Cultura
Memorias de conciencia
La voz de los desplazados en el libro de memorias “Huellas del futuro. El retorno de los Ayoreo a su territorio”, de Benno Glauser, es una dosis de conciencia contra la privatización del territorio ancestral y legítimo de los nativos indígenas.
Benno Glauser. Cortesía
La expropiación o, mejor dicho, la desposesión de las tierras de indígenas es una violenta práctica habitual que pasa casi desapercibida; promovida, incluso, por supuestos principios neoliberales sustentados en el aumento del capital y la productividad. Benno Glauser, activista humanitario y cofundador de la Iniciativa Amotocodie, en sus memorias Huellas del futuro (originalmente Returning to Ourselves), expone las repercusiones sociales y culturales que quedan sepultadas bajo estos hipotéticos incrementos económicos o beneficios.
A pesar de que es habitual encontrarse con los términos «desplazamiento» o “rescate” al referenciar la erradicación paulatina de las comunidades indígenas (apartadas de sus territorios originarios y costumbres ancestrales), el autor se refiere a esas prácticas de asimilación cultural forzadas con palabras precisas: secuestro y genocidio, develando en consecuencia el panorama general de una red de corrupción y negligencia donde el racismo y la exclusión institucionalizados permiten la limpieza étnica, perpetrada por comunidades religiosas, colonos y terratenientes, en su mayoría extranjeros, de grupos humanos indígenas.
Este relato personal y a la vez colectivo que describe con detalle el tratamiento de los cojñone (en zamuco, para referirse a los de afuera, los blancos, incluso los paraguayos, que no son ayoreos) a las comunidades indígenas que sobreviven en el territorio genera una primera interpelación sociológica. ¿Cuál es la integridad de esta narración personal en que las fuentes verificables, si bien presentes, no forman parte de la descripción de los hechos, como sería el caso de una crónica? Es una compilación de testimonios de los mismos ayoreos secuestrados de sus grupos familiares, de la pérdida de cultura y territorio, del adoctrinamiento al que fueron sometidos para integrarlos a una sociedad que los rechaza y, posteriormente, convertirlos en cómplices de más secuestros en cadena. Es la oportunidad de los ayoreos de visibilizar las condiciones de zozobra a la que los expone la privatización del Chaco y de declarar un objetivo claro. Desean regresar a eami (en zamuco: monte, territorio ancestral de los ayoreos, que alberga sus costumbres y tradiciones; un ente con un alma propia que protege y provee) y, en lo posible, evitar su destrucción.
Aunque el autor se arriesga a ser tildado de “romántico”, alguien que perpetúa el victimismo de las comunidades indígenas, es consciente de la problemática disyuntiva entre “respetar las culturas originarias” e “integrar a la comunidad indígena en la sociedad moderna” existente en el “mundo globalizado”, más aún con el constante recordatorio de la existencia de comunidades no contactadas que perviven en el Chaco recóndito.
Además, posiblemente debido a su origen extranjero, se advierte a sí mismo acerca de la sensibilidad del paraguayo, del latinoamericano, sobre el colonialismo o la opinión de un extranjero acerca del país. El colonialismo que provoca malestar durante la lectura es, en realidad, la experiencia que padecen los indígenas de comunidades aisladas (y no tan aisladas), subyugados por la ideología hegemónica de que el valor personal depende de la capacidad de producción de riqueza. La empatía con esta gente parece estar en peligro de extinción, pues el interés por una forma de vida no dictaminada por las políticas neoliberales es casi nulo, no solo en territorio paraguayo.
El libro es un recorrido que parte de la ignorancia, tanto de los grupos humanos que existen como de la disposición del territorio, sin mapear, y requiere de la disposición de aceptar que todo tipo de acción es perjudicial si resulta en la inhabilitación de la autonomía.
También es una confesión de que la entereza de la humanidad es mutable, ya que algunos de los obstáculos que se debieron sortear fueron dispuestos por los mismos funcionarios de instituciones sancionadas para la protección de los derechos de los indígenas, la corrupción de los medios masivos de información, el menosprecio de las autoridades y, más aún, la autocompasión de los cojñone al transferir toda la responsabilidad a la codicia y al materialismo, sin que se concrete siquiera una propuesta de solución, condensándolo en una llamada de atención al periodo de transición a la democracia que parece interminable.
Huellas del futuro es una manifestación apasionada del trabajo de una vida. Aunque la narración carezca del elemento estético de la literatura y en ocasiones algunas frases se repitan, su asertividad y linealidad guían a una lectura introspectiva. No obstante la cercanía del autor con esta experiencia, el sentimentalismo ha sido excluido por completo y solo queda leer la obra de manera crítica. Es una muestra de vocación y dedicación que cumple cabalmente el fin de demostrar que un indígena no es un “objeto de estudio”, sino un ser humano con una visión diferente del mundo.
Por esto es necesario tener en cuenta que, más que una narración de no ficción, es un testimonio vivo de una realidad que no parece tener un final cercano ni positivo. Una lectura necesaria, reflexiva, obligatoria, sobre el etnocidio cultural que toma lugar en el Paraguay, desesperada lucha de las comunidades indígenas para subsistir que, a pesar del opresivo peso moral que conlleva, se consuma con un ruego esperanzador: el retorno de los ayoreos a su territorio.
Nota de edición: El presente artículo fue publicado originalmente en Revista Y (un medio digital para lectores), dirigida por el escritor Sebastian Ocampos. Huellas del futuro, de Benno Glauser, fue incluido por la revista entre los “Quince libros selectos de 2022”.
* Larissa Zanotti-C.V. (Asunción, 1993) vive en Guarambaré. Es auxiliar de comunicación oral y escrita en el Curso Preparatorio de Admisión de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte (FADA-UNA). Estudió Lenguas y Literaturas Extranjeras Modernas en la Universidad de Bolonia y egresó de la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
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