Cultura
Guerra de la Triple Alianza: La “manifestación de joyas” de 1867
Acervo Milda Rivarola y Ana Barreto Valinotti. Cortesía
En 1975, una comisión de damas presidida por la historiadora paraguaya, Dra. Idalia Flores de Zarza, vio culminados los esfuerzos de nueve años de trabajo ante las autoridades paraguayas y brasileras. En 1964, en una visita a un museo brasilero, la Dra. Flores había encontrado exhibido, entre trofeos de la Guerra de la Triple Alianza, un libro con tapas de oro y plata que reconoció como aquel —mencionado en cantidad de documentos de época— que había representado en 1867 la entrega de joyas de las mujeres paraguayas al Mariscal López, en apoyo al esfuerzo de guerra del país.
El 4 de diciembre de 1975, finalmente, después de años de pedidos a presidentes y congresos, tanto brasileros como paraguayos, la esposa del presidente brasilero Ernesto Geisel entregaba a la esposa del presidente Stroessner la anhelada reliquia.
Mas allá de la notoria y positiva carga emocional del acto, el mismo no generó una repercusión visible en las investigaciones históricas sobre la guerra. De hecho, se enmarcó en una polémica que había tenido varios otros mojones —como el debate sobre la construcción del Monumento a la Residenta— entre partidarios de la representación de las mujeres paraguayas del período como “reconstructoras” o “residentas” [1]. La recuperación del libro, más allá de la calidad intelectual de las participantes y sus mejores intenciones, no se tradujo en una investigación más profunda sobre el tema.
El libro fue admirado y se guardó entre una cantidad de reliquias del Palacio de López, que siguen sin encontrar lugar en los museos [2]. Con el tiempo, casi se perdió el recuerdo de su ubicación y hasta de su contenido, como se verá más adelante, hasta que se exhibió en el Archivo Nacional de Asunción y se recuperó para el mismo.
Fue en ese momento que se hizo notorio lo poco que se sabía sobre ese proceso, y su análisis en el Coloquio de 2018, por parte de un nutrido grupo de investigadores, deparó sorpresas inesperadas. Este trabajo pretende reconstruir las condiciones de producción, el contexto y los contenidos del Libro de Oro, analizar las cifras resultantes de los mismos y el entorno y condiciones en que se dio la colecta.
Mis anotaciones sobre el Libro de Oro comenzaban en 2009, registrando la ubicación del original en la Presidencia y señalando la existencia de otros volúmenes relacionados en el Archivo Nacional de Asunción (ANA). Lo menciono para remarcar la diferencia entre esos tiempos y estos en cuanto a acceso a la información, lo escrito sobre el tema y —como veremos— las representaciones y los estereotipos que se tejieron en torno al mismo. Para una mejor comprensión de este trabajo, identificaremos de la siguiente forma lo que llamamos “los tres Libros de Oro”:
- Libro de Oro original, antes en Presidencia, hoy en el ANA.
- Tres “Libros mayores” conservados en el ana, con un detalle pormenorizado de las ofrendas.
- Libro mayor con las ofrendas efectivizadas (el 5 % de lo ofrecido), conservado en el Museo Monseñor Sinforiano Bogarín.
El interés por esa documentación se reavivó cuando comenzamos a publicar la colección “Formación de la Familia Paraguaya” que propuso fondos documentales extensos como un aporte a la investigación genealógica e histórica. Inmediatamente el Libro de Oro se perfiló como candidato. El famoso registro de las donantes de joyas en 1867 era un episodio conocido, asentado en la memoria colectiva, pero que no tenía un sustento documental claro ni había sido investigado a fondo.
El mismo prometía llenar un faltante importantísimo en los censos y padrones del Paraguay, ya que en los mismos las mujeres —salvo que fueran cabezas de familia— aparecían muchas veces solo con su nombre de pila y el apellido del marido, lo que impide seguir las líneas maternas (como se ve en la imagen de ejemplo a continuación, un censo de Quyquyho de 1846) [3].
