Cultura
Los inicios del narcotráfico en el Paraguay: 1950-1970 (I)
Anticipamos aquí este artículo que será incluido en el Anuario 2023 de la Academia Paraguaya de la Historia. Un problema, un concepto y dos historias que contar. Primera parte.
Cáñamo. Cortesía
El problema y el concepto por abordar…
En la actualidad, numerosas noticias de prensa, documentos de organismos internacionales e informes estatales posicionan a Paraguay como un punto crucial para comprender el narcotráfico, tanto a nivel regional como mundial.
El portal de investigación periodística Insight Crime, en abril de 2023, catalogó al país como actor clave en el tráfico de estupefacientes: uno de los principales generadores de cannabis a escala global. En su artículo titulado “Operaciones contra la marihuana no afectan la producción en Amambay”, el sitio web afirmaba que, a pesar de contar con la Secretaría Nacional Antidrogas (SENAD), de enfrentar una mayor presión foránea y disponer de más herramientas de vigilancia, el territorio no logró reducir su relación con el negocio de drogas ilegales, la hierba continuó activa y se complicó, además, por la elaboración de cocaína (Shuldiner, 2023).
En lo recién relatado se evidenció un grave problema con el que se tuvo que lidiar, uno que incluso ha definido al Paraguay, aciagamente, en las últimas décadas. Las Naciones Unidas (2015) ubicaron este fenómeno como un desafío que requeriría de una acción rápida, decidida y coordinada, pues la circulación de sustancias prohibidas amenazaría la integridad física de las personas, el orden público, el monopolio estatal del uso de la fuerza, la democracia, las instituciones, la confianza entre los agentes económicos y el medio ambiente.
Con la demarcación referida, el inconveniente, por lo tanto, no solo impactaría sobre el país de manera aislada o estanca, sino que tendría dimensiones internacionales significativas. En otras palabras, fue lo que la narcodiplomacia de los Estados Unidos, a mediados de la década de 1980, estableció: el narcotráfico, en plena consolidación en el Paraguay, no es únicamente una dificultad para el Paraguay, es algo que preocupa a todos (Ferdinand, 1990).
Ya entrando en el concepto de narcotráfico, este siempre gozó del componente internacional entre sus elementos definitorios. Un ejemplo de ello obligaría a remontarse a la Primera Guerra del Opio, de 1839 a 1842. En dicho conflicto se pudo observar, genuina y claramente, cómo una nación extranjera, el Reino Unido, intentó intervenir y prohibir el tráfico de una sustancia, el opio, por parte de China (Spence, 1999). Así, cuando China pretendió controlar y luego comercializar su producto en la India, el interés imperial se vio afectado, empezando las prácticas de ataque y los discursos limitantes y coercitivos por parte de los británicos (Waley, 1968).
En este punto valdría la pena reflexionar que, aunque hoy se defina al narcotráfico, o tráfico de drogas, como la producción, distribución y comercialización clandestina de estupefacientes causantes de adicciones dañinas para la salud y en detrimento del progreso social, económico y de seguridad, su desarrollo histórico –ya sea por las guerras del opio o por los sucesivos tratados diplomáticos, aquellos que se firmaron desde el inicio hasta la segunda mitad del siglo XX–, expuso un conjunto compuesto por tres características que se establecieron en parámetros inamovibles: a) una contrariedad a solucionar, b) interés internacional y local, y c) discursos y medidas prohibitivas en un marco de frontal combate (Ravelo, 2007; Blancornelas, 2005).
Teniendo en cuenta la difícil y problemática realidad mencionada, junto con la definición del fenómeno, ¿cuál sería el origen histórico del narcotráfico en el Paraguay?
