Cultura
Fredi Casco: “El ojo del tiempo”
Fredi Casco. Detalle de "El Salón Ámbar", 2022. Instalación. Cortesía
El médium y el escriba, proyecto artístico de Fredi Casco actualmente exhibido en Galería Fuga Villa Morra, bien pudo llamarse Umbral, esa zona flexible como una membrana.
Casco es un indagador de umbrales, de sitios de frontera donde habita la promiscuidad y crecen las ficciones. Su arte siempre ha manifestado inclinación por esos espacios ambiguos donde presagios, alucinaciones y pseudo-ciencia se confunden.
Atraído por lo que podríamos llamar el pensamiento lateral –ese que discurre en paralelo al mainstream sin pretensiones de contestación crítica pero con toda la fuerza de su marginalidad–, Casco fue integrando en su obra regiones sinuosas de la experiencia cuyo tránsito exige tacto, delicadeza y perspicacia.
Su última propuesta resulta inasible en primera instancia. Se trata de una construcción compleja a la cual se accede lentamente, como en trance. Demanda tiempo y silencio. La comunicación con los muertos, un fenómeno antiguo que hizo eclosión en los círculos intelectuales europeos a mediados y fines del siglo XIX, es performáticamente explorada en esta gran instalación. Cientos de historias nimias, relatos nocturnos que trasiegan penas, temores y esperanzas, cobran vida en este “Salón Ámbar”, así nombrado por Pai Nicolás –sacerdote de Umbanda y San La Muerte–, quien fue el canal utilizado por el artista para realizar esta puesta en escena.
Casco interviene con “escritura automática” (o un remedo de ella) las pintorescas fotografías papel coloreadas, de comienzos y mitad del siglo XX, que fue comprando en diversos mercados de pulgas. Actualiza los espectros. Los sacude con manchas y grafías, a veces sobrias, a veces funambulescas. Teatraliza situaciones con una estética a lo Lynch y acude a Celan –que por algo había nacido en Transilvania– para sellar el contacto con lo desconocido: “Este es el ojo del tiempo: mira sesgado / bajo la ceja de siete colores / Su párpado lavado por las llamas / su lágrima es vapor / Se acerca a él volando la estrella ciega / y se funde en la pestaña más ardiente: /hace calor en el mundo / y los muertos / brotan y florecen (“Ojo del tiempo”, De umbral de umbral, 1955).
El “Salón Ámbar” es pura melancolía. Y extrañeza, como la de Cioran, ya no Celan, cuando dice sentirse eternamente lejos de casa.
Obviamente, Barthes, más que nunca, se hace presente. La fotografía, más allá de la certeza de la muerte –anticipada o confirmada–, deviene vehículo especular, dispositivo que pone en oscilación cualquier verdad. La puesta general, que incluye video (una toma crepuscular, con sonido real), ofrece también dos series vinculadas a investigaciones previas del artista (Foto Zombie/Teoría de la conspiración y Arete Gua’u. Todas las fiestas del mañana). Ambas trabajan esa aludida “umbralidad”: en un caso, mediante el recurso del filete o el corte a bisturí, que genera un delgado vacío entre la figura y su entorno, un pasaje abismal; en otro, apelando a la máscara, que también es un umbral, un médium entre mundos separados y distintos.
* Adriana Almada es crítica de arte, escritora, editora y curadora. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA Internacional), de la que fue vicepresidenta, así como presidenta del capítulo paraguayo (AICA Paraguay). Es curadora de la Colección Mendonca (Paraguay).
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