Por lo tanto, pensábamos que el “Libro de las Mujeres” constituiría una especie de censo extraoficial de las mujeres mayores de 15 o 17 años al momento de la guerra. Debemos recordar nuestra orfandad en cuanto a datos demográficos originales de la época [4]: el último censo había sido en 1846, el supuesto de 1857 no existió[5], y recién hubo uno en el 70, ya después de la debacle, que motivó un trabajo de gran importancia [6]. Nos interesaba no solo porque se conocerían los nombres de las donantes, sino que de su estudio haría posible gran cantidad de investigaciones más específicas, demográficas y genealógicas.
De 1989 a esta parte ha habido una democratización del acceso a los acervos documentales. En parte gracias a la digitalización (pública y privada)[7], la clasificación y descripción documental, y sobre todo con la renovación de autoridades de los repositorios, con una mentalidad más abierta. En ese momento el Libro de Oro no estaba disponible al público, ni siquiera a los investigadores; los libros del ANA no habían sido trabajados, y del libro del Museo Monseñor Sinforiano Bogarín apenas se conocía su existencia. Sin embargo, existían cientos de páginas refiriendo cómo y cuándo “las mujeres paraguayas habían donado sus joyas para la defensa de la patria”. Lo único seguro era que el mito excedía ampliamente el conocimiento real del caso.
¿Cuál fue el proceso de la donación? Y sobre todo: ¿por qué había varios libros?
Como se señaló anteriormente, el Libro de Oro forma parte de un conjunto documental más amplio, que incluye varios volúmenes manuscritos de gran porte:
- El Libro de Oro. De este, decían algunas fuentes que contenía los nombres de todas las donantes. Las únicas personas que recordaban haberlo visto eran las damas que habían participado en su recuperación. Desde entonces, todo eran rumores.
En el 2013 finalmente tuvimos ocasión de tenerlo en las manos y fotografiarlo completo en la Presidencia y comprobamos que los nombres que contenía eran apenas los de las integrantes de las comisiones locales de colecta, con las actas y proclamas (todas del mismo tenor) de las asambleas celebradas en 1867 por mujeres de distintos puntos del país para ofrecer sus joyas con el fin de apoyar el esfuerzo de guerra.Algo lógico cuando ahora se ve su tamaño, pero la leyenda ya había sobrepasado la realidad, y esta por otro lado era incomprobable por la falta de acceso al original.
- Los tres grandes “Libros Mayores” del ANA. Estos tenían el detalle pormenorizado de las joyas, y los nombres completos de las mujeres que las manifestaban.
- Por último supimos de la existencia —y transcribimos— de un “tercer libro de las mujeres” existente en el Museo Monseñor Sinforiano Bogarín [8], que para mayor extrañeza era uno solo, impecablemente prolijo, contra los tres (con asientos desordenados) del ANA.
- Docenas de libretas existentes en el Archivo, por pueblos, con pequeños recibos con nombres y detalles de joyas.
Armando el rompecabezas, nos pusimos a analizar el proceso que habría seguido la donación o colecta, para ver a cuál dedicar nuestro mayor esfuerzo, y volvimos nuestra atención a los tres Libros Mayores del ANA.
Estos libros contienen asientos como el siguiente, en el que constan descripciones detalladas de las alhajas de Isabel Rojas de Ferreira y sus hijas, así como las de Isabel Rojas de Ferreira y su hija [9].
En cambio, el libro del Museo Bogarín no contiene este tipo de descripción de las alhajas. Incluye apenas un listado de nombres, con el peso del metal donado por cada mujer, con una prolijidad que los libros del ANA no tenían.
Aquí debemos detenernos a imaginar la cantidad de problemas logísticos que implicaría la recolección de joyas de toda la población femenina del país. Por lo pronto, después de la propuesta de febrero de 1867, al pasar a la práctica fueron formadas las llamadas Comisiones Sucursales de cada pueblo. Ellas fueron las encargadas de la colecta o registro de ofrendas, junto con las autoridades locales, ya que por un lado son estas autoridades las que firman muchas observaciones, pero por otro se refieren constantemente a las Comisiones de ciudadanas.
Puestos a analizar el procedimiento, y guiados por las fechas, vimos que el mecanismo era el siguiente: las Comisiones Sucursales recibían en cada pueblo las “manifestaciones de las ofrendas” anotándolas en formularios de recibo que imprimía el gobierno (pues las únicas imprentas que existían eran la Imprenta del Estado y la Imprenta del Ejército, que estaba en campaña), o bien en boletas completamente manuscritas.