En relación con la incógnita suscitada, se destacaron ensayos que han ubicado el comienzo del narcotráfico en el país con la llegada del francés Lucien Darguelles, más conocido como Auguste Ricord, a finales de los años 60 (Última Hora, 2022). Al enterarse este de que en Paraguay se utilizaba una ruta para el contrabando de café, whisky y otros productos hacia los Estados Unidos, supuso que esa misma vía podría emplearse para enviar heroína mediante la triangulación Europa-Paraguay-Estados Unidos (Magee, 2022). En esta trama, se contó con la complicidad directa de altos mandos militares de la época e, incluso, la implicación indirecta del propio gobierno de Alfredo Stroessner (Simón, 1992). Aunque Ricord fue extraditado a principios de la década de 1970 [1], los jerarcas del ejército prosiguieron con el ilícito negocio, continuando así la historia del país en el tráfico de estupefacientes.
El presente trabajo, sin embargo, entendió las actividades de Ricord y de los militares stronistas como una segunda etapa evolutiva en la historia del narcotráfico en el Paraguay. El primer periodo se hallaría, verdaderamente, a finales de la década de 1950 y comienzos de 1960, tiempo en el cual se consolidaron supuestos dramas sociales y de violencia ocasionados por la marihuana (característica “A” del concepto de narcotráfico); emergió un interés internacional y del Brasil contra la hierba (característica “B” del concepto de narcotráfico); y se decidió combatirla y prohibirla en tierras brasileras (característica “C” del concepto de narcotráfico).
Lo anterior produjo, efectivamente, que los cultivos se fueran trasladando a otras áreas de dicho país, especialmente a una región rural olvidada y en plena decadencia económica por el declive de la yerba mate, Mato Grosso, más precisamente a una de sus ciudades, Ponta Porã, localidad espejo y fronteriza con Pedro Juan Caballero (Paraguay). Esta última, después, consiguió el monopolio de la planta, empezando así la droga y el narcotráfico en el país
La idea expresada, en su fin expositivo, empleó la metodología de análisis documental con base en periódicos y revistas de la época, brasileras y argentinas, localizadas en las hemerotecas digitales de las bibliotecas nacionales de Brasil (bndigital.bn.gov.br) y España (hemerotecadigital.bne.es). También se recurrió a documentos del Archivo Nacional de Asunción (ANA), al Registro Oficial del Paraguay y a un conjunto de textos históricos y sociológicos, de origen local, que abordaron la cuestión.
La primera historia que contar…
El cannabis, más conocido en la actualidad como “marihuana”, “THC”, “hierba”, “mota” o “hachís” (en su forma de pasta de resina), tuvo su origen en Asia Central y del Sur (Elsohly, 2007). A lo largo de su ancestral historia, pues existen evidencias de la inhalación de humo que datan del tercer milenio antes de Cristo [2], se consideraba una planta normal, con usos rituales y económicos, muy alejada del enfoque prohibitivo del presente (Rudgley, 1998). No se la asociaba con nocivos efectos narcóticos ni era objeto de persecución en un contexto de ilegalidad y, mucho menos, del tráfico internacional de estupefacientes, fenómeno hasta reciente en las crónicas de la humanidad.
Al no ser una vegetación autóctona del continente americano, su introducción en el territorio se produjo a través del movimiento de esclavos durante la época colonial, cuando llegaron los primeros flujos de población africana en el siglo XVI (Corda, 2018). Dicha dinámica, en otras y alternas dimensiones, también afectó a lo que hoy es Argentina, Uruguay y Paraguay. En aquel entonces, se la denominaba “pango”, “diamba” o “maconha”, nombres derivados de anagramas (Correio de Manhã, 1929) o de los idiomas Ambundu y Kimbundu de Angola y del Congo (Corda, 2018). Su empleo era una parte esencial de la cultura africana, una en la cual se quemaban las flores para inducir a las personas a estados de trance y alegría [3].
