Cultura
Josefina Plá, la hija del mar
El próximo jueves 9 de noviembre Josefina Plá cumpliría 120 años. En este nuevo aniversario, recordamos algunos pasajes de su vida, a través de su propio testimonio y de quienes la conocieron.
Josefina a la edad de seis años en Santa Pola, Alicante, con su hermana Carolina (1909). Donación Ariel Plá. Colección AECID en el CCE Juan de Salazar
Cuando se cumplen 120 años del nacimiento de Josefina Plá en el Faro de Punta Martiño, Isla de Lobos (Fuerteventura, España), volvemos a releer en la biografía Josefina. Una voz singular, de Armando Almada Roche (2011), algunos de los recuerdos infantiles en palabras de la propia escritora: “Fui una niña precoz. Según mis padres era muy inteligente, una especie de superdotada. Tanto era así que me exhibían ante sus amistades como a un fenómeno. A los dos años o tres yo ya casi sabía leer de corrido para admiración y maravilla de mis familiares…”
El ceramólogo Josep Pérez Camps, en febrero de 2023, publicó un estudio sobre el papel de la mujer en la cerámica de Manises (La dona en la indústria ceràmica de Manises), que aporta nuevos datos de Josefina como ceramista del siglo XX y añade a su biografía sus estudios en magisterio, su dominio del inglés, francés y alemán y el curso que realizó en la Escuela Práctica de Cerámica entre 1930 y 1931, llegando a exponer en el Círculo de Bellas Artes en Madrid (noviembre, 1931), donde vendió algunas piezas, entre ellas un plato al pintor y académico de Bellas Artes de San Fernando, José López Mezquita [1].
En agosto de 2018, en La Voz de Almería, aparece el artículo “Pez de barro”, de Mar de los Ríos [2], que revelaba aspectos de la niñez de Josefina a través de su relación epistolar con su amiga Julita, hija también de otro farero y nacida, como ella, en la isla de Lobos en Fuerteventura. En 1914, con apenas once años, y por el trabajo de su padre como torrero de faros, la familia se trasladó a la isla de Alborán, un pequeño islote en el Mediterráneo, a 50 millas de la península, donde vivió durante toda la primavera y el verano en el que estalló la Primera Guerra Mundial. Así describía el lugar: “Esto es simplemente un jardín ventoso del que no se puede escapar, pero sin una sola palmera”.
Y fue allí donde, de una manera lúdica, tuvo su primera experiencia con el barro: “He descubierto cuán feliz me siento diseñando dibujos sobre platos y jarrones que modelamos. Se me pasan las horas volando como con ninguna otra actividad. La señora Maruja dice que no se me da mal esto de decorar la cerámica y mi madre quiere que le haga una vajilla de doce servicios. Ya me ha dicho la señora Maruja que le diga a mi madre que se tendrá que conformar con cuatro platos llanos y una fuente”.
También, tuvo su primer “novio”, hijo de otro farero y dos años mayor que ella. A Manuel le dedicó unos versos que compuso desde los seis años y una de sus primeras piezas modeladas en barro a modo de regalo de despedida pues, a principios de septiembre de 1914, se trasladaron a Garrucha, un pueblo de la costa de Almería. “Le estoy haciendo un jarrón con forma de ave, con las dos alas abiertas por asas y un pez en el pico a punto de caer”.
A través de esta correspondencia, comprobamos su madurez al escribir y su precocidad en la lectura. Viviendo en ese entorno tan aislado, a su confidente con la que se cartea dos veces por mes, le comentaba que estaba leyendo la primera novela de la poeta y escritora Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 1837- Padrón, 1885), La hija del mar, publicada en 1859. Pronto pasará a leer en francés poemas de Verlaine, Baudelaire… y con catorce años publicará sus primeros versos en la revista Donostia en San Sebastián.
A Garrucha volvió años después para visitar a su padre, destinado allí, a principios del mes de julio de 1935, ya casada con Andrés Campos Cervera/Julián de la Herrería, quien pintó algunos paisajes de los alrededores, como el que se conserva en la colección del Museo Julián de la Herrería.
Siendo ya una anciana, le preguntaron sobre el significado del mar en su vida, a lo que ella respondió: “Creo que ha ejercido una influencia muy grande en mi vida el haber nacido junto al mar y junto a él haber vivido por lo menos diecisiete años. El color y el rumor del mar me tatuaron en algún lugar del ser ciertos símbolos o cifras de emoción, de los cuales me sería tan difícil desprenderme como de mi proprio nombre” [3].
Notas
[1] Josep Pérez Camps. La dona en la indústria ceràmica de Manises, Ajuntament de Manises, España, 2023.
[2] Mar de los Ríos, “Pez de barro”, La Voz de Almería, 04.08.18.
[3] Josefina Plá. “Autosemblanza escrita a pedido de un periodista extranjero”. Documento recogido en la tesis doctoral de Ramón Bordoli Dolci, 1984.
* María Blanco Conde es curadora de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID, Madrid). Es autora de la museografía de la Colección Museo Julián de la Herrería, Centro Cultural de España Juan de Salazar.
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