Cultura
Las palabras-imágenes de Nelly Richard
La crítica y ensayista, cuyo pensamiento ha marcado la práctica artística en Chile, así como el horizonte reflexivo de América Latina, fue recientemente distinguida por la Universidad de Buenos Aires (UBA) con el doctorado “honoris causa”.
Nelly Richard. © Altajo Producciones. Cortesía
Durante los años ochenta se intensificó el debate sobre los alcances del arte latinoamericano, cuestión que terminaría siendo tratada en diversas escenas simultáneas, superpuestas a veces. Contra el trasfondo enlutado de las dictaduras latinoamericanas, se estaba asumiendo entonces la crisis del modelo de la “dependencia cultural”, y se estaban librando litigios simultáneos: enfrentamientos entre, por un lado, lo propio del arte y los desafíos del compromiso político; y, por otro, entre las señales imperiales del centro y los discursos resistentes de la periferia latinoamericana. Las figuras de la identidad, la región y la memoria tanto impulsaban movimientos diversos como seguían trabándolos con resabios idealistas que esencializaban los conceptos en juego y los contraponían en cifra de disyunciones fatales.
Conocí a Nelly Richard en ese contexto complicado. Fue en Buenos Aires, en 1984, en ocasión de la VI Jornada Internacional de Crítica, convocada por el CAYC bajo el título La vuelta al cuadro/Identidad y región/Hacia un Circuito Latinoamericano. La ponencia de Nelly me resultó inquietante. Me desconcertaron su escritura tanto como su manera de leerla, de actuarla. Su discurso se me presentaba a la vez críptico y luminoso; cargado de señales encubiertas pero indispensables. Sus reflexiones sobre el feminismo y la cultura transexual se incrustaban como una cuña en un pensamiento definido en clave macropolítica; un discurso demasiado preocupado por arribar a definiciones tajantes que iluminaran la dirección correcta.
Cuando me lancé a leer sistemáticamente los textos de Nelly Richard, creció el desconcierto ante construcciones oscuras y seductoras. Comencé a vislumbrar que la fuerza de ese pensamiento se basaba (se basa) justamente en ese doble gesto capaz de encubrir y desorientar, por un lado, para intensificar los sentidos, por otro. Pero ese es el movimiento de la crítica de arte (no de la estética, no de la teoría especulativa del arte). Y ya se sabe que esta crítica termina siendo conquistada por el asunto de sus desvelos; es decir, por el arte, que solapa lo representado para exponerlo, relampagueante, furtivamente, en otro lado. No digo que el pensamiento de Richard siga el método de la crítica de arte (en el caso de que hubiera tal método); pero creo que, sin arriesgar su rigor, se presta a ser encarado desde la perspectiva de la reflexión estética acerca de las intrincadas cuestiones que trata. Cuestiones que escapan enseguida del ámbito estricto de “lo artístico” para cruzar distintos campos, internarse soslayadamente en ellos y minarlos con breves espacios poéticos; con mínimos vacíos capaces de cobijar e impulsar imágenes y conceptos disidentes.
Nelly Richard busca sacudir la fijeza abstracta de categorías universales que establecen las significaciones y las instituyen en clave hegemónica. Desde mi lugar de lectura, encuentro que su obra encara este cometido empleando lances de la crítica contemporánea del arte; lances del arte mismo. Por una parte, la ironía, que obliga a los textos a desprenderse de sí para revisar desde afuera sus propios engranajes formales y expresivos. Por otra, la contingencia, que niega todo cobijo trascendental y permite a tales textos examinar en situación cada objeto, cada hecho, cada concepto y cada imagen. La escritura puede, así, asumir el conflicto que moviliza estos términos poniéndolos bajo sospecha permanente (no se presume la inocencia en los ámbitos nocturnos del decir poético); pero, también, considerándolos en situación de parergon; es decir encuadrándolos sin encerrarlos en un marco completo: convirtiendo sus límites en zonas indecisas y fecundas de reflexión. Por último –como si no bastara tanta precaución ante los estándares del mensaje claro–, sus ensayos no tienen reparo en volverse sobre los códigos de la escritura sosegada (no duda en “maltratar el lenguaje”, en términos de Benjamin) para forzarlos a que suelten indicios de verdades que están fuera del alcance de sus convenciones. Por eso, la obra de Nelly Richard, tal como lo hace el arte, apela tanto a conceptos como a imágenes, indispensables éstas para vislumbrar, fugaz y ladeadamente, lo que está más allá del último signo. Así como operan el arte y la crítica que sobre él recae, NR apunta, no al significado estable, sino al sentido, esquivo a la propensión conciliadora e instrumental del lenguaje.
Estas opacidades y turbulencias, que complican los caminos de su escritura ante la expansión dominante de la comunicación fácil y la literalidad representacional, permiten a Nelly Richard enfrentar de manera contingente las cuestiones centrales que renueva, inquisitivo, cada presente. Le permiten asimismo multiplicar perspectivas, adoptar posiciones plurales y apretar las palabras e ideas contra los límites de la representación, buscando hacerlas burlar esa frontera, lanzarlas a la intemperie del decir emancipado y recuperarlas, diferentes, en otro punto, en otros puntos que no coinciden con el de partida. Los grandes temas (la micro y macropolítica, la cultura, el arte) quedan así desustancializados; libres de las sujeciones de las identidades fijas, las definiciones axiomáticas y el compromiso moralista. El tratamiento de tales temas resiste simultáneamente la autoridad del logos hegemónico y las posiciones que la discuten desde pretensiones didácticas y consignas palmarias. El pensamiento de NR se mantiene, por eso, en estado de alerta constante ante el riesgo de cualquier estereotipo que pueda desactivar su filo crítico y allanar sus circunloquios tácticos. Que pueda nublar la belleza de su palabra sesgada.
Tengo el privilegio de haberme acercado a ese pensamiento fructuoso tanto a través de la escritura como mediante las largas conversaciones y tareas realizadas en conjunto durante casi cuatro décadas en el curso de una amistad inquebrantable.
Nota de edición: Nelly Richard es crítica y ensayista. Nació en Francia, aunque vive en Chile desde 1970, donde fue fundadora y directora de la Revista de Crítica Cultural (1990-2008). Es autora de los libros Zonas de tumulto: memoria, arte, feminismo (2021), Abismos temporales. Feminismo, estéticas travestis y teoría queer (2018), Latencias y sobresaltos de la memoria inconclusa (2017), Diálogos latinoamericanos en las fronteras del arte (2014), Crítica y política (2013), Crítica de la memoria (2010), Feminismo, género y diferencia(s) (2008 / 2018), Fracturas de la memoria. Arte y pensamiento crítico (2007), Residuos y metáforas. Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición (1998), La insubordinación de los signos: cambio político, transformaciones culturales y poéticas de la crisis (1994), Masculino / Femenino (1993), Márgenes e Instituciones (1986 / 2007). Desde 2019 coordina la cátedra “Políticas y estéticas de la memoria” en el Centro de Estudios del Museo Reina Sofía, Madrid.
* Ticio Escobar es crítico de arte, curador, docente y gestor cultural. Fue presidente de la sección paraguaya de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA Paraguay), director de Cultura de la Municipalidad de Asunción y ministro de la Secretaría Nacional de Cultura. Es director del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro.
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