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Cultura

Nikolái Gógol, entre Rusia y Ucrania

Otto Friedrich Theodor von Möller, "Retrato de Nikolái Gógol" (detalle)

Otto Friedrich Theodor von Möller, "Retrato de Nikolái Gógol" (detalle)

La crisis Rusia-Ucrania devuelve al tapete viejos conflictos eslavos que cobran expresión en el campo de batalla, la política, la economía y la cultura. La literatura no escapa a una discusión que ya pudo observarse en 2009, cuando se celebraron los 200 años del nacimiento de Nikolái Gógol, uno de los escritores más representativos de la literatura rusa.

En ese momento se ventiló, una vez, más la controversia acerca de su auténtica nacionalidad, tomando en cuenta que Gógol, aunque escribió su obra en ruso, nació en Soróchintsy, territorio actualmente ucraniano que integraba en aquel tiempo el dominio de los zares. Como muchos otros, Gógol emigró entonces a Rusia y adoptó la lengua imperial.

En aquella oportunidad también se puso énfasis en que el escritor poseía antepasados polacos, hecho que lo inspiró a escribir Tarás Bulba, novela que expone la rivalidad sangrienta entre cosacos y polacos en tierra hoy ucraniana. Muchos han visto en esta obra un aporte fundamental a la construcción de una imagen posible de la identidad cultural de Ucrania. Tan fundamental como lo fueron sus relatos para el vivo y satírico retrato de la sociedad rusa del siglo XIX.

Quizás para algunos la cuestión del origen de un escritor pueda resultar banal, pero es indudable que, en tiempos en que resurgen exacerbados nacionalismos, no deja de ser una discusión que tensa el arco de susceptibilidad de muchos. En todo caso, la literatura de Gógol es interesante precisamente porque presenta esa doble dimensión en que se entrecruzan las culturas rusa y ucraniana. En su obra es visible, por un lado, una temática que guarda relación con el canto a un pasado épico, en el que se mezclan ucranianos, polacos y cosacos; y, por el otro, una aguda observación de San Petersburgo y el alma rusa que comenzaba a ser atribulada por la modernidad y que hizo que Gógol anhelara una reforma moral de la sociedad.

Tratar de entender esta dualidad en Gógol significa repasar, aunque sea ligeramente, la génesis de ambos países, lo cual nos remonta a la Rus de Kiev, el primer Estado eslavo. Este centro urbano fue conquistado en el siglo XIII por los mongoles y, tres siglos después, parte del actual territorio ucraniano también fue invadido por Polonia y Lituania. Ya en el siglo XX, Ucrania sería absorbida por la Unión Soviética y solo alcanzaría su independencia en 1991.

Para los ucranianos, el dominio soviético marca un capítulo negro de su historia, pues la campaña de colectivización de granjas impulsada por Joseph Stalin ocasionó una hambruna que mató a millones de habitantes. Una consecuencia de ello fue el traslado masivo de rusos para repoblar el este de Ucrania, migrantes que no poseían mayores lazos con la región ni el idioma.

Nikolái Gogol. Cortesía

De manera que las sucesivas invasiones y un influjo migratorio impuesto por la Unión Soviética crearon desde entonces una identidad ucraniana fragmentada. La población asentada en el este siempre fue más proclive al contacto con Rusia, pues desciende de una ola migratoria proveniente de ese país, con el que comparte, entre otras cosas, el cristianismo ortodoxo. Mientras que, en el oeste, la población siempre mantuvo más contacto con Europa, en parte debido a la influencia de sucesivas potencias como Polonia y el extinto Imperio Austrohúngaro, pero también debido a la religión católica, que le permite dialogar con Occidente.

Gógol viajó a San Petersburgo en 1828, donde trabajó como funcionario de la administración zarista. Años después ejerció la docencia universitaria. Crucial fue su encuentro con Aleksandr Pushkin, uno de los iniciadores de la literatura rusa moderna, hecho que lo impulsó a escribir con mayor seguridad, pese a que sus primeras obras le provocaron arrepentimiento y llegó a quemarlas. Nuevos esfuerzos le permitieron recopilar diversos relatos, en los cuales ya se advierte su peculiar estilo narrativo. Acaso los más conocidos sean los pertenecientes a Historias de San Petersburgo, escritos entre 1835 y 1842.

Su experiencia como burócrata zarista lo inspiró a escribir su obra teatral El inspector, de 1836, en la que aventura una crítica mordaz a la corrupción de los funcionarios políticos y la clase social adinerada. La pieza encontró dificultades para ser puesta en escena y, cuando subió a tablas, le granjeó tanto admiración como encono.

Tiempo después, embargado por inquietudes espirituales, Gógol inició una serie de viajes, el más decisivo de los cuales tuvo como destino Jerusalén. Como bien señala la escritora argentina Susana Cella en un prólogo dedicado al escritor, “la religión fue fundamental en la vida de Gógol. Su ideal moral de reforma, incluso su declarado apoyo al orden vigente, el Zar y la Iglesia ortodoxa, además de los cuestionamientos que promovió, lo llevaron a una peregrinación a Tierra Santa en 1848. Al parecer, la influencia del sacerdote Kisntantinovskii actuó sobre su decisión de abocarse exclusivamente a la devoción cristiana y, por ende, a un apartamiento no poco conflictivo de la literatura”.

Este apartamiento significó, en años posteriores a su regreso a Moscú, la quema de la segunda parte de Almas muertas, novela cuya primera parte había escrito en Roma y París, y había sido publicada en 1842. Días después, Gógol murió a causa de complicaciones de salud.

Considerado su trabajo más importante, pese a estar incompleto, en Almas muertas Gógol realiza una fuerte crítica a los terratenientes rusos que, antes de la reforma emancipadora de 1861, todavía mantenían a los campesinos bajo un régimen feudal de servidumbre.

Inspirada en cierta medida en Don Quijote de la Mancha y la Divina Comedia, el relato sigue el trayecto de Pável Ivánovich Chíchikov, quien recorre Rusia para comprar “almas muertas”, término que entonces se empleaba para designar a aquellos sirvientes que, aunque ya fallecidos, seguían reportando un peso sobre los impuestos que el amo debía abonar. Aprovechándose del sistema legal, a Chíchikov se le ocurre que, comprando una cantidad suficiente de “almas muertas” a diferentes terratenientes y haciéndolas figurar luego como “almas vivas”, podría reclamar las tierras que le corresponden por ley y así obtener cuantiosos créditos.

La novela influiría notablemente en escritores posteriores como Turguénev, Dostoievski, Tolstói y Gorki. Además, junto a otros relatos suyos como La nariz y Diario de un loco, haría que muchos consideren a Gógol un precursor del “realismo fantástico eslavo”, así como de la obra de Franz Kafka y Mijaíl Bulgákov, autor de El maestro y Margarita, novela fantástica censurada en la Unión Soviética.

En resumidas cuentas, el debate en torno a la mayor o menor pertenencia de la obra de Gógol a la cultura rusa o ucraniana continúa y se ramifica en múltiples ríos.

 

* Cave Ogdon (Asunción, 1987) es escritor. Ha publicado cuentos y novelas. Algunas de sus obras son Los incómodos (Arandurã, 2015, mención honorífica certamen literario Roque Gaona), Papeles de encierro (Arandurã, 2017), Luz baja (Aike Biene, 2018) y Perros del pantano (Póra, 2021).

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