No se han conservado originales enteros, pero sabemos que estos recibos eran dobles, con una hoja que contenía dos versiones idénticas del formulario, que se llenaban por duplicado. Una vez llenados, la hoja se cortaba: la parte superior quedaba encuadernada y se remitía a Asunción, mientras que la inferior probablemente se entregaba a las interesadas, como cabe esperar en un registro que debía dejar constancia para ambas partes, lo que además explicaría la existencia de este tipo de recibos hasta hoy en manos de particulares [10]. La imagen de esta página, que muestra un recibo mal cortado en un cuadernillo correspondiente a Lambaré, confirma este procedimiento [11].
Los encabezados de estas boletas, independientemente de si son formularios preimpresos u hojas manuscritas, contienen casi invariablemente el mismo texto:
¡Viva la República del Paraguay! [fecha] de 1867
Joyas y alhajas pertenecientes a la que suscribe, [nombre] y que manifiesta a la Comisión encargada de la toma de razón de estos objetos en [localidad] para la ofrenda de las hijas de la Patria al Jefe Supremo de la República para aumentar los elementos de la heroica defensa de la causa nacional. [En los formularios impresos, el texto prestablecido incluía también, en primer lugar, “rosario de oro con”, como se ve en la imagen de la página anterior; se daba por sentado que la mayoría de las señoras poseerían uno].
Nótese que este no es exactamente un recibo, desde que dice que es una “manifestación” de la existencia de las joyas, y la comisión respectiva se encarga de la “toma de razón” de estas, es decir, anotarlas pero no necesariamente recibirlas [12]. El uso del término “manifestar” coincide con los reclamos que se ven en otros documentos del ANA de fechas posteriores, sobre mujeres que no habían “entregado las joyas que se habían manifestado”, o que “se sabía que tenía”, como veremos.
En caso de haberse tratado efectivamente de una entrega de joyas donadas, las fechas de las boletas (que abarcan varios meses) haría pensar que se sucedieron cantidad de remitos de joyas desde los pueblos, y que una vez en Asunción, los cuadernillos deberían haber sido controlados y cotejados con lo efectivamente entregado, lo que hubiese implicado un engorroso pesaje y muy prolijo asentamiento en libros. Pero si bien hay muchas lagunas de actividades cotidianas que con la guerra no han quedado registradas, nos extrañaba no encontrar en el Archivo Nacional asientos del pesaje y acopio de las joyas que supuestamente deberían haber venido con las boletas. O sea: no había rastro documental de una entrega de las joyas manifestadas.
Dado que en el ANA se conservan tres Libros Mayores, sin observaciones, pensamos inicialmente que el volumen único, rubricado y sellado, y con la leyenda que veremos abajo, existente en el Museo Monseñor Sinforiano Bogarín, había sido dedicado a pasar en limpio los tres anteriores. Sin embargo, el no encontrar rastros del supuestamente enorme manejo de joyas, el uso de expresiones como “ofrendas” y “declaraciones” nos llevo a pensar —intercambiando información con otros investigadores, como Mary Monte de López Moreira— que los libros del ANA fueron apenas los registros de las joyas ofrecidas o “manifestadas”, y que el libro del Museo Bogarín era el registro de lo efectivamente donado.
La cronología de los hechos confirma esta hipótesis, dado que el Libro de Oro fue entregado al vicepresidente Francisco Sánchez el 8 de septiembre de 1867, mientras que el libro que se encuentra en el Museo Bogarín está fechado recién el 27 de ese mes.
Notas
[1] Véase al respecto el artículo de Claudio Fuentes Armadans.
[2] Alguien podría cuestionar que la bata de brocado del Mariscal López no es de fácil ubicación, pero la decisión de custodiarla en la Presidencia es, por lo menos, discutible.
[3] Archivo Nacional de Asunción, Paraguay (en adelante, ANA), Sección Nueva Encuadernación (en adelante SNE),volumen 3305, f. 88.
[4] Nos referimos a “cifras duras” de censos y padrones, más allá de que varios autores, como Ernesto Maeder, Rafael Eladio Velázquez, Roberto Quevedo y otros, hayan trabajado la demografía paraguaya con cálculos estimativos sustentados en las cifras disponibles.
