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Cultura

Graphos y cosmos en la obra de César Mendoza

El presente texto recoge impresiones de la exposición de César Mendoza, artista de Ciudad del Este que realiza su primera muestra en Asunción. La misma está habilitada en Arte Actual y fue inaugurada recientemente en el marco de “Noche de Galerías”. 

Obra de César Mendoza. Cortesía

Obra de César Mendoza. Cortesía

La mirada está acostumbrada a lo general, a los rasgos más visibles. Cuando, por la razón que sea, mera curiosidad o deliberada seducción, un objeto la obliga a acercarse al pormenor, al detalle, se abre ante ella un camino posible, una oportunidad de salir del curso (dis-curso) y aventurarse a sus afluentes.

Al aproximarme por primera vez a la obra de César Mendoza me sentí atraído por la presencia de una caligrafía inédita, insólita, un codex libre y salvaje del cual se desprendía cada tanto una palabra inteligible como satori, el despertar súbito del budismo zen, o alguna otra sentencia mística menos exótica como “Dios es amor”.

En la observación obsesiva del detalle se iban develando nuevos elementos de esta escritura: formas geométricas, precarias, trazadas por las manos de un niño. Y a medida que se iban ensamblando sus términos, se iba haciendo también el espacio, el tiempo, las materias básicas de un universo personalísimo. Cada pensamiento, dicen los teósofos, es un fiat lux, un big bang, el tzimtzum de los cabalistas.

Obras de César Mendoza. Cortesía

Obras de César Mendoza. Cortesía

En las telas de Mendoza, vuelve a suceder el drama del Mundo: el diálogo de los opuestos, la cadena de los deseos y los sufrimientos, la correspondencia entre los seres, la memoria del rostro primitivo, el eterno retorno, el despertar. Es casi una tarea demiúrgica.

Del paisaje abstracto, de la numeración, de la letra, la geometría y el color, emerge también una serie de rostros incompletos, fragmentados, para sugerir que el dilema del cosmos es en verdad la “telenovela” de la mente y su producto más esencial: el ego, el yo mismo, la persona. En occidente situamos la mente a la altura de la cabeza, entre los guaraníes en el py’a (donde se afirma el alma), en oriente en el plexo solar (manipura chakra), en cierta parte del mundo la ubican en la planta de los pies.

Algunas de estas caras de gran tamaño y colores fríos están tras los barrotes de una cárcel simbólica, hecha con el hierro de su propia actividad, que es el karma, la pulsión que hace girar la vieja rueda de los cambios: deseos, prejuicios, ideas, obsesiones, fantasías.

Los universos creados por el artista son estructuras frágiles, porque toda forma es frágil, perecedera; no resiste el minucioso embate del tiempo. Todo es impermanente, vacío, sunya, cero. Pero en el sunya, en el cero, está contenida la increíble profusión de la vida. Es decir, la propia experiencia de lo frágil conduce a la idea de la fuerza; el silencio es el sustento de una sinfonía; el fonema inicial, el om, la semilla de lo inabarcable.

Doy un paso atrás, dos pasos, hasta recobrar la mirada general. Es lo mismo: cada átomo es el espacio y el tiempo en su totalidad.

 

* Christian Kent (Asunción, 1983). Cursó la carrera de Literatura y Lengua Hispánicas en la Universidad de Chile. Ha publicado numerosos poemarios y libros de cuentos.

1 Comment

1 Comentario

  1. Carla

    26 de junio de 2023 at 10:39

    Inquietante obra, excelente comentario, bienvenido el nuevo (para mí) artista

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