Cultura
Territorio, afecto y memoria: Apuntes sobre la obra de Ángel y Tera Yegros
Obras de Ángel y Tera Yegros. Hive Coworking. Cortesía
Hay que encontrar el lugar desde el que mirar. Es decir, primero tenemos que encontrar el lugar, solo luego podemos mirar. Si miramos sin apoyarnos en un lugar, no veremos nada”—Søren Kierkegaard
Puntos vinculantes
El encuentro se dio un sábado otoñal en Hive Coworking, un espacio galerístico acogedor que reunía la obra de uno de los referentes de la historia del arte en Paraguay, Ángel Yegros, junto a su hijo Tera Yegros, quien se dedica al diseño de espacios y objetos. La exposición, que este fin de semana llega a su fin, presentó trabajos realizados en conjunto e individualmente.
No cabe duda de que el arte es un medio potente para expresar ideas y emociones, y lo particular de esta muestra fue, justamente, la conjunción familiar. La propuesta de los Yegros se lee desde varios sentidos: puede actuar como un reflejo de nuestro pasado, una mirada al presente y una reflexión hacia el futuro. Los elementos dispuestos, tanto en las obras inéditas de Ángel como en las fulgurantes expresiones pictóricas de Tera, propician un análisis profundo sobre cómo los conceptos de territorio, afecto y memoria se entrelazan y conectan con una comprensión intensa de nosotros mismos y nuestro entorno.
A medida que se avanza con la muestra, el ojo recorre un territorio no lineal, donde la sospecha está presente, para abrir la puerta a un estímulo sensorial y estético de piezas que permanecen en latencia y reclaman el trabajo de la crítica. En el espacio donde se instala la muestra, conviven obras de la Colección Mendonca que usualmente solo se ven en publicaciones locales de historia del arte, por lo que verlas en vivo es una experiencia completa.
El encuentro con Ángel Yegros se inicia comentando su fascinación por unir puntos, como si su verdadero rol fuera el de un escultor que remacha fragmentos de tiempo, historia personal, afecto y situaciones vividas en un gran corpus no visible y al calor de la pulsión del ser humano por plasmar el afecto. En el mismo contexto, el artista me pregunta el origen de mi apellido y me confiesa su interés por los aspectos místicos de la escritura de Narciso R. Colmán, interpretados desde la Sociedad Teosófica, cuyo origen se remonta a 1912. Además, menciona que algunos elementos presentes en sus primeras obras están influenciados por el interés hacia quienes le preceden.
La mención hacia el Ypykuéra (pasado nostálgico) es un elemento bucólico que puede leerse como “una encendida esperanza en el retorno”, en coincidencia a lo que expresaba Rodrigo Díaz Pérez en 1980; se trata de un sentimiento similar al del romanticismo alemán, un anhelo por lo perdido a causa de la vastedad generada por la Guerra contra la Triple Alianza. Las obras que nos rodean tienen una pulsión interesante por esa búsqueda como un escamoteo realizado desde las artes visuales para disponer símbolos, que al decir de Vilém Flusser; están al servicio de nuestra inmortalidad.
El mismo estremecimiento se encuentra en mi escritura, la necesidad por abarcar con mis textos parte del trabajo artístico contemporáneo en Paraguay para generar un soporte desde el cual pueda verse la producción en el futuro. Existe una sensación de inminencia de que todo puede perderse y, de alguna forma, tanto la Colección Mendonca como la muestra en sí, resguardan desde la iniciativa privada propuestas artísticas importantes que forman parte de nuestra historia del arte.
Me interesa observar a Ángel no como el escultor reconocido, sino acentuando detalles pequeños, como los fragmentos de azulejos de su Cartografía mnémica, para desplegar casi deleuzianamente otras verdades sobre su hacer. Así descubrí el interés que tiene por la escritura. Parte de la obra expuesta hace referencia a sabidurías orientales, como ocurre en sus Bimanas, y otra a mapas intervenidos, este último elemento es fundamental en su búsqueda por vincular puntos: Yegros escribe su propio mapa. Y en esta muestra, la invitación a explorarlo se da a medida que se observa, existen elementos en la entrevista que relucen como si se estuviera desbloqueando performativamente la sabiduría de un artista genuino que dedicó su vida a una búsqueda y a capturar lo hallado.
El territorio como espacio compartido
Las composiciones propuestas por Ángel Yegros en los mapas que utiliza para esta muestra me remiten al ejercicio de observación realizado en las clases de Teoría del Arte, a cargo de Félix Cardozo Marecos, con la proyección del documental Las imágenes del mundo y la inscripción de guerra (1989), de Harun Farocki, autor que ha demostrado una mirada crítica sobre la violencia. La observación aguda, tanto de la mirilla con fines bélicos que se analiza en la obra del cineasta alemán, como en la realizada en la muestra de Ángel y Tera Yegros, me lleva a comparar ambos ejercicios de análisis de la imagen, en un caso, con la destrucción causada por un acontecimiento histórico, y en el otro, con un enemigo mayor para las artes visuales: el olvido.
