Cultura
“No existe moral colectiva”. Lectura del Open Studio en Tranvía 13
Tranvía 13. Cortesía
En el marco del Pinta Sud ASU se llevó a cabo un open studio en Tranvía 13 –espacio dirigido por la artista y docente Silvana Domínguez–, en el que participaron Belén Rodríguez, Arnaldo Cristaldo, Gustavo Benítez y Lucas We, con propuestas diversas que se unen por el hilo conductor de la convocatoria de Adriana Almada.
Epítetos para lastimar
El recorrido se inicia con Arnaldo Cristaldo, quien recientemente presentó en el MALBA la obra Descalzado (2016), en la muestra Aó. Episodios textiles de las artes visuales en Paraguay con la curaduría de Lia Colombino. En esta ocasión se expone la primera pieza que forma parte de la serie Sombrío (2013), en la que se trabaja con tonos monocromáticos para representar acontecimientos luctuosos de la historia del Paraguay. Su obra es conocida por la apropiación de símbolos patrios y puede interpretarse la dualidad de trabajar con el escudo de la bandera paraguaya como un ejercicio de bordar/desbordar “el enigma” del horizonte paraguayo, la encrucijada existente detrás de cada suceso trágico, con connotaciones políticas y el mito del Paraguay como nación homogénea.
En las obras iniciales de Cristaldo es posible percibir el efecto moiré, las ondulaciones que se generan por el impacto de la luz con el tejido oscuro al ser la obra expuesta y que le agregan vibración y movimiento. Se puede notar una búsqueda obsesiva por alterar la tela, llegando al punto de que parecieran órganos vivos, como el caso de las piezas de Py’apy, hechas en color rojo y que fueran punzadas con espinas previamente. Estas últimas piezas fueron expuestas en una muestra del mismo nombre, junto a una carta intervenida de Alfredo Stroessner (1954-1989) [1]. Por lo que la lectura de esta transición en las obras en general nos da a entender una toma de postura, que aborda las temáticas que son de interés para el artista de manera abierta.
En la transición de obras, primeramente, lo oscuro y monocromático cobra protagonismo para convertirse luego en pulso vital en Py’apy, y decantar por último en su reciente propuesta; tres contenedores de tejido con inscripciones, hechos a partir de otra carta: la Carta de un amoral, de 1959, escrita en el contexto de un apresamiento masivo y represivo de homosexuales por la policía estronista [2].
Si en las primeras piezas lo real se navega a través de juegos entre la luz y sombra, entre aparecer y velar, en este punto el dolor se vuelve evidente. En esta última serie, los enunciados adquieren una postura propia. Y la obra actúa como una invitación a revisar de vuelta esa carta que dice: “en vez de reflexionar social, humana y filosóficamente, es más fácil usar epítetos para lastimar”. “No existe moral colectiva”, pero sí memoria, que debe ser revisitada y tensionada, para evitar caer en las mismas sombras.
La vegetación que me habita
Lo opaco es la infancia del brillo.
El brillo, la quieta luz
de las estrellas que se fueron.
—Adriana Almada, Patios prohibidos (2008)
El recorrido prosigue con obras de Gustavo Benítez, de reconocida trayectoria en la creación de carnosidades de papel, o papel viviente y resignificado en sus Crisálidas, que, en su disposición pendular, invitaban incluso a niños y niñas a interactuar con la instalación. Y, por otro lado, con la obra de Belén Rodríguez, Proyecciones sobre cenizas (2019-2021). En este punto de la muestra, ambos espacios parecían actuar como contrapeso a través de una vegetación que nace y otra que se extingue o se mantiene oscilante en una tensión que ejercía un doble acto de muerte: la de la naturaleza incendiada, práctica recurrente cada año en Paraguay por el avance del proceso del rozado para la variación del uso de suelo, generalmente para el monocultivo, y las crisálidas, que naturalmente envuelven un insecto (larva) en formación. Las obras de Benítez representan ese trance, algo estaba y solo quedaron rastros, como si se velaran cuerpos ausentes, si Freud en su texto El porvenir de la ilusión de 1927 habla de que la acción humana a través de la cultura está diseñada siempre para intentar vencer a una naturaleza enigmática, ambas obras la elogian o buscan generar tensión tanto sobre la naturaleza como la ausencia misma. Con cuerpos que erigidos verticalmente se convirtieron en cenizas, como los árboles representados en la obra de Belén Rodríguez, o rastros de envolturas corpóreas que se mecen de manera lúdica en las Crisálidas.
