Cultura
Elisa Lynch, historia de una infamia
Aparecida este año bajo este título, la obra de Luis Arroyo Pérez se suma a la enorme bibliografía que envuelve a este perfil de la historia del siglo XIX paraguayo y que ha cosechado apologistas y detractores como compañera del Mariscal Francisco Solano López.
Francisco Solano López y Madame Lynch. Cortesía
Luis Arroyo Pérez se lanza a explorar, tanto en fuentes bibliográficas de ficción como de historia social, la figura de Elisa Lynch, y a buscar respuestas a por qué se destruye su reputación a lo largo del tiempo, en un análisis a más de 150 años de la Guerra Guasu, el episodio más sangriento de la historia latinoamericana.
La obra está dividida en capítulos (“¿Quién fue Elisa Lynch?”, “Tres obras que destruyeron la reputación histórica de Elisa Lynch”, “La vida de Elisa Lynch en Paraguay 1855-1870”, “Causas de la guerra contra el Paraguay, 1864 -1870”, “Las supuestas conspiraciones contra López”, y “Qué sucedió con las sobrevivientes de la familia López Carrillo”), conclusión final y una bibliografía de once páginas.
Sabemos que la bibliografía moderna incluye material gráfico, audiovisual y virtual de ciberespacio que enriquecen el debate y presentan las nuevas miradas para una reflexión profunda donde las lecciones sean duraderas e integradoras a nivel regional en el ejercicio de las ciencias sociales, que siempre a través de la sedimentación descubre novedades en acontecimientos que parecían agotados o invisibilizados.
Otras disciplinas cayeron bajo el embrujo de las titánicas experiencias en la guerra y particularmente en la figura de Lynch, y ofrecieron contribuciones novelísticas y narraciones varias, como también el género del cuento como veta artística.
El autor, Luis Arroyo Pérez, comienza citando Calumnia, la obra de Michael Lillis y Ronan Fanning, historiadores irlandeses, para los aspectos biográficos de Lynch. Ella nació en 1833 en Charleville, Condado de Cork, Irlanda, y fallece en París en julio de 1886. A los 16 años contrajo matrimonio bajo el rito protestante en Folkestone, Kent, Inglaterra, con el militar francés Xavier de Quatrefages, médico de profesión que fuera enviado a la guerra de Argelia, posesión francesa en el continente africano. Con el tiempo, la pareja se separó sin haber tenido hijos.
Francisco Solano López fue enviado en 1853 por su padre Carlos Antonio López, presidente de la República del Paraguay, a varios países europeos, con el objeto de obtener el reconocimiento de la independencia del Paraguay, capacitarse militarmente y comprar materiales para industrias y ferrocarriles, así como para contratar técnicos extranjeros, principalmente ingenieros y médicos.
Se conocieron en París, viajaron juntos por Europa, y ella llegó a Buenos Aires en 1855, esperando a su hijo Juan Francisco López, “Panchito”, quien naciera en Buenos Aires y falleciera en Cerro Corá el 1.º de marzo de 1870.
A pesar de no haberse casado con el mariscal López, tuvieron siete hijos: Juan Francisco, Corinne Adelaida, Enrique Venancio Víctor, Federico Loel, Carlos Honorio, Leopoldo y Miguel Marcial.
Al llegar a Asunción sintió el rechazo de la élite de la sociedad paraguaya, citado por la escritora paraguaya Teresa Lamas Carísimo en su obra Tradiciones del hogar, publicada en 1921, donde en varios capítulos alude a Elisa Lynch relatando hechos que le llegaron por tradición oral como nieta de residentas. Lynch, la madama, ensayó una política amable para vencer la resistencia de aquella sociedad pacata.
Al fallecer don Carlos, se convirtió en primera dama y ejerció fuerte influencia, pues impuso tendencias, moda y modos sociales en el sencillo medio paraguayo. Desde los inicios de la guerra, Lynch y sus hijos acompañaron al mariscal López hasta el final, el fatídico 1 de marzo de 1870, en Cerro Corá.
