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Cultura

Paraguay: el nacionalismo y la construcción de la “comunidad imaginada”

“Festejar, erigir y consagrar a la nación. Fiestas, monumentos y apoteosis en el Paraguay” es el título del nuevo libro de Herib Caballero Campos que acaba de publicar editorial Arandurã y será presentado en los próximos días. Aquí anticipamos el prólogo.

Faustino Adorno, Hermann Guggiari. Bustos del Mariscal López. Cortesía

Faustino Adorno, Hermann Guggiari. Bustos del Mariscal López. Cortesía

Construir la nación

El nuevo libro de Herib Caballero Campos –Festejar, erigir y consagrar a la nación. Fiestas, monumentos y apoteosis en el Paraguay– constituye un significativo aporte por el tema, el periodo histórico analizado y los tres ejes que se anuncian en el mismo título. El lapso estudiado va desde la Independencia (1811) hasta la mitad del siglo pasado, aunque, estrictamente, el énfasis abarca desde la pos “guerra grande”, o Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870), hasta fines de los críticos años de la década de 1930. Comprende siete capítulos que se agrupan en tres ejes de procesos que apuntan a festejar, erigir y consagrar a la nación.

Se trata del proceso de construcción de la nación (nation-building process) en un periodo que hace al Paraguay moderno y contemporáneo. Se trata de construir y así inmediatamente después reproducir esa “comunidad imaginada” de Benedict Anderson. Es reflejo de las acciones de la sociedad civil, especialmente de sus élites políticas y culturales en la ciudad capital y en disputas a través de libros, periódicos y movilizaciones estudiantiles. Siempre es clave la intervención del Estado para que los avances de este proceso tengan contundencia, el impacto que ofrecen el gobierno de turno y su continuidad, que hace al Estado propiamente. El peso de sociedad y Estado difiere en diferentes momentos y se perfila nítidamente en cada uno de los capítulos. Con otras palabras, el libro estudia cómo se plasma nuestro imaginario nacional y quiénes intervienen en él.

Festejar la nación: las fiestas o conmemoraciones públicas

La primera sección comprende tres procesos que, de una u otra manera, festejan la nación y así la construyen con las fiestas patrias y las efemérides que hacen a los feriados nacionales. El primer capítulo estudia los festejos de la Independencia, que son organizados por el Estado, y cómo van cambiando desde 1811 hasta 1900; esto es, el siglo XIX. Un primer momento o etapa inicial comprende de 1812 a 1842, año de la ratificación de la Independencia. Se halla el problema de sus protagonistas con sus conflictos y las siempre polémicas conmemoraciones del pasado inmediato. La segunda etapa va de la ratificación de la Independencia hasta finales del tiempo de Marte o fin de la guerra grande. Si bien el pasado no tiene la inmediatez de la etapa anterior tampoco está lejano y menos aún remoto. Finalmente, se estudia la etapa liberal como contraste con los gobiernos autoritarios previos y muy o demasiado cercanos a los acontecimientos, pero esta vez con un nuevo discurso fundacional de lo que denominan nueva era o etapa constitucional.

Los siguientes dos capítulos tratan de efemérides. Estas construyen la nación, son los días de conmemoración que se repiten siempre, es una acumulación histórica de un tiempo circular que recuerda cada año una fecha y un significado. Se incluye un nuevo aspecto, a veces ignorado o descuidado: la resignificación de una fecha. El segundo capítulo analiza el 25 de noviembre, una fecha que se origina en 1842 y se retoma con otro sentido en 1870. En efecto, el Congreso de noviembre de 1842 ratifica la Independencia ese día, aunque se decide festejarlo el 25 de diciembre para hacer coincidir el nacimiento del Niño Dios con el de la patria independiente. Lo relevante es que, con base en esta fecha, la Constitución de 1870 es promulgada también un 25 de noviembre. Por esta razón, el 25 de noviembre pasa de ser el día de la ratificación de la Independencia a día de la jura de la Constitución, que para el gobierno y era de entonces constituía un hito inédito y un giro histórico en la organización institucional de la República del Paraguay.

Corresponde apuntar que una misma fecha, 25 de noviembre, tiene dos significados. Mucho después, en 1967, se tendrá el hecho de un cambio de fecha pero no de contenido. Efectivamente, así como en 1870 la nueva Constitución inauguraba una etapa y fungía de instrumento de legitimidad del gobierno de entonces, Alfredo Stroessner hace lo mismo con la Constitución de 1967, jurada el 25 de agosto de ese año. Esta vez, es un mismo significado que cambia de fecha.

