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Cultura

Soñar el jaguar

La desaparición física del jaguar parece una amenaza cada vez más inminente, pero su huella es más tenaz. Cuando se extingan los jaguares, sobrevivirá su mito, sobrevivirá el miedo a los jaguares. Ellos recuperarán el rango de deidad que les fuera otorgado por culturas que reconocieron en su poder un carácter sobrenatural o, mejor dicho, “sobrehumano”.

Jaguar. Imagen de cámara trampa. Cortesía WCS/Allen-Casco

Jaguar. Imagen de cámara trampa. Cortesía WCS/Allen-Casco

Alejás los pies de aquellas zonas propicias para la luz. Tu cuerpo avanza con el sentido creciente de una oscuridad que lo rodea. Tu cuerpo tiembla. Las células están entrenadas para la manifestación de un miedo que precede la conciencia, que es anterior a la idea de imagen o a la enunciación de su belleza o su siniestro por medio de palabras. Antes de que existieran las frases y oraciones, antes de que pudieran ser formulados los sueños que reelaboran el tiempo o lo pronostican, había sido introducida en el interior de los organismos la información acerca de la voracidad de una sombra. Por medio de esta información, las células aprendieron a temblar. Las células tiemblan todavía de miedo.

Soñás con los grandes felinos. Cuando la razón se duerme, aparecen merodeando el recuerdo de refugios: la proximidad de esteras improvisadas a ras de suelo, junto a los arbustos; entradas de cuevas profundas donde a un tiempo fueron aprendidos los dominios del fuego y la poesía; o la elevación insuficiente de árboles prehistóricos donde el equilibrio había empezado a ser domesticado por espaldas cada vez más humanas. Pero soñás en tiempo presente. Es madrugada, el acondicionador de aire vibra a cada tanto; en el televisor encendido, una comentarista repasa las noticias del día; la cortina intercepta la luz del alumbrado público, que parpadea. Hay mosquitos.

Antes de que existieran los ojos, hace 541 millones de años, las membranas celulares habían adquirido el don del presentimiento. Soñás con el jaguar, y un sentido de la anticipación reconoce la potencia de la dentición más fuerte, y también la más bella. Te despierta el sobresalto. En tu cuaderno anotador apuntás: “La belleza es la parte más filosa de toda anatomía”.

Foto cámara trampa WCS. Cortesía

Foto cámara trampa WCS. Cortesía

Cuando el jaguar acecha tu sueño del recuerdo, entrenás aquel miedo que la convivencia con su imagen y su mito introyectaron en tu memoria, incluso a un nivel genético. Vos pateás, extendés brazos y abrís los ojos hasta el diámetro más agudo para salvarte del filo, del salto fulminante de una sed y un apetito ajenos, los más fuertes, se ha escrito, los más hermosos.

El sueño te prepara, disciplina la propia naturaleza del sueño, de modo que se vuelva ligero, para enfrentar eventualmente al oscuro, enfrentar la sombra en caso de que ésta se presente. Pero ahora tu miedo es un miedo apéndice. Soñás reiteradamente con el jaguar, tu cuerpo presiente la proximidad de las garras y los dientes, de la caricia convaleciente dirigida a su piel, ahora al alcance de tus dedos. No obstante, el jaguar no llega. Probablemente no llegue jamás.

La desaparición física del jaguar parece una amenaza cada vez más inminente, pero su huella es más tenaz. Cuando se extingan los jaguares, sobrevivirá su mito, sobrevivirá el miedo a los jaguares. Ellos recuperarán el rango de deidad que les fuera otorgado por culturas que reconocieron en su poder un carácter sobrenatural o, mejor dicho, sobrehumano.

El teatro de su extinción involucra un trance migratorio. Todavía es posible ver jaguares abalanzar su oportunismo y robustez sobre presas incautas, a orillas de un río; es posible verlos cruzar cauces a nado, de modo que sus bigotes aparecen duplicados y sumergidos en el reflejo de un semejante. Pero cada vez hay más fantasmas de jaguares emprendiendo viajes.

Esteban Klassen. “Dibujo con bolígrafo sobre papel”.

Esteban Klassen. Jaguar, dibujo a bolígrafo sobre papel. Colección Allen-Casco. Cortesía

El jaguar salta, imprime el amarillo de su pelaje, sus rosetas negras, sobre la superficie de bolsos, pantalones con motivos animal print, portadas de agendas, esculturas exhibidas en galerías, máscaras en rituales comunitarios, remeras conmemorativas de tiendas, fondos de pantalla de teléfonos y computadoras, y multitud de grafitis que dominan el paisaje urbano. El avistamiento de un jaguar en el bosque Atlántico fue registrado en video, y se multiplicó luminoso bajo el pulso de infinidad de dedos, en pantallas de teléfono en todo el mundo. Cuando la imagen exhausta del jaguar se apaga, él aparece en sueños, para reavivar el fuego de su asombro que se manifiesta con temblor.

Pero ningún miedo es inútil y ya vas entrenando para repeler a futuros depredadores. Esos ojos que creíste iluminar fugazmente con una linterna, cuando acampabas a orillas del río Paraná, tenían el color de aquellas luces que avistaste sobrevolando un silo de Minga Guazú. Vos y tus amigos vieron cómo las luces realizaron movimientos en espiral, pasaron veloces sobre sus cabezas, y se elevaron, hasta confundirse con estrellas. Por eso, cuando soñás con esa sombra que vigila tu sueño tu cuerpo responde con gratitud el miedo al jaguar.

Preguntaste a tu amigo biólogo, a tu amiga bióloga, qué especies podrían ocupar eventualmente el nicho dejado por los jaguares: Deberá ser grande, fuerte y ágil, te dijo él. Y ella agregó: También tendrá que ser hermoso.

 

Nota de edición

El presente texto acompaña la muestra El sueño del jaguar, curada por Fernando Allen y Fredi Casco, recientemente habilitada en el Centro Cultural de España Juan de Salazar en alianza con la Wildlife Conservation Society. La exposición reúne fotografías, dibujos, textiles, tallas, videos y piezas sonoras que abordan el mundo simbólico y natural del felino más grande de América, cuya existencia se ve en estos momentos muy amenazada. Las fotografías y filmaciones incluidas en la muestra fueron obtenidas en el Parque Nacional “Defensores del Chaco” y en propiedades privadas del Chaco Paraguayo.

 

* Damián Cabrera es escritor, investigador, docente, gestor cultural y curador. Su trabajo se desarrolla en las áreas de lengua, literatura, fronteras, arte, política y cultura. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Capítulo Paraguay, y de los colectivos Ediciones de la Ura y Red de Conceptualismos del Sur.

 

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