Cultura
13ª Bienal del Mercosur: Trauma, sueño y fuga
Pedro Reyes, "Hypnopedia", Instituto Ling, 13ª Bienal del Mercosur © Thiele Elissa
La 13ª Bienal del Mercosur (Porto Alegre) reflexiona sobre el tema Trauma, sueño y fuga, desencadenante narrativo de la primera edición presencial luego de cuatro años. La curaduría es firmada por Marcello Dantas y fueron curadores adjuntos Carollina Lauriano, Laura Cattani, Munir Klamt y Tarsila Riso. La presidenta de la Fundación Bienal del Mercosur es Carmen Ferrão, aliada a la propuesta curatorial de hacer una exposición inclusiva y disruptiva. La empresaria, animada con el resultado de la muestra, apuesta a un público de 800.000 visitantes.
Una de las dimensiones utópicas de cualquier curador es poner en escena todos sus delirios. Marcello Dantas, creador interdisciplinario acostumbrado a dirigir grandes proyectos internacionales, considera que fue un enorme esfuerzo encargar más de 60 obras, de las 100 presentadas por artistas de 23 países. “El concepto fue trabajar con proyectos inclusivos y participativos, de cara al momento que acabamos de vivir con la pandemia. Alude a la idea de volver a vivir juntos y sentir el latido de eso, lo que produciría un sentimiento de unión común a todas las personas, independientemente de su origen étnico, su género, su cultura. En definitiva, que volviéramos a pensar en algo de lo indecible, eso que no decimos y que se nos queda dentro”.
Esta edición tuvo que superar la pérdida de la Usina del Gasómetro, debido a un proceso burocrático que impidió que la renovación del edificio se completara a tiempo. En compensación, la Bienal obtuvo un espacio en el Instituto Caldeira, un local multiuso ubicado en la antigua fábrica de Renner, que ha sido completamente renovado, con una superficie útil de 22.000 metros cuadrados.
Con el enigmático título de Trance, la exposición experimental high tech participa en este espacio más novedoso de la ciudad, introduciendo al visitante al actual media art, con obras realizadas con complejas herramientas virtuales, lenguaje tecnológico, libertad experimental y mucho ludismo. La curaduría es de dos jóvenes artistas, Laura Cattani y Munir Klamt. Por primera vez, la Bienal realizó una convocatoria abierta a la que se presentaron casi 900 proyectos, de los cuales solo 19 fueron elegidos por el curador general y sus asistentes, sin que ninguno de ellos supiera el nombre del autor. Lo que tienen en común las obras ganadoras es el lenguaje tecnológico, actual o ancestral, como lo define Cattani.
Los artistas proyectaron sus trabajos, pero para garantizar su ejecución y funcionamiento, la Bienal se asoció con Tecnopuc, de la Pontificia Universidad Católica (PUC) de Rio Grande do Sul, donde se realizaron algunas de las piezas.
En esta exposición se multiplican las preguntas ante una tecnología aún poco conocida por el gran público. Sorprendidos, algunos intentan adivinar cuál es el “mecanismo” utilizado por los artistas más jóvenes de esta muestra, Luis Enrique Zela-Koort y Genietta Varsi, que forman la dupla Sphincter. La instalación se titula Órgano primo: Condensador de cuerpos y está inspirada en cosmovisiones premodernas, propone nuevos futuros al público, a partir de un esfínter robótico compuesto por una caldera, una bomba de agua, un enfriador y un generador de chispas. Explicando con claridad, la obra se refiere a un esfínter digestivo que recoge un compuesto orgánico y destila putrefacción. El proyecto alude al experimento científico de Stanley Miller y Harold Urey sobre la hipótesis de que la materia precursora de la vida podría haberse formado espontáneamente.
Entre las obras de este segmento que aportan complejidad conceptual, se destaca Insurreição Micorrízica, del dúo Cesar & Lois (Cesar Baio y Lucy HG Solomon), que establece un canal de comunicación con el público, proponiendo una reflexión sobre el Antropoceno, una nueva época geológica caracterizada por el impacto del hombre sobre la Tierra. Cattani explica que la obra se compone de un ambiente controlado, en el que la inteligencia artificial, micelios vivos (hongos) y redes digitales reaccionan a los mensajes enviados por los participantes. “Además de recibir las respuestas en su smartphone, pueden ver en las pantallas dispuestas en torno a la obra, datos sobre las actividades de los micelios e intervenir en las características del ambiente, que van oscilando a medida que se establece esta comunicación”.
Hay obras con un enfoque lúdico experimental, como la instalación de Leandra Espírito Santo sobre la relación entre el cuerpo y la máquina, la fragmentación del cuerpo en entornos virtuales. Moldes de partes desmembradas de distintos cuerpos se deslizan sobre rieles mecánicos. A través de la visión monocular de una cámara, por breves instantes, las partes amputadas de diferentes cuerpos se juntan y se transforman en un cuerpo perfecto. Cattani ve en esta obra una alusión a la idea del proyecto Vitruviano, de Leonardo Da Vinci, que presenta el cuerpo humano ideal.