[5] Este es mencionado solo por Alfredo M. Du Graty en su obra La República del Paraguay, (Besanzon, Francia, 1862) con traducción de Carlos Calvo, representante del Paraguay, y publicada con el apoyo del gobierno paraguayo. En sus páginas 132-133 da una población de 1.337.439 habitantes. Sin embargo, no se ha encontrado documentación de este censo en los repositorios, y hoy se considera una falsedad de Du Graty, consensuada con Carlos A. López por razones propagandísticas y quizás de seguridad. Ver al respecto la ponencia de Ignacio Telesca, en este mismo coloquio, que muestra como las cifras de población de Pilar y Encarnación fueron las más exageradas, quizás para inspirar más respeto por los dos tradicionales puntos de contacto con Argentina y Brasil y desanimar posibles agresiones a través de ellos.
[6] Whigham, Thomas y Potthast, Bárbara. “La Piedra Rosetta paraguaya, Nuevos conocimientos de causas relacionadas con la demografía de la Guerra de la Triple Alianza 1864-1870”, en Revista Paraguaya de Sociología, XXXV, N.º 103, Asunción. Este trabajo, que estudia un censo “de habitantes y liños” de Paraguay en 1870 y da una población de aprox. 435.000 habitantes para el comienzo de la guerra, sigue siendo discutido por quienes prefieren hablar de una población de 1.337.000 para enfatizar cifras de victimización y genocidio.
[7] Aunque hoy parezca mentira, la digitalización y difusión irrestricta de los fondos documentales tuvo en nuestro país una férrea oposición inicial, tanto de autoridades como de algunos historiadores, hasta aproximadamente 2007. Lo mismo se puede decir sobre la publicación de catálogos, al punto que el Catálogo de la Sección Historia (primer catálogo impreso del ANA) tuvo que publicarse bajo la oposición de la Dirección del Archivo de la época. Asimismo, la digitalización de sus documentos, el mismo año, fue resistida por quienes alegaban que de esa forma “se perdería el control de la información”.
[8] Agradecemos al Arq. Ramón M. Duarte Burró, entonces director del Museo, el permitirnos fotografiarlo completo para su estudio.
[9] PY-ANA, Libro Mayor I.
[10] Hemos visto en un par de ocasiones este tipo de recibos (idénticos a los del Archivo) en manos de particulares que dijeron que eran reliquias de familia.
[11] Libro de recibos de Lambaré, f. 26, Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro, Sección Manuscritos, “Cautelas de joias e objetos de valor doados pelas senhoras paraguaias para auxilio da guerra”, Coleçao Galvão, loc. MAN I-34, 19,7. Fotografiado por el autor en noviembre de 2015. Si bien esta imagen —elegida porque permite apreciar claramente el sistema de corte de las boletas— se encuentra en un repositorio brasileño, el ANA conserva gran cantidad de boletas similares pero mejor recortadas. Véase, por ejemplo, los volúmenes PY-ANA-SNE 1740, 1741, 1742, 1747, 1760, 2446, entre muchos otros.
[12] “Tomar razón” es “asentar una partida en cuenta o hacer constar en un registro lo que en él debe copiarse, inscribirse o anotarse”, según la Real Academia Española: https://www.rae.es/drae2001/razón.
Nota de edición: El presente texto es un fragmento de la disertación titulada “Observaciones sobre la manifestación de joyas de 1867. Una lectura desapasionada de los documentos”, presentada por el autor en el coloquio internacional dedicado al Libro de Oro, organizado por la Secretaría Nacional de Cultura y celebrado en Asunción en 2018. Las actas fueron publicadas en 2021 por Tiempo de Historia, editorial que gentilmente autorizó su reproducción en nuestras páginas. Delphine Demelas y Guillaume Candela (editores). El Libro de Oro y su época. Historia, sociedad y patrimonio del Paraguay (1850-1890), Asunción: Tiempo de Historia, 2021, pp. 57-78.
* Martín Romano García es investigador. Está dedicado desde el año 2000 a la investigación genealógica e histórica, especializado en familia e inmigración. Es miembro correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia, presidente del Instituto Paraguayo de Genealogía Ruy Díaz de Guzmán, del Colegio Brasilero de Genealogía, y miembro honorario del Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay.
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