La hierba, además, no solo se configuró en una iniciativa cultural, también se la utilizó como un recurso en las importantes actividades de navegación. De hecho, las resistentes fibras del cannabis resultaban un elemento estratégico, sobre todo en la elaboración de telas y cuerdas para las embarcaciones. Debido a ello, en 1545, el rey Carlos I de España, a través de la Ley 20, título 18, del Libro IV de Indias, ordenó que los virreyes y gobernadores de sus territorios coloniales hicieran sembrar lino y cáñamo (Soriano, 2017; Corda, 2018). En 1545 se introdujo el cáñamo en Chile, en Perú en 1554 y, en el siglo siguiente, en Paraguay (Schultes y Hofmann, 1982; Soriano, 2017). En el Archivo Nacional de Asunción, incluso, se encuentra la Real Cédula de 1619 donde se insta a plantar y beneficiar la tierra con cáñamo, maíz, trigo, cebada, y otros (SH, Vol. 2, N.6). Por último, en 1796, el rey Carlos IV dictó una Real Orden en la cual se fijaba la concesión de terrenos a “cualquier vasallo” que quisiera cultivar lino y cáñamo (Corda, 2018).
A los dos usos previamente mencionados, hay que agregar un tercero: el medicinal. Hacia finales del siglo XIX, el cannabis se incluyó en el repertorio farmacéutico del Río de la Plata, junto con la morfina, la heroína y la cocaína. En el territorio argentino, específicamente en la primera edición de su farmacopea en 1893, se encontraron registros del cáñamo indiano. En tal país era común ver publicidad de la empresa Grimault y Ca., que importaba desde Francia sus “cigarrillos indios” que –según se afirmaba– curaban “opresión, asma, ronquera y sofocación” [4]. Un ejemplo de esto es un anuncio promocional que apareció en el diario La Nación en 1871 (La Nación, 2017).
Como se puede apreciar, hasta principios del siglo XX el cannabis representaba una hierba fuera del ámbito ilegal, de origen foráneo a las tierras del continente americano, normalizada y comúnmente empleada como parte de: a) expresión cultural de una población, b) materia prima fijada en un conjunto de actividades económicas, y c) remedio para sanar males respiratorios, principalmente. Las primeras medidas normativas [5] contra la marihuana se basaron en políticas restrictivas, fundamentalmente en los Estados Unidos, debido a los sentimientos racistas de la sociedad blanca y a la prensa amarillista que no esperó para crear rumores acerca de los efectos peligrosos de la hierba (Pérez, 2017). Así, en 1906, se registraron las incipientes limitaciones a la venta en el Distrito de Columbia (Elsohly, 2007; Soriano, 2017).
El primer documento diplomático con capacidad para obligar a los Estados fue la Convención Internacional del Opio, emitido en La Haya en 1912. Paraguay suscribió este texto bajo decreto, que llevaba la firma del presidente Eduardo Schaerer y del canciller Eusebio Ayala (Registro Oficial, Asunción: 31 de octubre de 1912). Dicho tratado, además de regular el comercio internacional de drogas, tenía como objetivo instar a los países a realizar reformas en sus leyes para ejercer un mayor control sobre el acceso a una lista de sustancias que iba en aumento. Además del opio y la morfina, se incluyeron la heroína y la cocaína. La inclusión de la marihuana como estupefaciente, por las presiones de Italia y Estados Unidos, solo se materializó en una resolución en un anexo que recomendaba estudiar la cuestión del “cáñamo índico”.
La presión, no obstante, continuaba en aumento. El rumor de que el consumo de marihuana causaba enfermedades mentales y promovía crímenes fue creciendo, lo que llevó a asociar su consumo con la violencia de la época y a considerarla una droga perniciosa (Pérez, 2017). El resultado de esto, primordialmente, fue que comenzaron a surgir más leyes e iniciativas, locales e internacionales, en contra de su uso. Argentina la limitó en 1919 y, posteriormente, al ilegalizarse el cannabis en la Convención Internacional del Opio acordada en Ginebra (Suiza), en 1925, otros países importantes en el continente, como México y Brasil, adoptaron las mismas medidas, 1931 y 1938 [6], respectivamente (Pérez, 2017; Corda, 2018).
