del Paraguay (Genève, 1884), es de los pocos materiales de este período que fue enteramente dedicado a la flora local, aunque no con un enfoque jardinero sino botánico. Lo mismo puede señalarse de otro reconocido autor francés, Benjamín Balansa y el caso ya citado del español Domingo Parodi.
Durante este lapso, es muy poco lo que puede hallarse en publicaciones periódicas. Esporádicamente, aparecieron algunos párrafos referidos a consejos puntuales, alguna mención en artículos sobre agricultura o descripciones circunstanciales de jardines como escenarios de algún evento social, casi siempre en las páginas del Semanario de avisos y conocimientos útiles (1853-1867). De no haber sido por un polémico incidente con un buque de importaciones en 1853 y la publicación de la lista de mercaderías retenidas en la aduana asuncena, no se tendría siquiera datos sobre el comercio de especies ornamentales en la época, ya que la difusión del movimiento aduanero solo refería a los rubros más importantes en términos económicos. La declaración de “un paquete de semillas de flores” es la única referencia conocida en un medio de prensa que permite suponer la existencia de un mercado, si bien muy minorista, pero ya activo en ese tiempo.
En 1863, un libro uruguayo titulado Catecismo de Agricultura fue dedicado al Paraguay por su autor, Antonio Caravia. El gobierno paraguayo adquirió mil ejemplares para su distribución en todas las escuelas del país. Si bien el texto no refiere a la floricultura, resulta de interés tanto por abordar temas teóricos y prácticos del cultivo de la tierra, como por tratarse de un material de carácter pedagógico, redactado para la enseñanza de agricultura en las escuelas.
Finalizada la Guerra contra la Triple Alianza (1865-1870), el escenario cambió drásticamente. Varios de los inmigrantes europeos llegados durante aquellos primeros años de posguerra promovieron directa o indirectamente la consideración de jardines diseñados, tanto en viviendas como en espacios abiertos de instituciones de diversa índole. Muy pronto se articularon pequeños mercados de productos y servicios, con las correspondientes ofertas en periódicos. Hacia 1877 empezaron a aparecer las primeras. En una publicación de julio de ese año, en el diario La Reforma se leía que un bazar –cuyo nombre no se especifica– acababa de recibir semillas de especies gramíneas, florales, árboles frutales y “de lujo”.
En otra publicidad de agosto de 1877, también en el diario La Reforma, se leía: “En este establecimiento se encuentran en venta por mayor y menor toda clase de plantas frutales y de flores venidas de abajo. Sus dueños se ocupan de formar jardines en casas de la ciudad y quintas, á precios sumamente baratos, y hacen ramos de todos los tamaños” (sic). Se refería al entonces conocido como Almacén de Antonio Villa, local que tuvo distintos nombres con el paso de los años, aunque siempre con el mismo dueño. Un par de años después, a mediados de 1879, en el mismo diario se leía más detallada la oferta: “En este antiguo y acreditado establecimiento, situado en la Recoleta al lado del cementerio, se encuentra, además de los artículos del ramo, un hermosísimo jardín que contiene flores de diversas clases, plantas y semillas de café en buena condición. Entre las flores se cuentan las afamadas cinecia, magnolia y camelia. Se confeccionan ramilletes á gusto de los interesados, garantiéndose trabajo agradable y modicidad en los precios” (sic).
Este tipo de publicidad escrita tan descriptiva era común en aquellos tiempos de imprentas rudimentarias, sin condiciones para lograr una buena reproducción de imágenes. Por lo tanto, los textos no solo debían ofrecer toda la información necesaria, sino también, de ser posible, incluir alguna referencia llamativa que captara la atención del lector, como lo hacía Aquilino Piatti para promocionar su local Villa de Milano, aludiendo con ironía a los frecuentes levantamientos armados de la época contra los gobiernos de turno, anunciando que “La revolución estalló en la Villa de Milano”. Los primeros ensayos con gráfica en este tipo de publicidad resultarían poco atractivos y elocuentes para las nociones contemporáneas de márketing, como puede apreciarse en otra del local de Antonio Villa de1893, un cándido grabado de una planta con sus raíces.
Además de las pautas publicitarias en periódicos, a partir de la década de 1890 algunos locales –siguiendo la tendencia internacional– publicaron catálogos propios con mayor detalle de los productos y mejor calidad de impresión. Los catálogos eran folletos de entre cuatro a doce páginas en promedio, que contenían listados de las especies ofertadas, a veces con descripciones y precios. Pionero en esta modalidad en Paraguay fue Juan Ceriani, quien promovió al menos una veintena de ellos a partir de 1891. El del año 1915 daba cuenta, a través de un sobreimpreso en color rojo, de las dificultades por las que estaban atravesando los rubros de horticultura y floricultura a raíz de la Primera Guerra Mundial: “Los precios anotados en este catálogo sufrirán un aumento de 25 a 50%, según la clase de semilla, debido a la situación anormal de los mercados europeos”. Esto evidenciaba la alta dependencia de proveedores internacionales.