Señala el autor que cuando los brasileños quisieron tomar prisionera a Madame Lynch, ella, agitando la bandera británica, reclamó seguridad para ella y sus hijos. En el vapor Princesa fue llevada a Concepción y allí embarcó en el City Limerick rumbo a Río de Janeiro, donde hizo una breve parada antes de dirigirse a Francia. Elisa llevó también a Europa a Emiliano, hijo mayor de Juana Pesoa, y a otra hija de Francisco Solano, Rosita Carreras.
Cita el autor a Alfred D’Escragnolle Taunay, en su libro Diario del Ejército 1869-1870. Campaña de la Cordillera: de Campo Grande al Aquidabán: “El ex dictador expiró ante mi vista tras haberle yo intimado rendición. Caminos, que lo seguía en la huida, fue muerto a su lado. Sánchez, quien lo acompañaba, fue muerto antes de ser reconocido. El coronel López, hijo del ex presidente, tuvo la misma suerte”.
En 1875, Elisa Lynch regresó a Asunción, tras la insistencia del presidente Juan Bautista Gill a reclamar sus bienes y a ponerse a disposición de la justicia. Sus reclamos fueron infructuosos, ya que apenas 15 horas después regresaría a Buenos Aires y de ahí partiría a Francia.
Comenta el autor que “su nuera, Maud Alejandrina Lloyd, ex esposa de Enrique Solano López, deja unas memorias donde cuenta que Elisa Lynch tenía solo 52 años cuando murió, el 25 de julio de 1886, en Boulevard Pereire No. 54, en el elegante 17ème Arrondissement. Le acompañaba su mucama, Marie”.
Los manuscritos de esas memorias se conservan en la Academia Paraguaya de la Historia y permanecieron en poder de Héctor Pedro Blomberg, hijo de Ercilia López de Blomberg, a su vez hija de Venancio López, hermano menor del mariscal López. Blomberg incluyó estas memorias en uno de los capítulos de su libro La Dama del Paraguay, publicado en Buenos Aires en 1939.
Muy interesante es saber que estos manuscritos fueron entregados antes de fallecer por quien fuera senadora del Estado de Alaska, Barbara Lorna Parker Dimock, nieta de Maud Lloyd y bisnieta de Elisa Lynch, al Dr. Martín Burt, quien hizo entrega de los mismos a la Academia Paraguaya de la Historia.
Elisa Lynch falleció en París y sus restos fueron enterrados en el cementerio Père Lachaise. En 1961, por orden del presidente Alfredo Stroessner, sus restos fueron traídos al Paraguay, depositados en el Museo Histórico del Ministerio de Defensa Nacional, en una urna de bronce, y hoy reposan en el mausoleo erigido en su honor, realizado por el reconocido artista plástico Hermann Guggiari Brun, en el cementerio de La Recoleta. La intención del Gobierno entonces fue depositar la urna en el Panteón Nacional de los Héroes.
La escritora Teresa Lamas Carísimo, a través del periódico Comunidad, de la Iglesia Católica, manifestó su oposición, señalando que Lynch no había estado casada con el mariscal y que tantísimas mujeres paraguayas habían sufrido la guerra y la miseria posterior, y que Lynch no las representaba. El Gobierno se llamó a silencio y Lynch descansa en el cementerio de La Recoleta.
En otro capítulo, el autor se refiere a tres obras que destruyeron la reputación de Lynch: la obra de Héctor Varela, publicada en Buenos Aires en 1870, el mismo año del fin de la contienda; Dictadura del Mariscal López, de Jacinto Villa Vicencio, publicada en Buenos Aires en 1874, y Elisa Lynch de Quatrefages, de Héctor Francisco Decoud, publicada en forma póstuma por la esposa de este en Buenos Aires en 1939.
En cuanto al trabajo de Héctor Varela, que llegó a ser un best-seller, María Gabriela Dionisi, historiadora italiana, señala que es la primera supuesta biografía de la concubina de López, que tuvo buena acogida en el Río de la Plata y que el autor se propone analizar “el rol de Elisa Lynch en la penosa guerra de cinco años sobre la abatida frente de un pueblo mártir”. La historiadora brasileña Alai Garcia Diniz, de la Universidad Federal de Santa Catarina, nos legó una reflexión sobre esta obra de Héctor Varela, señalando los mitos que emergen en casos como el de una irlandesa, compañera de un caudillo sudamericano, una suerte de femme fatale.
