Cultura
Las dos historias de Emma
El año 1922 fue fundamental para la cultura. Hace cien años,se publicaban obras como Ulises de James Joyce, La tierra baldía de T. S. Eliot, Trilce de César Vallejo. Marcel Proust fallecía, dejando tras de sí su monumental En busca del tiempo perdido. Pero, en el tiempo de ficción borgiano, Emma Zunz, una simple trabajadora judía, recibía la noticia de que su padre había muerto, lo cual influiría decisivamente en su destino.
Cortesía
Así como Augusto Roa Bastos constituye hasta ahora un paradigma referencial para los escritores paraguayos, Jorge Luis Borges lo es para los argentinos.
Releyendo algunos pasajes de Vivir afuera, de Rodolfo Fogwill, encuentro una referencia que antes no había llamado mi atención.
Una pareja judía conversa como lo hacen los porteños: un poco de esto, un poco de aquello. En un momento dado, el tipo cuenta la anécdota de un viejo místico judío que, según los chismes, en el pasado iba a los quilombos en compañía de Borges. Más tarde, el tipo elogia dos cuentos de Borges que aluden a los judíos, uno de los cuales es “Emma Zunz”.
Por lo general, se considera que este cuento difiere visiblemente de los tradicionales de Borges, tesis reforzada por la misma declaración que hizo una vez el propio autor acerca de su génesis. No hace falta aclarar que tampoco es de los más populares del escritor argentino.
Partiendo de la tesis de Ricardo Piglia de que todo relato cuenta dos historias, una visible y otra secreta, podemos aproximarnos al texto de Borges y pensar que la diferencia con otros de sus cuentos más fantásticos es solo aparente, y que es algo más que un relato lineal.
La primera impresión que da “Emma Zunz” es la de un relato casi policial acerca de la venganza de una obrera judía.
Emma concluye que el culpable del suicidio de su padre es el dueño de la fábrica en que trabaja. El hombre, en su camino para convertirse en propietario, no dudó de acusar a su padre de robar plata, algo que lo obliga a huir del país. El plan vindicativo de Emma es simple: contarle que ella sabe la verdad y, acto seguido, matarlo. Para ello, se cita por la noche con el dueño, con la excusa de informarle acerca de una inminente huelga en la fábrica. Antes de acudir a la cita, en la que planea encarar al hombre y luego matarlo, la mujer inventa ella misma la evidencia de una supuesta violación: se deja fornicar por un marinero despreciable del puerto, que le deja rastros de infamia en el cuerpo. La idea es culpar al dueño luego de matarlo con un revólver que guarda en el escritorio de la oficina. De esta manera, el crimen quedará justificado.
Y todo esto pasa, solo que no como lo tiene previsto.
La mujer, ya reunida con el sujeto, decide no echarle en cara nada, aunque ella haya ensayado antes la acusación vengadora. Prefiere hablarle de la huelga, mandar al frente a compañeros huelguistas en forma innecesaria. Luego le pide algo de beber, ínterin en que recoge el revólver y le dispara ni bien el otro regresa. Llama a la policía y recita la coartada que preparó de antemano.
Pero nos quedamos pensando: ¿por qué no encaró al hombre a tiempo? ¿Por qué termina actuando como soplona de los huelguistas?
La clave, quizás, resida en este pasaje que Borges parece dejarnos como pista: “Más que la urgencia de vengar a su padre, sintió la de castigar el ultraje padecido por ello”.
Acusar al jefe de la muerte de su padre era el gesto que asignaba sentido divino a un crimen humano, pero ella, al parecer, no lo mata por eso, sino porque, en el trance de ser mancillada por el marinero, algo cambia en ella, en su cuerpo.
Solo entonces vemos emerger el sentido oculto, la historia secreta: la mujer era virgen antes de fornicar con el marinero y, por razones que obedecen a la conciencia de deshonra judía, pero también a cierto amor por el padre muerto, ella no soporta a los hombres.
Antes de ser desvirgada, Borges nos cuenta que, salvo su padre, a Emma “los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico…”, y luego, mientras se somete al acto carnal, piensa que “su padre le había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían”.
En otras palabras, Emma asesina no tanto por vindicación del padre, sino de sí misma como mujer que ha perdido para siempre la pureza de su cuerpo a causa de los hombres.
“Emma Zunz” es un relato de doble fondo. Borges nos hace seguir con atención la historia visible: la intriga que Emma prepara con el fin de hacer justicia divina, pero, al mismo tiempo, salvarse de la justicia humana. Pero, en realidad, nos cuenta, con mínimas pero generosas pistas, la historia secreta: sobre cómo el sacrificio que Emma realiza con su cuerpo resignifica los motivos que tiene para asesinar a un hombre, a cualquiera, a todos.
* Cave Ogdon (Asunción, 1987) es escritor. Ha publicado cuentos y novelas. Algunas de sus obras son Los incómodos (Arandurã, 2015, mención honorífica certamen literario Roque Gaona), Papeles de encierro (Arandurã, 2017), Luz baja (Aike Biene, 2018) y Perros del pantano (Póra, 2021).
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