Otra casa asuncena con catálogo fue la de Conrado Kraus. El primero, del año 1902, no incluía imágenes como los de Ceriani pero, a diferencia de aquel ejemplar ya comentado, presentaba una lista más detallada de especies ornamentales –varias de ellas nativas–, tanto en plantines como semillas, además de ofrecer una importante cantidad de herramientas de jardín. El catálogo de Juan B. Jiménez (quinta La Esperanza, Puerto Bertoni) fue posiblemente el más extenso (16 páginas). Tampoco tenía imágenes, pero sí un breve descriptivo de cada especie ofertada. Fue publicado en 1913como un inserto en uno de los números de Agronomía (boletín de la estación agronómica de Puerto Bertoni).
Mención aparte merece el catálogo de los colonos de Cosme (Caazapá), publicado en 1898. No solo por el cuidado de la edición, sino también por el contenido. Además, a diferencia de los ya referidos, este estaba redactado íntegramente en inglés. Es muy probable que la editora fuese la célebre escritora australiana Mary Gilmore, habitante de la colonia en aquellos tiempos y encargada del periódico local.
El caso del Catálogo de plantas cultivadas en la estación agronómica de Puerto Bertoni es distinto a los anteriores ya que no todas las especies incluidas estaban a disposición para la venta, pues el sitio era, en esencia, de estudios botánicos (por ello estaba también habilitada la opción de canje). Publicado y actualizado periódicamente entre los años 1910 y 1913 en la revista Agronomía, el listado llegó a contener más de 760 especies y variedades, incluyendo un apartado de especies nativas. Otro listado del mismo autor, aún más extenso pero sin descripciones, se denominó Las plantas usuales del Paraguay y países limítrofes (Asunción, 1914). Mencionaba 810 especies y variedades.
Un libro que no es propiamente de jardinería, denominado Tratado de economía, historia natural y climatología del Paraguay (Asunción, 1904), obra del botánico alemán Henry Mangels, incluyó un capítulo sobre las características de varios árboles nativos, otro sobre el mburukujá y otro con una lista detallada de las más de 250 especies componentes de su quinta, que existió en las afueras de Asunción. Fue un esfuerzo de inventario que no tuvo réplica en la época, exceptuando el impresionante catálogo de Puerto Bertoni, ya mencionado. El libro de Mangels fue referencia para varias publicaciones alemanas sobre el Paraguay e, incluso, mereció una reedición póstuma (Munich, 1919). Entre diversos emprendimientos desarrollados por él, se cuenta también una librería. En la misma, ofrecía textos sobre diversos temas, incluyendo agricultura y jardinería. En una lista de ofertas que publicó en un diario local de 1876, se identifica Manual del jardinero y arbolista (J. Rossignon, 1859), un clásico con varias reediciones, escrito para el contexto latinoamericano. Por los mismos años, también circulaba en Paraguay otro clásico europeo, El lenguaje de las flores y el de las frutas(Barcelona, 1870), de Florencio Jazmín.
De manera escueta, el libro Almanaque Agrícola Paraguayo y Agenda del Agricultor de Moisés Bertoni (Asunción, 1903), refería a los jardines en varios de los meses descriptos, con consejos sobre siembra, poda y otros cuidados de especies ornamentales. La edición reformulada de aquel libro, denominada Agenda & Mentor Agrícola (Puerto Bertoni, 1907 y reedición ampliada en 1927), dedicó también algunos pocos párrafos al cultivo de jardines, indicando las mejores épocas del año para la plantación, características de algunas pocas especies, plagas que afectan a las rosas y recomendaciones para el uso de insecticidas. Contenía, además, un título sobre las plantas medicinales.
El periódico El Agricultor, editado por los primeros egresados de la Escuela Agrícola a partir de 1903, también incluyó breves menciones sobre jardinería en casi todos sus números. En algunos casos, refiriendo a especies vegetales; en otros, ofreciendo consejos diversos (abonos, técnicas de cultivo, control de plagas, etc.) e incluyendo publicidad de viveros. También la Revista Agropecuaria y de Industrias Rurales, publicada entre 1928 y 1930, realizaba eventualmente menciones al cultivo de jardines.
Entre las décadas de 1920 y 1930, el director de Tierras y Colonias, Genaro Romero, sostuvo de manera admirable una publicación denominada Boletín de Tierras y Colonias, edición mensual de 32 páginas que contenía información oficial y datos de utilidad, sobre todo para habitantes del campo. Con frecuencia, incluía reflexiones sobre vegetación, horticultura y jardinería. En varios casos, los artículos eran igualmente publicados en diarios de la época. Esto también ocurrió con el Manual Informativo, la Cartilla Rural y la Cartilla Agropecuaria, todas publicaciones periódicas de diversa frecuencia, promovidas por Romero desde el Ministerio de Agricultura entre fines de la década de 1930 y mediados de la década de 1940. Constituyen, además, los últimos esfuerzos locales durante el siglo XX para promover el cultivo de especies vegetales de uso medicinal en jardines domésticos. A partir de aquí, la flora medicinal y el diseño de jardines serán temas abordados siempre por separado.