El tercer y último capítulo de la sección Festejar la nación trata “Consideraciones sobre lo heroico y el establecimiento del Día de los héroes (1867-1936)”, el 1° de marzo de cada año. Este capítulo es relevante por su tema y porque es base de otros, el del monumento inaugurado en 1922 y, el último, en la segunda y tercera sección, respectivamente. Se refiere al proceso de inicios del nacionalismo que reivindica el heroísmo de los protagonistas de la Guerra Grande y que culminará con la plena consagración del mariscal Francisco Solano López. Esto último “se convirtió durante gran parte del siglo XX en un culto de Estado del cual indefectiblemente participaba el jefe del Estado”. Este proceso de reivindicación parte de su oposición a las normativas de 1869 y 1871 sobre López y, por extensión, a sus seguidores en la guerra y defensores suyos después. Pasa por la instauración del monumento a los héroes de la guerra en 1922 y tiene su incisiva institucionalización con el feriado de 1931 que se denomina “Día de los defensores de la patria”. La nueva era se iniciará en 1936 así como la anterior se originó en 1869.

Retrato del Mariscal López, ca. 1870. Carte de visite. Colección CAV/Museo del Barro. Cortesía. Retrato del Mariscal López, imagen retocada digitalmente por Richard Careaga. Cortesía

Retrato del Mariscal López, ca. 1870. Carte de visite. Colección CAV/Museo del Barro. Cortesía. Retrato del Mariscal López, imagen retocada digitalmente por Richard Careaga. Cortesía

Erigir la nación a través de los monumentos

La segunda sección del libro contiene dos capítulos sobre monumentos. Recuérdese que las estatuas y los monumentos constituyen una de las más antiguas formas materiales de propaganda política. Asimismo, una ubicación temporal en el primer cuarto del siglo XX en Asunción o una mirada a una ciudad o pueblo del interior puede ayudar a dimensionar su importancia visual y simbólica.

Postal Plaza Constitución. Centro Histórico de Asunción. Cortesía

Postal Plaza Constitución. Centro Histórico de Asunción. Cortesía

La historia usualmente registra lo que queda. Pero también vale interrogarse sobre aquello que quedó inconcluso o no se llegó a dar. Se revela un proyecto que careció de la fuerza histórica en su momento, o sucesivos momentos, pero que ilumina una demanda de una sociedad o de un sector de ella que, no por no concretarse puede calificarse de menos válido o pertinente u oportuno. Precisamente, el cuarto capítulo se refiere al monumento que no fue, trata sobre los proyectos y tentativas para erigir el monumento a los próceres de la Independencia (1887-1938). Los estudiantes, especialmente del Colegio Nacional, son protagonistas clave de este proceso que se desarrolla en cuatro etapas.

Cada época tiene sus propios héroes, parece ser la pauta verificada. Nótense los cambios y continuidades de los nombres a recordar. En el proyecto de 1894 se trata de Pedro Juan Caballero, Manuel Atanasio Cavañas y Fulgencio Yegros; en el de 1906 se encuentra a Pedro Juan Caballero, Fulgencio Yegros y Vicente Ignacio Iturbe y, finalmente, en 1936 se trata de los “próceres beneméritos de la Patria” y se incluye a José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y el mariscal Francisco Solano López, entre otros. El emprendimiento estudiantil se planteó originalmente dos monumentos, uno a los próceres de la Independencia y otro a los defensores de su integridad, optando finalmente por el último. Finalmente, no puede dejar de mencionarse que Manuel Atanasio Cavañas es uno de los tres próceres consagrados recién en los festejos del Bicentenario (2011), incluyendo por vez primera a una mujer, doña Juana María de Lara.

El quinto y último capítulo de esta segunda sección se refiere a la polémica sobre cómo honrar a los héroes y el monumento inaugurado en 1922, nuevamente mediante el dinamismo del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional. Este monumento, visible hoy en la plaza ubicada detrás del Panteón Nacional de los Héroes y Oratorio de la Asunción, de la ciudad capital, es estudiado en cuanto a la discusión sobre su estética y, sobre todo, a quiénes y por qué recordar. Hace referencia a las acciones de los estudiantes ya en la marea de la reivindicación de la guerra y protagonistas contra la Triple Alianza. Parte del Centro de Estudiantes en 1910, el año anterior al primer centenario. El emprendimiento que originalmente tenía dos objetivos se centró en este, en los héroes y no explícitamente en el mariscal Francisco Solano López.

Independientemente, y a pesar de las oposiciones estéticas al monumento, el mismo se inauguró el 1º de marzo de 1922 con autoridades nacionales. El autor rescata a Antoine Prost cuando sostiene que el culto que simbolizan los monumentos precede siempre a la erección de los mismos.