La muestra de ambos artistas, Benítez y Rodríguez, remite a la escritura de autores como Rubén Bareiro Saguier (A la víbora de la mar, 1987) o la propia Adriana Almada (Patios prohibidos, 2008) en que los textos actúan como haikus, destellos de significación y contrapesos. Parecieran estar guionados curatorialmente para representar esa tensión, y la gravedad pareciera estar invertida.
Un texto también vertical de Gustavo Benítez, disposición que prevalece en toda su obra, contiene frases como: “Traen aire profundo, visiones del monte”, y concluye con “Extrañas criaturas vegetales me habitan”, mientras que la descripción de Rodríguez hace alusión a su interés por la corporalidad, la naturaleza y sus efectos en la configuración social. En las Crisálidas puede apreciarse la influencia del naturalista y explorador Alexander Von Humboldt, como también del romántico alemán Novalis, según menciona el propio autor. Lo que en Sudamérica estaría asociado con el Abate Molina, o el arandu ka’aty del guaraní paraguayo, la vegetación nos habita, aunque dejamos de ser monte, la deforestación cala no solo en el cuerpo mismo, sino también en el pensamiento, como lo mencionaba Bartomeu Melià.
La última parte del recorrido nos lleva a un espacio en el cual lo relacional está presente gracias al trabajo de Lucas We, con sus propuestas que aluden a la cultura pop, el branding y el arte callejero. Tal y como él mismo se define, es un artista con fuerte presencia en espacios públicos, o un artista de calle. En el estudio personal de Lucas, hay cuadernos de artista, obras varias, revistas vintage y gallinas coloridas que irrumpen el espacio.
Entre las numerosas propuestas que ofrece el Grupo We, cabe mencionar el Club Touch, que además de brindar un espacio para que adolescentes se expresen creativamente, tiene un fin social. Tanto Lucas como quienes forman parte de su colectivo se destacan por la creatividad, capacidad de gestión, actualización constante y apertura hacia nuevas ideas. Y se rescata el hecho de brindar posibilidades artísticas en una etapa complicada de crecimiento donde el arte debería ser la manera de sublimar pulsiones y generar nuevas conexiones, porque tanto para él como para Lucy Yegros, el arte está para conectar. Tensionar la realidad, revisitar la memoria o reflexionar sobre la existencia misma, como la propuesta del Tranvía 13.
Notas
[1] La obra formó parte de la muestra Py’apy, el valor del pulso: Obras recientes de Arnaldo Cristaldo. CAV/Museo del Barro, 2017. Curaduría de Lia Colombino.
[2] Esta carta fue publicada por el diario El País (30/septiembre/1959) en el contexto del “Caso 108 y un quemado”. Según los titulares, 108 era el número de homosexuales apresados (perseguidos, torturados y reprimidos) luego de la muerte del locutor Bernardo Aranda, “el quemado”. Carta de un amoral. 108 memorias.
* Fernando Colmán (1990). Trabaja en investigación en arte contemporáneo para Curatoría Forense Latinoamérica y en comunicación digital. Ha realizado diplomados en Antropología del Arte (LATIR, México), Arte aplicada a la Sociedad (Überbau_house, São Paulo). Colabora con Trabajadores de Arte Contemporáneo y Experimental Photo Festival (Barcelona).
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