En los mismos años, otros autores –como Leopoldo Benítez y Robustiano Vera– también sumaron textos de interés para la actividad jardinera. Entre las décadas de 1920 y 1940 publicaron en diversos medios artículos sobre jardines y especies vegetales. El interés específico de Benítez eran los temas teóricos, particularmente los referidos a tipología y estilos de jardines, siendo posiblemente el único autor de la época en abordarlos desde tales enfoques. Dos textos extranjeros citados con frecuencia por Benítez fueron Grandes ciudades y sistemas de parques, de Jean-Claude Nicolas Forestier (Francia, 1904) y Tratado de jardinería y floricultura, de Pedro Muñoz y Rubio (España, 1898). Robustiano Vera, en cambio, siguiendo una tradición ya estructurada en aquella época, se enfocó en la descripción de especies vegetales y sus propiedades. La mayor parte de los artículos de Benítez fueron publicados en la Revista Municipal de Asunción, mientras que los de Vera se encuentran principalmente en las columnas de El Diario. Existen, además, diversos artículos de estos autores en otros medios de la época, varios, incluso, de carácter científico.
En similar línea a la de Robustiano Vera, autores como Manuel Domínguez y Andrés Barbero también aprovecharon medios de difusión general como diarios y revistas de variedades para difundir, entre las décadas de 1930 y 1940, artículos que referían a diversas especies vegetales nativas. Tampoco en estos casos la motivación fue la jardinería.
Una figura importante de finales de la década de 1950 y principios de 1960 fue Lucy Andress, fundadora del Club de Jardines en 1963. Notablemente, no se conocen textos suyos específicamente sobre jardinería, aunque es digno de mención su libro Embellezca su hogar con materiales de la naturaleza, publicado por la editorial La Colmena (Asunción, 1959), con una reedición en 1981 por la editorial Comuneros. Además, el club edita de manera ininterrumpida, desde 1963 hasta hoy, un breve material de referencia para las asociadas. Lucy formó una biblioteca, anunciándolo de esta manera: “La biblioteca de nuestro club contiene libros y revistas sobre arreglos florales, jardinería, diseños de jardines, patios. ÚSELOS”. Entre los materiales de aquellos anaqueles se cuentan Manual de jardinería, de T. H. Everett (Buenos Aires, 1962), y Paisajismo en viviendas y guía de jardines de R. P. Korbobo (Nueva York, 1959), entre otros.
El Herbolario Paraguayo, publicado en enero de 1962, no es muy distinto a los catálogos de fines de siglo XIX. Contenía la importante cantidad de 413 especies nativas de uso medicinal, con breves descripciones de la mayoría de ellas y sus aplicaciones médicas. Si bien se trataba de un catálogo comercial, no se ofrecían especies vivas, sino procesadas.
Entre julio de 1966 y febrero de 1968, la edición dominical del diario La Tribuna publicó un total de 84 artículos del naturalista Javier Cataldo. La serie se denominó “Flora medicinal paraguaya” y, una vez terminada, fue inmediatamente compilada en un voluminoso libro de 460 páginas que recogían no solo aquellos artículos, sino que también incluía una sección con una lista de 122 especies con sus principales características y efectos terapéuticos. Una tercera sección contenía 202 recetas medicinales basadas en las plantas listadas. La cuarta parte estaba dedicada a veinticuatro tipos de baños medicinales. La quinta sección hacía referencia a usos y propiedades vitamínicas de dieciséis verduras y, la sexta, a usos y propiedades de veintiún frutas. El libro contenía, además, alrededor de 80 dibujos. Pese a su volumen, las referencias a la jardinería eran muy escasas, encontrándose apenas un par de ellas, de modo anecdótico.
Las primeras publicaciones sistemáticas sobre jardinería, en periódicos, aparecieron a partir del año 1969 y han abordado desde entonces una gran variedad de aspectos, aunque poco frecuentemente aquellos relacionados a la consideración de especies nativas, particularmente medicinales.
* Carlos Zárate es arquitecto, docente, investigador, magíster en Restauración y conservación de bienes arquitectónicos y monumentales, coordinador de área de Teoría y Urbanismo (FADA-UNA) y miembro del Comité Paraguayo de Ciencias Históricas (CPCH).
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Nati Boniati
26 de noviembre de 2023 at 15:31
¡Qué nutrido artículo! Muchas gracias. Una jardinera agradecida.
Carlos Zárate
26 de noviembre de 2023 at 21:27
Muchas gracias por tus palabras, estimada Nati Boniati. Cordial saludo.