Cultura
Intimidad y lengua propia en la poesía de Rosalía de Castro
Rosalía de Castro. Cortesía
Para un hablante del castellano o del portugués, leer en gallego podría no significar una empresa demasiado imposible. Sus raíces no son muy diferentes. El gallego es un idioma que evolucionó del latín en la Gallaecia romana, sobre una base de distintas bases celtas y paraceltas, con influencia de otros grupos que se asentaron en la zona como los visigodos y los árabes en menor medida. Después de un periodo de apogeo en la Edad Media, pasó por un proceso de sustitución por el castellano que duró siglos y recrudeció en tiempos de la dictadura franquista. Así es que, si bien es una lengua distinta, es de lectura accesible.
Los versos de Rosalía de Castro en la lengua original a veces tienen el sabor de estar leyendo en el castellano del Mio Cid: Ẍa nin rencor, nin desprezo / Ẍa nin temor de mudanzas. Por sonoridad de la palabra y por el tono del pensamiento, otras veces se siente como el portugués de Pessoa: Ben sei que non hay nada / Novo en baixo d’o ceo, / Qu’antes outros pensaron / As cousas qu’ora eu penso. Pero lo que salta a la vista es que en esas similitudes se pone también a la vista su diferencia, su particularidad. En esa distinción asoma un territorio linguístico inconquistado, y por tanto vivo, algo que ha sabido permanecer irreductible detrás de las convergencias.
Rosalía de Castro dice elegir la lengua gallega para “hablar una vez más de las cosas de nuestra tierra y de nuestra lengua”. Si tal intención existe, no es de manera explícita, no es un poema de la patria y la exaltación como podría ser el Mensagem de Pessoa. Los primeros poemas, breves, desprovistos de mucho arreglo y vocabulario, reflexionan sobre el quehacer de la palabra, el tiempo, la naturaleza del pensamiento, la fatalidad del destino, la esperanza y otros tópicos que son tan personales como universales. Entonces, ¿qué debe entenderse por “nuestra tierra y nuestra lengua”? La lengua materna abre un territorio compartido para la intimidad, para la imginación, para el afecto, para la filosofía. Es una paradoja. Susy Delgado habla de “lenguas minorizadas”, pero, justamente, esa “intimidad” funciona como espacio de resguardo para ciertos usos del idioma.
Recuerdo que cuando la ministra de la Secretaría de Políticas Lingüísticas tomó el micrófono, se dirigió primero al público y a los ponentes de la presentación del libro que reseñamos [1] en un guaraní que era elocuente, pero que sobre todo era muy cálido, a través del cual se atrevió a ciertos cariños y cercanías. Al tener que ocuparse de asuntos más formales, pasó al castellano, donde el acento y los términos se tornaron imparciales.
Pensemos que un tratado filósofico hace no mucho se escribía en latín, que era la lengua académica por convención. Al no ser una lengua del uso corriente, el pensamiento se distanciaba deliberadamente de las condiciones culturales inmediatas y se ubicaba en el terreno de la universalidad. El filósofo piensa en latín, por tanto piensa en lugar de la humanidad (aunque solo una minoría de esa humanidad hablara como el papa). En la literatura, en las canciones, en los poemas y romances comenzaron a estilizarse el provenzal, el gallego-portugués, el toscano, el andalusí, y muchas otras lenguas vernáculas europeas que se hablaban también en el mercado, por la necesidad, entre otras cosas seguro, de referir el espacio íntimo, el poema de amor, la vida particular y subjetiva, o bien, como en el caso de la Commedia o el Libro de Aneirin, los pormenores del mundo social y de las leyendas locales.
Es decir, la lengua propia tiene acceso a una particularidad en la expresión que no puede ser traducida de manera absoluta, sino solamente sugerida, recreada según los criterios y las competencias del traductor. Es lo que quise decir con “intimidad”. En este sentido, Rosalía de Castro renuncia al vocabulario espurio y entusiasta de los diccionarios, evita los retruécanos y otros artificios del verso, para dedicarse solo a lo esencial del idioma. No quiere decir que adolece de simpleza, sino que baja la palabra a la “tierra” y a la “lengua”, como un acto democrático y de generosidad. Cito a Julia Kristeva: “Más allá de la invención, la obra o la acción, hay alguien, alguien ha vivido”. Digo con esto que el gallego no es una fatalidad en el caso de la poeta Rosalía, sino una opción estética y por tanto política, porque ese “alguien que ha vivido” lo ha hecho en el territorio de su lengua materna. Do íntimo o añohapegua, como traduce Susy Delgado.
En cuanto a la traducción de Susy al guaraní, es interesante que como poeta y como traductora pueda oscilar entre la tercera lengua paraguaya, el jopara, y un guaraní incontaminado, para cuyo ejercicio es necesario el neologismo y una aventura por las amplias aguas de las raíces linguísticas. Esta incursión puede corresponder con un uso normado y académico del guaraní, pero, según me hizo ver la propia Susy en una conversación, puede también atender a razones estilísticas en el proceso de la traducción. Varios criterios tienen lugar en estas decisiones: la musicalidad, el ritmo, el sentido, la intencionalidad, etcétera. Por lo mismo, el uso del jopara no siempre se ajusta a las necesidades de traducción. En tal caso, para lectores poco duchos en el idioma como el que suscribe, la legibilidad en algunos casos se convierte en un desafío, pero sabiendo que el sabor del poema ha sido preservado.
Si esa forma del guaraní no se vuelve una vox patri, determinada por un arbitraje y una lógica correctiva, y si en verdad supone una aventura en la posibilidad de una lengua poética, entonces puede ser interesante. Además, la orfebrería del neologismo es un arte atrevido y minucioso, que no es antojadizo sino un gesto creativo sobre la base de una tradición idiomática. Y ha sido, desde luego, la operación de muchos poetas como Shakespeare que, verbigracia, trajo a la lengua inglesa palabras como elbow, gloomy, moonbeam, blanket, arouse…
Nota
[1] El autor se refiere a la presentación del libro Rosalía Ñe’ê Poravopyre (Palabra escogida de Rosalía), selección de poemas de Rosalía de Castro, traducida del gallego al guaraní por la poeta Susy Delgado y publicada por el Centro Cultural de España Juan de Salazar y Editorial Arandurã.
* Christian Kent nació en Asunción en 1983. Es autor de cuentos, fábulas y poemas. Algunas de sus publicaciones son Lieutenant (La Calle Passy Ediciones, 2011); Cuatro Cuentos (Okára Japu, 2014); El rey del planeta rojo (Arandurã, 2015); Fábulas (Libros del Perro Negro, 2016), que tuvo una mención honorífica en el Premio Municipal de Literatura; y Apócriphos (Arandurã, 2017). Es director de Editorial Dos Maletas y colabora de manera independiente con diferentes medios.
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