Cultura
Bienal de Lyon: Nuestra vulnerabilidad en agenda
El “Manifiesto de la fragilidad” plantea la vulnerabilidad como posibilidad generadora de resistencia, alentada por el pasado, sensible al presente y preparada para afrontar el futuro”, dice la historiadora del arte Isabelle Bertolotti, directora artística de la Bienal de Lyon.
Hans Op de Beeck, “We were the last to stay” (Fuimos los últimos en quedarnos), 2022, instalación © Patricia Rousseaux
La 16ª edición de la Bienal de Lyon, que cerró el último día de 2022 -tras haber sido postergada por la pandemia global- fue concebida por Sam Bardaouil y Till Fellrath, fundadores y directores de la plataforma curatorial multidisciplinar Art Reoriented, lanzada en 2009 en Nueva York, y tuvo como lema central el Manifiesto de la fragilidad.
Después de una intensa investigación sobre la historia de Lyon, los curadores optaron por traer a colación diversas expresiones de nuestra fragilidad, narradas por obras de diferentes períodos de la historia y de la contemporaneidad. Imágenes y documentos relataron, en su propia existencia, cómo el hombre reacciona ante su fragilidad a través del tiempo.
“El Manifiesto de la fragilidad plantea la vulnerabilidad como posibilidad de una forma generadora de resistencia, alentada por el pasado, sensible al presente y preparada para afrontar el futuro”, dice la historiadora del arte Isabelle Bertolotti, directora artística de la Bienal de Lyon.
Simone de Beauvoir, una de las escritoras más famosas del siglo XX, escribió en 1946 un clásico del existencialismo francés, Todos los hombres son mortales. En él, el protagonista, Fosca, es inmortal y, en cada uno de los personajes que viven a lo largo de esta existencia infinita, sufre, por no ser vulnerable, por no poder vivir cada momento como único. Porque no puede amar, porque sabe que va a perder al ser amado o pelear, porque sabe que va a ganar o perder, y que todo se volverá a repetir. Su deseo se ha adormecido. No le falta nada.
No hay anhelo de inmortalidad en las elecciones de la Bienal de Lyon. Ella no niega nuestra fragilidad, la enfrenta. Deja en claro que somos sus rehenes desde el día en que nacemos, lo que nos trae la certeza de que no estamos excluidos del tiempo, del tiempo de la historia, y del mundo. Donde crear y hacer en cada momento puede liberarnos de la angustia de nuestra propia muerte.
“El manifiesto imagina un mundo donde la vulnerabilidad es representada activamente, una realidad como base para el empoderamiento en lugar de ser evitada como un signo de fragilidad. Concebido como una declaración colectiva, se sustenta en una pluralidad de voces resilientes que prosperan en la ternura y florecen en la adversidad”, escriben los curadores en el Manifiesto de la fragilidad.
Creada en 1991, la Bienal de Arte Contemporáneo de Lyon ha crecido sistemáticamente en visitas y fundamentalmente en el concepto de ocupación de la ciudad. Nació simultáneamente con el declive de la Bienal de París que, lanzada en 1959, también se denominó Manifestation Biennale et Internationale des Jeunes Artistes, presumiendo de experimentalismo y permitiendo la entrada solo a artistas jóvenes, hasta 35 años. Con el paso de los años se abrió a otras sugerencias, perdiendo su originalidad y terminando sus actividades en 2008.
Lyon es la tercera ciudad francesa en importancia, por su historia y por haber desempeñado un papel destacado en la economía y la industrialización de Francia. Creada en la antigüedad por voluntad de Roma, debido a su posición estratégica, se convirtió en la capital de las Galias. Fue un importante centro político y religioso, y su cristianización se produjo en el siglo II.
“La propia ciudad de Lyon también es protagonista: nos sumergimos en su historia, que proporciona un conmovedor conjunto de estratos, para extraer elementos que queríamos ver explorar a los artistas, y luego nos enfocamos en tres trayectorias concéntricas que resaltan el tema”, dice Bardaouil.