Lejos del Instituto Caldeira, en pleno centro de la ciudad, el Centro Cultural Santander ejemplifica la idea de pulso contenida en el concepto de la bienal, con la instalación de Rafael Lozano-Hemmer. Una vez más, el artista mexicano-canadiense desafía los puntos de tensión entre arquitectura y espacio. La instalación Pulse Topology ocupa toda la planta baja del Santander y capta, a través de sensores, el pulso de los visitantes, que se visualiza en la secuencia repetitiva de tres mil luces que brillan individualmente. El resultado es una lluvia de brillo, experiencias cinéticas y visuales contagiosas.
La 13ª edición ocurre en un momento de transformación urbana de la ribera del Guaíba, con la recuperación del Muelle del Puerto, ahora con bares, restaurantes y espacios de reunión. Los antiguos almacenes aún permanecen allí, pero solo el almacén número 6, con entrada por el Muelle Embarcadero, alberga obras de la Bienal, algunas más superficiales y otras más densas.
En el momento político que vivimos, Aire, una obra de José Bento, provoca empatía inmediata en el público por su contenido crítico. El artista creó un bosque con 36 piezas de madera, esculpidas en forma de tubos de oxígeno de hospital, similares a los que faltaban en el peor momento del Covid-19, causando la muerte de cientos de personas. Las piezas fueron trabajadas con diferentes especies de madera que representan cuatro biomas brasileños: el amazónico, el atlántico, el cerrado y la caatinga.
Las drogas y sus consecuencias siempre han despertado la imaginación de los artistas en todos los tiempos. Bajo el título de Placebo, Raphael Escobar inventa un escenario de producción casera de drogas. Sobre una mesa de acero, el joven artista esparce 20.000 comprimidos prensados en colores rosa y lila, que también reflejan un color naranja, hechos con café y azúcar. Al fondo, un video muestra la producción de drogas legales e ilegales, mientras los subtítulos explican las etapas de la producción del café. Todo parece sin sentido, pero la intención del artista es justamente confundir al espectador sobre los límites entre las dos sustancias.
La política y el activismo atraviesan también esta edición. Marilá Dardot –con Zero Tolerance Silver Clouds, instalación realizada con globos de fibra poliéster metalizada que flotan en el espacio– conecta las políticas migratorias estadounidenses a la obra Silver Clouds (1966), de Andy Warhol. La artista hace referencia a la ley de inmigración Tolerancia Cero, que en 2018 separó a 2.000 niños de sus familias, manteniéndolos presos en un cercado de alambre en un centro de detención en Texas. Las mantas plateadas que usaban los menores estaban hechas del mismo material que usó Warhol en su obra.
Algunos artistas atraen la atención del público, incluso con un trabajo intimista. Marina Abramovic presenta el video Seven Deaths of Maria Callas (2021). La artista crea una experiencia cinematográfica inmersiva impulsada por la cantante lírica Maria Callas (1923-1977). Para cada una de las siete muertes, Abramović interpreta un solo original de Maria Callas, recomponiendo los finales trágicos de las arias. En lugar de ser estrangulada por Otelo, la Desdémona de Abramovic es estrangulada por una serpiente. El suicidio ritualizado de Madame Butterfly es reemplazado por la artista, que se deshace de su traje protector en medio de un paisaje de devastación química.
Hay motivaciones que enriquecen el discurso, como lo demuestra el artista inglés Tino Sehgal, que ya en agosto se involucró virtualmente en la Bienal, participando del tercer encuentro del Seminario Zonas de contacto. La obra This Element es una suma de sus experiencias y para realizarla incorporó muestras de música pop y tonos vibratorios que, según el artista, están relacionados con las frecuencias de los chacras. También utiliza fragmentos de la banda alemana Kraftwerk y de la rapera estadounidense Missy Elliot. Sehgal cree que el acto de cantar no solo conecta el cuerpo y la mente, sino “mucho más que eso, muestra conexión con nosotros mismos y con quienes nos rodean”. Cada dos horas, el “escenario” de This Element reúne a las personas para hacer algo en forma colectiva.
El impacto de lo imaginario, a través de la activación de lo onírico, de los sueños y delirios, estimuló al artista catalán Pedro Reyes a crear Hypnopedia, una especie de enciclopedia de los sueños. El archivo digital es una red semántica de autores. En este caso se invitó al público a producir pequeños registros de recuerdos oníricos, ahora exhibidos en una sala Zen del Instituto Ling, con los espectadores acostados.
Los diez locales que albergan la 13ª Bienal a lo largo de la ciudad, más que puntos expositivos son plataformas donde las personas se nutren en el reencuentro con el arte y los amigos.
Nota de edición: el presente artículo fue publicado en portugués en ARTE! Brasileiros, con el título Bienal do Mercosul fala de trauma, sonho e fuga.
* Leonor Amarante es periodista, curadora y editora. Trabajó para el diario O Estado de S. Paulo, revista Veja, TV Cultura y Memorial da América Latina, y colaboró con World Paper Boston.
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