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Cultura

El único bien: instalación y objetos de Esperanza Mayor

Esperanza Mayor, instalación (detalle). Cortesía

Esperanza Mayor, instalación (detalle). Cortesía

Ideas del tiempo más adverso suelen ser elaboradas por ficciones que las alojan en el centro del tiempo futuro. Lo apocalíptico es dibujado como el peor de los males, y sociedades apaciguadas por la historia coquetean con sueños de muerte, diseñados para ellas como instrumentos de ocio. Pero comienzan a aparecer ya señales del futuro en los territorios del tiempo presente. Nadie parece alerta. Incluso las pesadillas diseñadas pueden ser leídas, entonces, como indicios. Alguien profiere el anuncio de los males por venir, y la sensibilidad entrenada lo recoge como don protector.

La obra de Esperanza Mayor ha trabajado desde un locus apocalíptico que asocia lo luctuoso con la experiencia de traumas desde la cifra de la multitud. La muerte aparece en su obsesión matérica, que se expresa en un acopio paciente de objetos de naturaleza orgánica e industriales, marcados tanto por su rasgo de resto biológico como por su edad. La aproximación de Mayor al hecho objetual proviene acaso de una seducción de los materiales, que ella organiza por su temperatura emotiva y semántica y que combina para crear escenas acotadas que describen, por medio de la metáfora, instantes enigmáticos.

En estas obras reunidas por la artista, la línea reflexiva que desarrollara en torno a lo luctuoso o las diásporas es retomada por medio de la intensificación del drama humano, subrayado en su marca de corporalidad. Hormas de zapatos, tallas de manos en madera, manos artificiales articuladas, calcos de cabezas y pequeñas esculturas de ángeles –de factura artesanal e industrial– parten de la metonimia hacia un momento mimético del cuerpo. El trabajo de Esperanza Mayor obra aquí una intensificación de efectos: Mutiladas, sometidas a tortura, recombinadas o acumuladas en clave de repositorio común, sus obras invocan aquí los signos de lo definitivo e ineludible.

Cortesía

Obras de Esperanza Mayor. Cortesía

En oposición y por analogía, semillas secas cuya semejanza con bocas abiertas representa los filos de una amenaza, son invocados por la artista como jardines antropofágicos: la reunión de una voracidad que ya dejó de ser humana y que organiza la muerte.

La caja es uno de los elementos nucleares en la obra de Esperanza Mayor: contenedor que resguarda bienes y facilita su transporte, en la obra de la artista la caja presenta su función cancelada; o, ya refuncionalizada, asume usos tétricos o deviene resguardo sellado para el secreto. La cita a Pandora es tentadora, y acaso ineludible cuando se habla de cajas: primera mujer mortal según tradiciones clásicas griegas, ella recibe como regalo de los dioses una caja que no debe abrir; pero lo hace. Libera así todas las desgracias humanas, y cierra el recipiente justo antes de que se escape la última: la esperanza, “el único bien”.

Acaso, también un mal. En contextos en que el optimismo ya no asume sólo el sentido de una opción ante la desventura, la esperanza es también una maldición, pero una muy valiosa para momentos en que las circunstancias nos arrojan a un escenario en que estamos condenados a esperar. Y la espera es la última. Es la que queda.

 

Nota de edición: Las obras de Esperanza Mayor pueden ser vistas en Espacio Casa Mayor, Malutin 263, Villa Morra.

 

* Damián Cabrera es escritor, investigador, docente, gestor cultural y curador. Su trabajo se desarrolla en las áreas de lengua, literatura, fronteras, arte, política y cultura. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Capítulo Paraguay, y de los colectivos Ediciones de la Ura y Red de Conceptualismos del Sur.

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