Como si hubieran tirado una piedra al lago, los curadores crearon narrativas que se desarrollaron en círculos concéntricos. El primer movimiento, Las muchas vidas y muertes de Louise Brunet, cuenta la historia de una persona –en este caso, la historia y la resistencia de la tejedora Louise Brunet, trabajadora de la poderosa industria de la seda en Lyon– y su participación en la famosa Revuelta de los Canuts en 1834.
Los canuts eran trabajadores de la seda en Lyon, en el siglo XIX, que a menudo desarrollaban sus tareas en telares de jacquard y estaban sujetos a condiciones laborales extremadamente precarias. El 14 de febrero de 1834, los canuts se sublevaron por segunda vez, ocupando las colinas de Lyon. El levantamiento duró seis días antes de ser sofocado por 12.000 soldados.
Según documentos oficiales encontrados en el Ministerio de Asuntos Exteriores francés, en París y Nantes, Louise Brunet, tras cuatro años de prisión, una vez liberada habría sido reclutada por un gran comerciante de seda, Nicolas Portalis, quien le había prometido una vida digna en un pueblo de Btetir, en el Monte Líbano. A pesar de sus expectativas, Louise se encontró allí con las mismas dificultades que existían en Francia. Maltratos, condiciones de trabajo insanas, que la llevaron a seguir luchando.
A partir de estos datos reales, Bardaouil y Fellrath, en una mezcla de documentación y fantasía, construyeron el segundo movimiento de la narrativa de esta bienal, Beyrouth et les Golden Sixties (Beirut y los dorados 60), situándolo en Beirut, revisitando un capítulo convulso del modernismo en el Líbano. Con la declaración de independencia del Líbano de Francia, en 1943, Beirut se convirtió en un destino apreciado para artistas e intelectuales del Medio Oriente y del norte de África de habla árabe. Aun así, con un flujo exacerbado de capitales internacionales, a partir de 1958 estallaron las tensiones internas e instalaron un conflicto que duró 15 años y terminaría en 1975 con la guerra civil.
Aquí, la etnicidad, el género, la sexualidad y el contexto socioeconómico fueron explorados como territorios en los cuales el sufrimiento individual y el colectivo se superponen a través de las generaciones. Más de 230 obras y documentos, de 34 artistas, evidenciaron cómo el arte se mantuvo activo y vigente en tiempos difíciles. “Beirut tiene un microcosmos condensado de incoherencias. La ciudad es, en sí misma, un manifiesto de la fragilidad, y continúa mostrando hasta hoy vulnerabilidad y determinación”, dice el Manifiesto.
Finalmente, desarrollado durante la pandemia, en el confinamiento y en uno de los momentos en que el mundo y la sociedad global vivieron una prueba extrema, el tercer movimiento, Un mundo de promesas infinitas, expone los límites y la inevitable fragilidad de nuestro cuerpo. “Ya sea racializado, colonizado, generificado o disminuido, ‘él es la máxima manifestación donde todo comienza y termina’”, expresa el Manifiesto.
En nuestro actual estado de incertidumbre global, climática, socioeconómica y política, provocada por la acción del propio hombre que depreda su entorno y el de los otros, mirándose cada vez más en un espejo en el que se ahoga como Narciso, el arte acaba siendo un elemento de denuncia permanente, un grito sensible.
En este sentido, la construcción documental y fantástica a partir de más de 125 artistas, escudriñando 3.000 años, reconsiderando la Historia, muchas veces olvidada o marginada, nos permite reflexionar sobre las dificultades que persisten.