Consagrar la nación, sus héroes

La última sección, con dos capítulos, tiene como protagonistas a los héroes de la misma guerra, enaltecidos cada uno en diferentes eras antes que etapas políticas, y que así consagran a la nación. El héroe hace a la identidad de la nación y es eje de cohesión, nuevamente el rol del Estado es clave. Es la historia de Carlyle; esto es, la historia no es más que la biografía de los grandes hombres. Indudablemente es más Carlyle que Plejanov quien señala al líder fundamentalmente como una persona que refleja o interpreta las necesidades o fuerzas de una época. Los dos héroes son el general José Eduvigis Díaz en la época liberal, que abarca más que la hegemonía del Partido Liberal, y el mariscal Francisco Solano López, especialmente desde 1936 cuando el discurso nacionalista se transforma en política de Estado, así como la política social deviene política pública y se establece la centralidad del Estado como timón y motor del crecimiento económico, características que precisamente diferencian a esta era de la anterior.

El general Díaz es elegido por la élite liberal como héroe cuando a finales del siglo XIX comienza la inatajable marea en favor de la reivindicación de los héroes de la pasada guerra y de sus conductores. Díaz es el vencedor de la importante batalla de Curupayty, no se lo vincula a los procesos de San Fernando en los cuales se dieron arbitrariedades o respuestas extremas al momento, según las perspectivas, y, finalmente, es admirado por lopistas y anti-lopiztas. A la derrota y la demonización de la etapa anterior, viene el repliegue de recuperar el orgullo nacional. Se tiene un progresivo proceso de entronización del general J. E. Díaz a través de libros, folletos que hoy llamaríamos fascículos en los diarios, y el protagonismo nuevamente de los estudiantes y luego jóvenes profesionales a través del Instituto Paraguayo. El mismo, desde 1895, lleva a cabo procesiones cívicas con motivo de la fecha de la Independencia y, desde 1900, en conmemoración a la batalla de Curupayty. Un hito es la peregrinación en 1906 a la tumba del general Díaz ubicada en el distrito de La Recoleta. Este último emprendimiento tiene la oposición de la corriente anti-lopizta que ve en la reivindicación de los héroes de la pasada guerra, en forma larvada, la reivindicación de los gobernantes autoritarios del pasado y, especialmente, del mariscal Francisco Solano López.

General Eduvigis Díaz

General Eduvigis Díaz. Archivo

Precisamente, esta percepción es real. El último capítulo estudia el álbum conmemorativo de la inauguración del Panteón Nacional de los Héroes, Apoteosis, y la entronización de los “beneméritos próceres de la Patria” y especialmente del mariscal López. La recordación de próceres y héroes está fuera de dudas, así como sus controversias. Nuevo es el sitio, el Panteón. Si el nacionalismo fue la religión laica del pasado cercano, con el Panteón se cuenta con su catedral, con su altar. El autor establece tres etapas según los discursos analizados, además del mencionado libro. La primera es de discursos denigrantes (1869-1902), la segunda comprende los reivindicativos (1902-1936) y la tercera los consagratorios (1936-1989). El factor clave es el gobierno de Rafael Franco, la sociedad en general y el rol estratégico del ministro de Relaciones Exteriores e interino de Guerra y Marina, Juan Stefanich. El giro sobre López es inequívocamente radical. En 1869 es “enemigo del género humano”. La expresión de 1936 es reveladoramente consagratoria: “la figura heroica más alta y más completa que ha producido la nación paraguaya y es nuestro deber honrar su memoria esclarecedora tanto como seguir su ejemplo”.

Cierre

Este recorrido en la construcción del imaginario de la nación paraguaya ofrece, se reitera, un análisis riguroso de una época clave y mediante tres aproximaciones que apuntan a lo mismo: crear “la comunidad imaginada”. Se invita al/a lector/a a este emprendimiento a través de tres rutas que convergen en conocer quiénes, cómo y por qué hoy se cuenta con esta nación que es, paralelamente, legado que se recibe y se reproduce a través de acciones explícitas y conscientes, así como de cotidianas e inconscientes que, se han denominado –no peyorativamente– como propias del nacionalismo banal. Este no por opaco es menos efectivo y complementa al de las conmemoraciones estudiado en el texto. En cualquiera de los casos, la nación para las grandes masas de hombres y mujeres posee una significación vital: da razones para hasta morir por ella.

Nota de edición: El presente texto prologa el libro Festejar, erigir y consagrar a la nación. Fiestas, monumentos y apoteosis en el Paraguay, del historiador Herib Caballero Campos, publicado por Arandurã, que será presentado el próximo jueves 7 de julio en el Centro Cultural de España Juan de Salazar.

 

* Roberto L. Céspedes es investigador y docente, con formación en sociología e historia. [email protected]

1 Comment

1 Comentario

  1. Elvio Segovia Chaparro

    3 de julio de 2022 at 14:17

    Excelente artículo Roberto, es que la investigación de Herib lo amerita

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