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Cultura

“Los indicios”. Fotografías de Luke Holland

Luke Holland. Fotografía analógica. Gabinete Florian Paucke, CAV/Museo del Barro. Cortesía

Luke Holland. Fotografía analógica. Gabinete Florian Paucke, CAV/Museo del Barro. Cortesía

Hay un invisible en la foto: se trata de un resplandor que hiere la incógnita del rostro, abierta ahora como una flor. La fotografía gestiona la luz, y de su acto iluminador se recupera un sentido de inscripción de fuerza. Este es un retrato: es una comunicación involuntaria que se expresa por medio de la memoria emocional de una historia que el rostro porta. Y esto se hace patente, sobre todo, en los ojos que no han sido entrenados para el lenguaje de la reproducción técnica de la propia imagen.

Acerca de ciertas fotos, Georges Didi-Huberman habla de su capacidad para hacer que parcelas de humanidad afloren: una “humanidad totalmente concreta e intensamente eficaz en el mero esfuerzo de un solo instante para alzar los ojos hacia el otro”[1]. Contra la pose –y su más reciente historia–, estos rostros tomados por el asalto de la luz habilitan intensidades.

Luke Holland. Fotografía analógica. Gabinete Florian Paucke, CAV/Museo del Barro. Cortesía

Luke Holland. Fotografía analógica. Gabinete Florian Paucke, CAV/Museo del Barro. Cortesía

Durante las décadas del 70 y el 80 del siglo XX, el fotógrafo británico Luke Holland realizó viajes a Paraguay, en los cuales tuvo ocasión de registrar las consecuencias del contacto con pueblos indígenas en situación de aislamiento. Los contactos habían sido forzados por medio de cacerías humanas –civiles y organizadas por el Estado paraguayo–, junto con programas misionales cristianos basados en el irrespeto a las culturas diferentes, al derecho a la autodeterminación y a la libertad de culto.

Las cacerías, las capturas y la instalación de campos de concentración configuraron operaciones inscriptas en un proceso de vaciamiento de territorios susceptibles de colonización, que consistía no sólo en el desplazamiento de miles de personas, sino que tenía como uno de sus efectos su desaparición efectiva: la muerte provocada por el shock bacteriano y viral que suponía la exposición a los invasores; en tanto las culturas “heridas de muerte” [2] –como les llamaría Augusto Roa Bastos– agonizaban ante la acción aniquilante de la evangelización.

Ticio Escobar se refiere a estas operaciones como etnocidio, el cual, “más allá de los objetivos redentores declarados”, tiene como consecuencia el “desmantelamiento de las culturas propias” y “la resignada sumisión del indígena y su integración, degradada siempre, al modelo civilizatorio occidental” [3].

Luke Holland. Fotografía analógica. Gabinete Florian Paucke, CAV/Museo del Barro. Cortesía

Luke Holland. Fotografía analógica. Gabinete Florian Paucke, CAV/Museo del Barro. Cortesía

Estos contactos también produjeron efectos ecológicos y psicoafectivos. Holland afirma que “mientras estaban en la selva [los indígenas] por lo menos mantenían el control sobre su medioambiente y su propia cultura, estaban orgullosos de ella. Ahora ya no tienen motivos para enorgullecerse” [4].

Quizás estas fotografías, arrancadas de los campos de muerte instituidos por la colonia, provengan precisamente de un instante de disolución del orgullo. Los retratos de Luke Holland arrojan el rostro a un contexto documentado por el reportaje fotográfico con un criterio situacional cuyo diseño es ofrecido por la propia institución colonial que administra espacios y cuerpos. Los rostros indígenas han sido insistentemente explotados, hasta el hartazgo, como tema emocional. Aquí aparecen perforados por la historia. Perforados por la luz de una foto que asume la realidad como un momento de verdad intensificada.

Notas
[1] Georges Didi-Huberman, Pueblos expuestos, pueblos figurantes. Buenos Aires: Manantial, 2014, p. 36.
[2] Augusto Roa Bastos, Las culturas condenadas. Asunción: CCEJS, 2011, p. 23.
[3] Ibid, p. 22.
[4] Ticio Escobar, Misión: Etnocidio. Asunción: RP ediciones, 1988, p. 59.

 

Nota de edición: Las fotografías de Luke Holland, reunidas en la muestra “Los indicios”, se exponen actualmente en el  Gabinete Florian Paucke del CAV/Museo del Barro. La exposición permanecerá habilitada hasta mediados de noviembre.

 

* Damián Cabrera es escritor, investigador, docente, gestor cultural y curador. Su trabajo se desarrolla en las áreas de lengua, literatura, fronteras, arte, política y cultura. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Capítulo Paraguay, y de los colectivos Ediciones de la Ura y Red de Conceptualismos del Sur.

1 Comment

1 Comentario

  1. Alejandra Mastro

    13 de septiembre de 2022 at 22:59

    Excelente tu texto Damian! Incisivo, me fascino

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