Cultura
La encrucijada
A propósito de la exposición de Marcos Benítez en Artística Espacio de Arte. La muestra fue inaugurada en el marco de Pinta Sud Asu y acaba de ser clausurada.
Marcos Benítez, "La encrucijada", 2022. Instalación © Javier Medina Verdolini
La exposición se desarrolla a partir de una obra central consistente en la instalación de dos hamacas cruzadas entre sí. En otras salas se exponen obras referidas a momentos de la materialidad, la técnica y el contexto de producción de las piezas: un video, impresiones de imágenes de un herbario y de una planta de caraguatá (de cuyas fibras se extraen los hilos que sostienen en parte esta muestra); bolsos enlhet, tradicionales en sus formatos y diseños pero tejidos con hilos reciclados de tela plastillera, y un conjunto de costales que, elaborados con esa tela, son intervenidos y montados a modo de un tapiz. El reciente empleo de hilos reciclados deviene una alternativa ante la dificultad de conseguir las fibras naturales a causa de la devastación ambiental y la mengua de los territorios étnicos.
Las dos hamacas expuestas en la sala central fueron confeccionadas, la una, con fibras de caraguatá, según la tradición étnica chaqueña; la otra, con los referidos hilos reciclados. Marcos Benítez enfatiza la materialidad de cada soporte y, sobre todo, la autoría de las piezas. Felisa Ayat de González, una artesana de la comunidad enlhet de Éfeso (Yalve Sanga), no solo aparece destacada como productora, sino como autora de un video que, expuesto en la misma sala, documenta escenas de la producción textil chaqueña. Felisa es también autora de los bolsos expuestos, salvo uno de ellos, realizado por Keti Ayat, tía suya. El destaque de esta presencia resulta políticamente relevante para evitar la invisibilización de los sujetos populares y, en consecuencia, recusar el extractivismo etnocultural que irrumpe actualmente en el sistema internacional del arte. Este avance, de claro impulso colonialista, emplea obras de culturas alternativas solapando las condiciones de su producción y soslayando la importancia de los creadores indígenas y populares.
En esta muestra, las hamacas aparecen cruzadas, colgadas una sobre otra a una distancia de aproximadamente 15 cm y dispuestas a la altura de la mirada, de modo que, según la posición del espectador, pueden ser vistas desde arriba o desde abajo. Una de ellas está hecha con fibras de caraguatá; la otra, con los citados hilos reciclados. La trama entreabierta y flexible de las piezas permite apreciar el procedimiento técnico basado en nudos breves, a modo de un tejido de macramé; descubre, así, el armazón de los tejidos, articulados mediante los/las cruces breves que los nudos crean.
El carácter mediador de la hamaca, que hace mecer cada pieza expuesta entre dos cabos enfrentados, sacude suavemente el espacio y lo convierte en lugar marcado por conflictos y convergencias: lo vuelve escena de una instalación. Así, las hamacas cruzan combada y escuetamente la extensión de la sala pendiendo entre dos universos culturales que hoy se ven comprometidos a coincidir en un extraño encuentro. El término “encuentro” mantiene acá el doble sentido que tiene en español: tanto nombra una coincidencia como refiere una colisión; acepciones opuestas que se balancean, se hamacan, entre lo orgánico y lo plástico, lo natural y lo procesado, lo tradicional y lo actual, lo indígena y lo occidental, lo propio y lo ajeno (lo reapropiado); entre los bolsos ancestrales y las bolsas (costales) actuales. Así, la figura de la hamaca deviene cifra de un inestable vínculo entre los extremos, oscilante pausa entre la vigilia y el sueño; tregua, quizá, entre el lecho inquieto del amor y el transitorio asiento de la muerte (entre ciertos grupos guaraní, el kyha oficiaba de sostén de los restos antes del entierro en urnas).
Las sombras que proyectan las hamacas cruzadas crean otras figuras temblorosas, espectrales, capaces de revelar al sesgo la intimidad de la urdimbre y sugerir la posibilidad de nuevos vínculos y oposiciones, de otras redes significantes. En algún instante de su vacilar liviano, las hamacas sobrepuestas, o sus sombras, conforman la imagen de una gran cruz, disuelta enseguida por los antojos de la mirada o de la luz, que cambian las formas y las rearman según designios ignorados pero exactos. El tejido de las hamacas guarda en sus mallas geometrías fluctuantes, diagramas topológicos de fuerzas y pliegues ilimitados; siempre remite a ambos lados y a un arriba y un abajo y, por eso, a terceros espacios y a nuevos significados. Los tejidos requieren un bastidor donde se cruzan hilos y signos diferentes, divergentes a veces. Solo las sombras que arrojan permiten entrever, por un instante, la unidad tramada más allá de las diferencias materiales y los enfrentamientos simbólicos.
* Ticio Escobar es crítico de arte, curador, docente y gestor cultural. Fue presidente de la sección paraguaya de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA Paraguay), director de Cultura de la Municipalidad de Asunción y ministro de la Secretaría Nacional de Cultura. Es director del CAV/Museo del Barro.
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