Los autores Lillis y Fanning hacen referencia a los celos que engendró Lynch en la moralista Pura Bermejo, esposa del intelectual español Ildefonso Bermejo, contratado por López para establecer un Teatro Nacional. Finalmente, Varela no critica a su personaje. Trata de plasmar las conversaciones tête à tête que tuvo con ella y resalta su belleza e inteligencia y sí, la percibió muy ambiciosa.
De la siguiente obra de Villa Vicencio, Dictadura del Mariscal López: Episodios, publicada en Buenos Aires, queda solo un ejemplar en la Biblioteca de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), señala el autor. Josefina Pla, eximia escritora española, nacionalizada paraguaya, que publicó La gran infortunada (Alicia Elisa Lynch), dice: “No cabe llamar biografía, es solo un episodio, aunque fuerza es confesar que largo y chabacanamente glosado”. Pla señala que este autor –Villa Vicencio– “da rienda libre a su imaginación y desacredita a la misma”.
Por último, de la obra de Héctor Francisco Decoud, señala el autor Arroyo, citando a Pla: “Su contenido recoge la virulencia de los ánimos en la post-guerra del 70. Pero la fecha en que se publica refleja la prolongada vigencia de muchas de esas opiniones. ‘La Elisa de Decoud –dice Pla– es una loba insaciable, ávida de poder y de oro, una mujer sádica que se goza con la tortura y con la muerte. Una Mesalina desenfrenada que no perdona a los moribundos, lindando con la necrofilia’”.
La historiadora brasileña Adriana Kivanski de Senna, de la Universidad de Rio Grande, señala que Decoud busca rescatar el pasado disoluto de Elisa como amante del dictador. Hermosa y perversa, dominadora y viciosa, artista seductora. Este autor, Decoud, enfatiza que nada tenía de heroína, ni se veía en la obligación de contar al pueblo paraguayo la verdad sobre esta mujer.
Consideremos que particularmente la familia Decoud sufrió bastante a lo largo de los gobiernos post-independencia, y varios de sus miembros se refugiaron en Buenos Aires, donde contactaron con los emigrados paraguayos, que fueron muchos. Estos fundaron un periódico, El grito paraguayo, con apoyo del intelectual chileno Francisco Bilbao, y muchos de ellos integrarían posteriormente la Legión Paraguaya. Aunque, precisamente, los Decoud se retiraron al publicarse el Tratado Secreto de la Triple Alianza en la prensa de Londres, antes de la guerra.
El siguiente capítulo se refiere a la vida de Elisa Lynch en Paraguay, 1855-1870. Al finalizar la guerra, en 1870, Elisa Lynch contaba con 36 años. Señala el autor que Charles Ames Washburn, ministro residente de los Estados Unidos en Asunción (1861-1868), en su publicación Historia del Paraguay, refiere al grupo de mujeres “que vivía de la abultada billetera de algunos caballeros” y cuenta cómo la conoció Brizuela, miembro de la comitiva de Francisco Solano en Europa, 1853-1854, y dijo que pertenecía al demi -monde”. Washburn aporta una foto de su archivo, rescatada póstumamente por Thomas Whigham, profesor norteamericano de la Universidad de Georgia, autor de tres valiosos tomos sobre la guerra de la Triple Alianza.
Por otro lado, Lynch en su obra Cartas y memorias, se defiende de la acusación de haber llevado una vida disoluta y licenciosa. El autor cita muchas fuentes, entre ellas al ingeniero inglés, coronel George Thompson, en su libro La Guerra del Paraguay, publicado por primera vez en inglés en Londres y en español en 1869 en Buenos Aires. Thompson dice, refiriéndose a López, “es cuidadoso de su apariencia, le gusta la cortesía militar, es un gran fumador y amante de la buena mesa. López habla un francés fluido, siempre conversando en esa lengua con la señora Lynch, que fue educada en Francia”.