Ante la pregunta sobre el origen de los mapas intervenidos, el artista menciona que provienen de su antiguo trabajo en SAS (Scandinavian Airlines) y de sus primeros viajes. Al mismo tiempo, el diálogo se centra en los recursos que se tenía en su generación, y de cómo la imagen tenía otra capacidad de impactar y la disponibilidad era más reducida. Hablamos de una época sombría en donde también existían imágenes prohibidas.
En medio de ese contexto, Los Novísimos, del cual Ángel Yegros formaba parte, habían irrumpido en el paisaje cultural, trastocando la línea de horizonte de producción artística de los ‘60. La alteración de la superficie, de forma invasiva se puede notar en sus obras, y cierta irreverencia estética termina modificando la función de la forma.
El afecto como motor de la creación
Decidí conocer más sobre lo que Ángel Yegros siente al producir. La cercanía y la creación compartida con Tera fueron un hallazgo interesante que motivó esta entrevista. Sus trazos enérgicos parecieran querer rasgar el tejido de alguna corriente artística no identificable. Me gusta pensar que la producción es contemporánea, sin poner en una balanza el tipo de técnica o asimetrías que puedan existir al compararla con propuestas de otras escenas.
Ángel Yegros me cuenta que una de las primeras conexiones artísticas que tuvo con su hijo Tera fue a través de un catálogo en el cual aparece un dibujo de este último cuando era niño. Hablamos del concepto de inconsciente colectivo jungiano, ampliamente utilizado en ciertas etapas de la antropología social y cuestionado por el propio psicoanálisis, como lo menciona el antropólogo argentino Carlos Reynoso en 2006. Y de cómo pueden darse similitudes en lo que se crea desde este espacio en el mundo, al mismo tiempo que en otras regiones.
En una cita, Tera Yegros sostiene que haber trabajado con su padre en una situación delicada de salud representa para él una instancia de incertidumbre que posteriormente se traduce en una sensación de felicidad motivada por el afecto. Un detalle interesante de la obra del hijo de Ángel Yegros es una inscripción en uno de los elementos incrustados, y una frase que dice “Ahora estamos aquí”, haciendo alusión al momento actual de producción con inteligencia artificial, donde se disputan los modelos de creación algorítmica de manera rampante. Disputa en la que el gesto espontáneo y vivo prevalece ante los sistemas de lenguaje o prompts diseñados por la propia intervención humana.
La memoria como hilo conector
El ejercicio de entrevistar a Ángel Yegros fue como ir palpando vetas por las cuales transcurría un gran mapa que forma parte de su producción y se encuentra, a su vez, dentro del invaluable acervo de arte contemporáneo de la Colección Mendonca. Atravesamos la neblina del desconocimiento, impulsados por intereses intensos de un artista auténtico. Su mención inicial de “vincular puntos” dejó con ganas de conocer más, sistematizar, investigar. Estirar el hilo del ovillo.
Observar detenidamente los azulejos de sus obras expuestas junto a su hijo reveló un mapa de gran tamaño en el que se aprecia su interés por la poesía, la escritura, la investigación y el constante indagar como un hilo conductor de memoria que lleva a su pasado y a su conexión con el prócer Fulgencio Yegros. Este punto dota a la obra de una rúbrica aurática e importante para la historia de Paraguay.
El mapa hallado es una lámina de metal intervenida con inscripciones que unen distintos puntos familiares en una narrativa sobre su propia vida, y forma parte de la colección mencionada. Lo observé como un arqueólogo celebrando un premio, mientras Ángel Yegros reía bonachonamente.
Muchas de las respuestas a mis preguntas fueron un ejercicio de mayéutica, un tipo de investigación abductiva en la que, a partir de la indagación, se presupone la existencia de algo mayor y de dimensiones mayores. En este proceso, el uso del registro es fundamental y la escritura cumple un primer acercamiento del trabajo hacia la preservación del patrimonio invaluable. En el cual, a su vez, se interseccionan aspectos clave de la creación del conocimiento para reflexionar sobre nuestra presencia en el aquí y ahora; el territorio, el afecto y la memoria.
* Fernando Colmán (1990) trabaja en investigación en arte contemporáneo para Curatoría Forense Latinoamérica y en comunicación digital. Ha realizado diplomados en Antropología del Arte (LATIR, México), Arte aplicada a la Sociedad (Überbau_house, São Paulo). Colabora con Trabajadores de Arte Contemporáneo y Experimental Photo Festival (Barcelona).
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