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Cultura

¿Jorge Báez es un jabalí llamado Ricardo?

Jorge Báez en "Historia de un jabalí o algo de Ricardo". Cortesía

Jorge Báez en "Historia de un jabalí o algo de Ricardo". Cortesía

¿Es la condición humana una tela cromática, elegante, de variada textura que, según se vaya palpando en su compleja extensión, cambia?  ¿El tejido que finge unidad, olvida los finos y orgullosos hilos que lo componen y oculta, a su vez, delicadas y vanidosas hebras? ¿La urdimbre, la trama, el lienzo mismo de la vida humana en su lucha contra la muerte, es también la guerra contra los impulsos más profundos que se entremezclan con la ferocidad del conato desparramado en ansias de poder, deseo, odio, resentimiento…? ¿La condición humana se retrata únicamente desde los límites de la ambición humana? ¿Y qué pasaría si revisáramos la condición humana indagándola en profundidad hasta límites insospechados? ¿Nos encontraríamos con un tejido/hilo/hebra/fragmento desparramado por doquier? Pero ¿qué técnicas desplegar para intentar tan siquiera captar una porción minúscula de aquella dificultosa instancia? ¿Cómo hacer para sumergirse en las honduras de la vida y a la vez hacer arte?

Jorge Báez en "Historia de un jabalí o algo de Ricardo". Cortesía

Jorge Báez en “Historia de un jabalí o algo de Ricardo”. Cortesía

Intentaré enumerar lo que he presenciado.

El rostro, el más poderoso, accesible y cercano. Las miradas y sus resultas. El viaje hacia todos los confines. El imperio que vincula y garantiza esa unión misteriosa entre el actor y los espectadores. El antifaz sin antifaz.

Las manos y sus infinitas posibilidades. En fin, el cuerpo y sus inagotables combinaciones, en sintonía con las ideas, en andariveles con otros cuerpos, en este caso en solitario pero descompuesto en otros cuerpos, siempre expresivo. Cuerpo que habla, que baila, que sufre, que odia, que muere para vivir mil vidas a su vez.

Luego, lo que se plasma a manera de impronta, lo que se verbaliza, ordenando o anarquizando, civilizando o barbarizando; la identidad, el orgullo, la historia, las pretensiones, las maldiciones, todo. Sin la palabra hasta la fuerza carece de sentido. La palabra es la escalera que nos conduce a lo insondable. La voz del actor es la forma de la historia, de los personajes, de los silencios, de todo.

Pero, entre los muchos lenguajes, destaca aquel que no se expresa ni se escucha: el de la imaginación. El actor propicia con su arte destellos maravillosos y a veces extraños, dolorosos, pero repletos de conexiones radiantes. Así, por un momento, en una sala de teatro atípica por su belleza, ante un actor en solitario, la maravilla del arte es capaz de emerger, crear, destruir, consagrar, maldecir, liberar, apresar, distinguir, esclavizar, honrar, elevar, hundir, rememorar, olvidar, condenar, pero sobre todo, hacer pensar.

Jorge Báez en "Historia de un jabalí o algo de Ricardo". Cortesía

Jorge Báez en “Historia de un jabalí o algo de Ricardo”. Cortesía

Permítanme repetir la misma pregunta ¿Cómo hacer para sumergirse en las honduras de la vida y a la vez hacer arte? Y ahora, permítanme volver a responder.

La obra se llama Historia de un jabalí, unipersonal escrito por Gabriel Calderón y llevado a escena por el gran actor Jorge Báez. Si bien la historia gira alrededor de un texto de William Shakespeare, finalmente la verdadera historia es aquella que la obra –de la mano del actor– es capaz de hacer brotar en cada uno de los espectadores. La obra es bella. La actuación, precisa, contundente y sutil. El actor, en su genial desempeño, desaparece, se diluye. Emerge un personaje radiante, de esos que nos marcan por mucho tiempo.

No pensé encontrarme con una obra de semejante calado, tan necesaria para estos tiempos de liviandad, filtros y urgentes apuros. Y la encontré en un antiguo almacén de barrio. La ambientación es sobria, pero más adecuada no podría ser. Cada detalle está pensado para que incida en la pieza de tal manera a conformar un todo. El salón, acomodado para fines artísticos, es un espacio delicioso, mágico, que recoge el encanto de los tiempos idos, pero con el aura de los sitios donde el arte se siente cómodo y los artistas desaparecen y viven los personajes para regocijo de quienes los contemplamos. (“Teatro” viene del griego: θέατρον, théatron o “lugar para contemplar”, derivado de θεάομαι, theáomai, o “mirar”).

Jorge Báez en uno de los ensayos de "Historia de un jabalí...". Cortesía

Jorge Báez en uno de los ensayos de “Historia de un jabalí…”. Cortesía

Nota de edición: Historia de un jabalí o algo de Ricardo (dramaturgia de Gabriel Calderón, dirección e interpretación de Jorge Báez, asesoramiento de Paola Irún y dirección de arte de Fabián da Silva) está en escena en El Otro Teatro (Tacuary 1046 e/ Manuel Ortiz Guerrero). Las funciones comienzan a las 21:00 horas. Reservas al 0991 166694.

* José Manuel Silvero Arévalos es filósofo, escritor, docente, investigador de tiempo completo en la Dirección General de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad Nacional de Asunción. [email protected]

 

2 Comments

2 Comentarios

  1. Jesús Agustín Irrazabal Rojas

    1 de octubre de 2023 at 14:55

    Igualmente esta critica es una obra de arte y es que procurar “investirnos” es algo que se monta sobre “lo natural”. La primavera de la naturaleza es solo otro ciclo más, diferente pero otro más, cuando lo celebra la humanidad es algo victorioso por indetenible, imprescindible por temporal y a la vez transitable, como esta obra teatral.

  2. Juana Ortega

    29 de agosto de 2024 at 11:22

    Qué es esto? Por Dios…En en el Paraguay de los narcocartistas, de los chaqueñito, de los rivas, de los trato apu-a, de repente me encuentro con una obra de arte. Será posible? Terrible escritura, mamá querida…

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