Arroyo Pérez cita también a Tito Duarte, autor paraguayo que descubrió un texto inédito de un diario de viaje de la comitiva, escrito por Rómulo Yegros y José María Aguiar, dos ayudantes militares de López que relatan lo vivido en aquella misión entre el 12 de junio de 1853 y el 28 de junio de 1854. El documento no menciona a Elisa Lynch, quien ya era parte de la comitiva por toda Europa. Eso induce a pensar que no la tomaron en cuenta, porque tal vez no les pareció oportuna la presencia de aquella en la comitiva.
La escritora alemana Barbara Potthast afirma: “Así está justamente doña Pura Jiménez de Bermejo bajo sospecha de haber tenido una relación demasiado amistosa con uno de los mejores alumnos de su esposo y su sucesor como redactor de El Semanario, Natalicio Talavera, guaireño, y de haber causado con ello la partida del Paraguay. Esta sospecha no se demostró, pero parece no carecer totalmente de fundamento, aunque en una sociedad tribal los inventos nunca faltan”.
Juan Crisóstomo Centurión, en sus Memorias o reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, menciona brevemente lo que parece haber ocurrido entre el matrimonio Bermejo y Natalicio Talavera. Lo menciona también Yolanda Stewart Sellitti en su libro, presentado en 2015, Memorias del doctor Guillermo Stewart, médico inglés que dejó descendencia en el Paraguay.
Y Arroyo, el autor, señala que con respecto a la supuesta doble moral de Pura Bermejo, Arturo Bray en Hombres y épocas del Paraguay, dice: “Bueno es tener presente que quienes encabezaban la ofensiva de la sociedad paraguaya contra la Lynch eran la señora Bermejo y madame Cochelet, esposa del cónsul francés”.
Luego de Cerro Corá, la madre y las hermanas del mariscal López aceptaban sin titubear, como protección, las carpas brasileñas. La hermana de López, Rafaela, casada con Saturnino Bedoya, fusilado, se casó con Milciades Augusto Acevedo Pedra, e Inocencia, casada con Vicente Barrios, también fusilado, tuvo una hija con el general Correia da Câmara. Realmente, la realidad superó a la ficción.
El autor realiza una narración pormenorizada de usos y costumbres de la época en que Lynch llegó al Paraguay y de cómo las damas de élite se fueron animando a vestir a la europea y a exigirse más en sus tenidas (las paraguayas iban descalzas y fumaban cigarros), tomando varios autores para ello, como Milda Rivarola en Abrir baúles y roperos, y extranjeros como George Frederick Masterman, jefe militar farmacéutico del ejército paraguayo, que publicó, en 1869, Siete años de aventuras en el Paraguay.
Prosigue el autor con interesantes y novedosas anécdotas, como las del padre Fidel Maíz, quien relata en su obra Etapas de mi vida entredichos con la señora Elisa Lynch por haberse negado a bautizar a uno de sus hijos, pues ella pretendía que lo hiciera en su domicilio particular, y trajo al cura párroco de Villeta, Manuel Antonio Palacios, condiscípulo y amigo íntimo del general, que fue luego ascendido a obispo. Cita la obra de Juan Livieres Argaña, Con la rúbrica del Mariscal, editada en 1970 en seis tomos, una fuente muy rica sobre los encargos de Solano López a Buenos Aires y a Londres para hacer más cómoda la vida de su compañera en Asunción.
Josefina Pla, en Los británicos en el Paraguay, 1850-1870, otorga a Lynch la introducción de usos y costumbres europeas, pues ella recibía con regularidad en su domicilio a extranjeros destacados, diplomáticos, ingenieros civiles, médicos y visitantes de nota. Pla fue el perfil que elegí para mi ingreso a la Academia Paraguaya de la Historia, y me refiero a su enorme aporte a la historiografía social paraguaya, muy particularmente con Los españoles en el Paraguay, Los británicos en el Paraguay y Hermano negro, la esclavitud en el Paraguay, y sus otras infinitas contribuciones. De hecho, Pla es la bibliografía básica de Lillis y Fanning, según se puede apreciar.