Las exposiciones y sus narrativas se expandieron a lo largo de la ciudad de Lyon, en cuatro recorridos. […] Una de las instalaciones significativas fue montada en uno de los pabellones de Usines Fagor, la antigua fábrica de electrodomésticos Fagor-Brandt, ahora parcialmente rehabilitada. En la década de 1980 la fábrica aún empleaba a 1.800 trabajadores. Luego de diferentes ciclos económicos entró en declive, hasta su cierre en 2015. El lugar, actualmente con más de 29 mil metros cuadrados, alberga eventos culturales.
“Experiencias sensoriales, contemplación, memoria, trasposición. Toda mi obra está ligada a la idea de memento mori [recuerda que tú también morirás] –dice el artista belga Hans Op de Beeck en un artículo para Yamina Benaï, fundadora y editora en jefe de MANAGEMENT/S ( Groupe Beaux Arts & Cie)–, no como una posición filosófica melancólica o sombría, sino como una invitación a considerar el ser mortal como una razón para practicar la humildad y la empatía, y para ver como esencial el ser solidario con los demás”.
En otro de los galpones de Fagor, Standing by the ruins of Aleppo (Frente a las ruinas de Alepo), 2021, de la artista Dana Awartani, nacida en Jeddah, Arabia Saudí, llama a otro momento de silencio y contemplación. Una instalación de más de 22 metros de largo por 13 metros de ancho, construida con ladrillos de barro de diferentes regiones de Arabia Saudí. Una réplica del patio de la Gran Mezquita de Alepo trae, desde sus diseños geométricos, característicos de la cultura árabe, el recuerdo de los grandes daños sufridos durante la guerra civil siria.
En el Museo Guimet –museo de historia natural cerrado desde hace 15 años– el artista francés Ugo Schiavi ocupó la sala central con la obra de técnicas mixtas Grafted Memory System (Sistema injertado de memoria), 2022. Una instalación con plantas, insectos, videos que muestran momentos de destrucción de la naturaleza, fósiles, huesos y LED sobre horticultura reflexiona sobre el destino del medio ambiente.
Daniel de Paula, quien vive en Brasil y Maastricht (Holanda), ganó protagonismo en el segundo piso del Guimet con la instalación Veridical Shadows or Unfoldings of a Deceptive Physicality (Sombras verídicas o revelaciones de una fisicalidad engañosa), una escultura contemporánea compuesta de diferentes materiales prestados o comprados a instituciones públicas y privadas mediante negociaciones. El artista puso en diálogo este conjunto de objetos desechados con una máscara funeraria romana, conservada en “Lugdunum. Museo y teatros romanos”. El espacio y el tiempo forman parte de la compleja red que atravesamos.
En una lectura completamente diferente, el sueco Tarik Kiswanson recurrió a crisálidas que, casi levitando, desafiando la gravedad, colgaban boca abajo de muebles que pertenecen a la historia del museo, creando una sensación de incertidumbre.
La brasileña Valeska Soares, nacida en Belo Horizonte y que vive y trabaja entre Brooklyn y São Paulo, creó para la Bienal de Lyon una nueva versión de su instalación Folly (Locura), un juego de espejos donde se proyectaba el video Tonight (Esta noche), 2002, grabado en un antiguo edificio, Cassino Pampulha, diseñado por Niemeyer. “En el espacio, el espectador está rodeado de bailarines en una danza sin fin. La instalación habla de la soledad. De un Otro lejano, fugaz, pero no imposible”, dice la guía del Manifiesto de la fragilidad, publicada por la Bienal. La instalación fue concebida para un espacio en la Place des Pavillons.
La Bienal de Lyon trajo diferentes expresiones, producto de una cuidadosa investigación y la elección de obras únicas, de calidad ética y estética. Permitió a artistas de diferentes culturas crear, en diálogo, un ambiente de reflexión a partir de narrativas poéticas sobre nuestra existencia.
* Patricia Rousseaux estudió psicología y pedagogía, y trabaja como consultora en arquitectura de proyectos vinculados al arte y la cultura contemporánea. Es fundadora y directora editorial de la revista ARTE! Brasileiros, donde este artículo fue publicado originalmente en portugués.
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