A pesar de la trama recién descrita, Paraguay se mantuvo al margen de la problemática de la marihuana durante mucho tiempo. Al no estar tipificada en los términos de algo prohibido, su uso y concepción, en gran medida, aún se correspondían a los de una planta más, de perspectiva normal, como fuera vista en épocas coloniales. No fue hasta la década de 1970 que se la consideró ilegal, a través de las leyes 338 y 339 de 1971 y, más específicamente, la 357 de 1972, “Que reprime el tráfico ilícito de estupefacientes y drogas peligrosas y otros delitos afines”. En ese momento, el cannabis pasó a formar parte, oficialmente, del esquema del narcotráfico internacional con repercusiones en el país. Esto no significó, extraoficialmente, que no se hubiera originado antes el tráfico de sustancias ilícitas en el territorio, especialmente por la influencia prohibitiva que llegaba desde Brasil y, consecuentemente, las primeras plantaciones de marihuana en Pedro Juan Caballero, bajo la lógica de ciudad espejo con Ponta Porã, lo que ocurrió a partir de finales de la década de 1950.
En lo afirmado, justamente, se encuentra la segunda historia que contar.
Notas
[1] El 14 de agosto de 1972, la justicia paraguaya concedió la extradición a Estados Unidos del narcotraficante Auguste Ricord.
[2] En la India, el cáñamo, cuya denominación era Changha, era usado de forma terapéutica, siendo indicado para constipación intestinal, falta de concentración, malaria y dolencias ginecológicas (Graeff,1989).
[3] “Hacen polvo con las hojas trituradas, y a veces con las semillas; (…) porque les embriaga; y para lo mismo mezclan con nuez moscada… y el beneficio que obtienen de esto es estar fuera de sí, como absortos, sin preocupaciones y alegres, y algunos se ríen de manera tonta; y he oído a muchas mujeres que, cuando iban a visitar a algún hombre, lo tomaban para estar juguetonas y graciosas” (García da Orta, 1563, replicado en Araújo, 2006).
[4] También se recomendaba: “Para la bronquitis crónica en niños (…) se fuman (cigarrillos Grimault) en el asma, en la tuberculosis laríngea y en todas…” (Araújo, 2006).
[5] Las primeras críticas contra la marihuana, encontradas por este trabajo, aparecieron a mediados del siglo XIX, difundidas por el profesor Jean Jacques Moreau de la Facultad de Medicina de Tour (Francia): “El cannabis y sus efectos hedonistas” se llamaba una de sus conferencias (Araújo, 2006).
[6] México: Código Penal de 1931. Brasil: Decreto-Ley n. 891. Estos años, sin embargo, son aquellos en los cuales se consiguió la prohibición total, en todo el territorio, a nivel país. Antes ya habían empezado las limitaciones y restricciones por ciudad o región. México, además, es un caso sumamente interesante de otro tipo de discurso racista, pues allí no se asociaba la marihuana con la población proveniente de África, más bien era algo de “campesinos pobres que iban contra la raza” (Pérez, 2017).
Referencias bibliográficas: Las obras citadas en este artículo pueden encontrarse en este enlace.
Nota de edición: El autor agradece a los miembros de la Academia Paraguaya de la Historia, Mary Monte de López Moreira, Ricardo Pavetti, Claudio José Fuentes y Gustavo Acosta Toledo, quienes lo motivaron a desarrollar el tema mediante consejos, lecturas y obtención de algunas de las fuentes presentadas.
* Carlos Aníbal Peris Castiglioni es sociólogo con posdoctorado en el Instituto de Altos Estudios Latinoamericanos, Universidad Sorbona – París 3. Punto Focal en Ciencias Sociales Unesco Paraguay e investigador del CONACYT – Nivel 1. Sus líneas de investigación son narcotráfico, ilegalidades y policiamiento. En 2023 recibió la Medalla al Mérito “Domingo Martínez de Irala”, de la Ciudad de Asunción, por sus trabajos de investigación.
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Silvio Sosa
30 de octubre de 2023 at 06:39
El cáñamo se utiliza en artesanías, el trigo en la alimentación son exóticas, solo el maíz, la papa, la calabaza y casi todas las frutas son de América, por lo tanto el Artículo o documento no hace referencia a consumo de Cannabis medicinal u otras sustancias excepto el tabaco ahi falta Adillsson Rossatti ñemb’o ganadero y farandulero de la época.