Al fallecer don Carlos Antonio López en 1862, su hijo Francisco Solano pasó a ser el presidente del Paraguay y Elisa devino en primera dama, como ya dijimos. Se había mantenido discreta por el tiempo que vivió don Carlos, pero ahora se sentía libre de restricciones. En el primer aniversario de la asunción de Francisco a la presidencia, Elisa ofreció una fiesta de disfraces en el Club Nacional. Fue un baile de máscaras, comentado por el Semanario de avisos y conocimientos útiles, la prensa del momento, como algo impresionante en el medio paraguayo.
El autor hace alusión a la obra de José A. Van Halle, vendedor belga de bienes suntuarios que legó unas memorias publicadas en Río de Janeiro en 1870. En ellas comenta la rutina del presidente y sus reuniones con todos los estamentos de la sociedad. López era un xenófobo y se rodeó de espías.
Otro capítulo nos lleva a las causas de la guerra del Paraguay y la acusación a Madame Lynch de intromisión en las decisiones de Solano López. Ella se defenderá de estas acusaciones en Cartas y memorias o Exposición y protesta, publicadas en Buenos Aires en 1875: “He sido acusada de los actos internos de la política del Mariscal López y responsabilizándoseme de la guerra que llevaron al Paraguay tres naciones, como del sacrificio heroico con que ese pueblo se inmortalizó, pereciendo con su jefe en más de cinco años de guerra…” […] “Ajena a los hechos de la administración del Mariscal López, a su política, sin mezclarme en otras cosas durante la guerra que en atender a los heridos, a las familias que seguían al ejército y procurando disminuir las penalidades de la situación”.
Y luego de un pormenorizado recorrido por las distintas etapas de la guerra, e información acerca de la familia López Carrillo, llegamos a las conclusiones del autor, que a su vez hace un recorrido sobre los diferentes autores y sus percepciones sobre la figura de Lynch. Y se pregunta qué valor tienen las fuentes para reconstruir la historia, al haberse topado con algunas diametralmente opuestas en cuanto a los hechos. No obstante, el papel del investigador-escritor es precisamente evaluar y escoger las fuentes de más crédito y arriesgar una conclusión personal avalada por la documentación existente.
Sin embargo, no basta con recorrer exclusivamente la bibliografía específica. Es bueno también explorar las costumbres de la época, muy delimitadas por la religión.
Como Lillis y Fanning demostraron, gran parte de la discusión sobre el estado civil de Alicia Elisa fue fútil, y posiblemente el menos interesado en casarse fue Solano, ya que el matrimonio anterior de la Lynch se había realizado por rito protestante, algo que la católica iglesia romana no reconocía, de lo que se infiere que “Ella” siempre fue perfectamente casamentera sin precisar divorcio alguno.
Solano no era de compartir poder con nadie y se sabe que las acusaciones contra Elisa fueron exageradas y ella no estaba exenta de la ira del mariscal, como cuando usó a su hijo menor para hacer perdonar la condena a muerte de Mongelós. Fue advertida de no repetir esa conducta.
En la vida cotidiana, por otro lado, tenía mucho poder y lo usaba, como cuando hizo azotar a un grumete porque la canoa que él remaba filtraba agua y le mojó los zapatos.
Ella es una figura fascinante e interminable como inspiración literaria y este libro es una gran contribución al campo de estudios. Pero la cosa siempre fue más allá de lo meramente anecdótico, como cuando Gill la hizo invitar a venir al Paraguay, realmente para intentar hacerle confesar dónde López había enterrado el supuesto oro que podía servir para reconstruir al país, o a la familia Gill.
Se justifica entonces que finalmente el autor, Luis Arroyo Pérez, llame a seguir investigando en fuentes fidedignas y confrontar miradas con respecto a hechos y personajes que nutren y nutrieron la historia nacional.
* Beatriz González de Bosio es historiadora y docente. Es miembro de la Academia Paraguaya de la Historia y del Corredor de las Ideas del Conosur.
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