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Cultura

Rafael Barrett, una travesía signada por la desventura (II)

Segunda entrega de la serie dedicada al escritor español. La misma busca de reconstruir, desde la perspectiva del migrante, el trayecto vital de una figura que marcó la literatura social en Paraguay.

Barrett, visto por el caricaturista uruguayo Jaime Clara y "El dolor paraguayo" (1909)

Barrett, visto por el caricaturista uruguayo Jaime Clara y "El dolor paraguayo" (1909)

Ideología y militancia 

El 2 de noviembre de 1903 llegó a Buenos Aires a bordo del navío inglés “Nile”, que había partido de Southampton. En la capital argentina se vinculó con la colectividad española. Pudo sustentarse gracias al dictado de clases particulares de matemática. 

Comenzó a colaborar en El Correo Español, medio de prensa de orientación republicana, dirigido por Ricardo Fuente. Algunos artículos de Barrett disgustaron a Justo S. López de Gómara, redactor de El Diario Español, de tendencia monárquica. Se originó una polémica de tal rispidez que casi terminó en un duelo. Abandonó El Correo Español y comenzó a colaborar, en abril de 1904, en el diario El Tiempo, dirigido por Carlos Vega Belgrano.

En agosto de 1904 estalló en Paraguay la revolución liderada por el general Benigno Ferreira, que permitiría el ascenso del Partido Liberal al poder. Carlos Vega envió a Barrett a cubrir el evento para El Tiempo. Viajó en el vapor Golondrina hacia el teatro de operaciones. 

Llegó directamente al campamento revolucionario ubicado en la ciudad de Villeta. Inició la cobertura de los acontecimientos con un artículo titulado La revolución de 1904. Permaneció tres meses junto a las fuerzas insurgentes e ingresó con ellas, el 24 de diciembre, a la ciudad de Asunción. Su vida cambió a partir de entonces.

El dolor paraguayo, primera edición, Editorial La Protesta, Buenos Aires, 1909.

El dolor paraguayo, primera edición, Editorial La Protesta, Buenos Aires, 1909.

Los primeros meses de su estancia asuncena fueron promisorios. Se sintió cómodo con el clima y la gente de Paraguay. Tenía trabajo y disfrutó de cierto éxito con las representantes del “bello sexo”.  Se vinculó con algunos compatriotas que frecuentaban el Centro Español, entre ellos el pianista Joaquín Boceta o el escritor Viriato Díaz Pérez, y con las principales figuras de la intelectualidad paraguaya, los “novecentistas”. Estableció amistad, por ejemplo, con Manuel Gondra. 

Luego de haberse ganado la simpatía de los dirigentes del nuevo gobierno, fue designado, el 6 de enero de 1905, auxiliar en la Oficina General de Estadística. Permaneció en ese cargo hasta setiembre, cuando fue destituido por discrepar con el trato dispensado a los trabajadores. Paralelamente comenzó a escribir en El Diario. Debutó con un artículo, “La verdadera política”. Para completar sus ingresos, dictó en 1906 algunas clases en el Curso Mercantil del Instituto Paraguayo.

Conoció en Asunción a Francisca Solana López Maíz, “Panchita”, el gran amor de su vida. El 20 de abril de 1906 contrajeron enlace. Se radicaron en San Bernardino y Panchita quedó embarazada. Fueron meses de felicidad plena para la pareja, tal vez los únicos en la vida de Rafael. En diciembre se manifestaron sus primeros síntomas de tuberculosis, comenzó entonces su vía crucis. El  24 de febrero de 1907 nació Alejandro Rafael, único hijo de la pareja. 

Los indicios sugieren que 1907 fue un año de definiciones para Barrett. Fue entonces cuando se transformó en un luchador social inspirado, según Vladimiro Muñoz,  “en el humanismo evangélico de Jesús” [1] , simpatizante del anarquismo, amante de la libertad y convencido de la inmoralidad de las leyes burguesas. 

El dolor paraguayo, primera edición, Editorial La Protesta, Buenos Aires, 1909.

El dolor paraguayo, primera edición, Editorial La Protesta, Buenos Aires, 1909.

Comenzó su militancia en Paraguay. No resulta claro el origen de su definición ideológica.  Luis Hierro Gambardella considera que su opción fue resultado de 

un proceso interior, empujado por sus lecturas y por sus reflexiones, y por la presencia oprimente de las oligarquías y dictaduras que lo asquearan con su fuerza ahogante […]. El hombre que quiso quemar su pasado […] y que se va depurando en la medida en que entra en la pobreza y enriqueciendo con lecturas cada vez más hondas de Tolstoi, de Gorki, del Evangelio, que son los pilares humanísticos de su nueva formación, ha tomado, sin duda, su decisión de afiliarse al movimiento anarquista como un acto fundacional, como el comienzo auténtico y verdadero de una nueva vida para él y para la sociedad en la que vive [2] .

Barrett conoció a Marx y valoró su “contribución esclarecedora”, pero no fue marxista pues tiene, continúa Hierro Gambardella, 

de la sociedad y de la historia una imagen fundamentalmente ética. Se pregunta, por ejemplo, con pesimismo: “¿En qué puede vigorizar al proletariado la idea del determinismo económico?”, porque, naturalmente, su espíritu está dominado por la idea central de que los pueblos, como los hombres, se mueven por hondos impulsos morales. Cierto es que es el gran defensor de las huelgas y las considera siempre justas e inevitables […]. Pero no concibe la huelga instalada en el centro de la lucha de clases y a esta como el motor de la historia, sino como un impulso ético para combatir la injusticia” [3]. 

Barrett confesaba que el anarquismo “tal como lo entiendo, se reduce al libre examen político”. Consideraba que las leyes humanas constituían “un obstáculo a todo progreso real”. La legislación positiva surge “de una minoría bárbara, que se apoderó de la fuerza bruta para satisfacer su codicia y su crueldad” [4]. Rechaza las “libertades formales” de la democracia burguesa, que favorecen a los poderosos y perjudican a los desposeídos.  

El dolor paraguayo, primera edición, Editorial La Protesta, Buenos Aires, 1909.

El dolor paraguayo, primera edición, Editorial La Protesta, Buenos Aires, 1909.

El pensador relativiza las bondades del sufragio universal pues constituye, según Francisco Corral, “el instrumento por el que se pone en práctica la entrega de los derechos individuales a los grupos de poder político” [5]. Era internacionalista por convicción. Rechazaba las ideas de patria y patriotismo en cuanto “artimañas fabricadas por el poder para cubrir con conceptos aparentemente altruistas la verdad de sus objetivos egoístas y mezquinos, es decir, políticos” [6]. 

La travesía de Barrett tuvo un punto de inflexión en 1908. El extrañamiento de Paraguay, un breve pasaje por Brasil y una acogedora recepción en Montevideo fueron los instantes fundamentales de una etapa paradojal: experimentó profunda tristeza por abandonar a su familia y sentir los estragos que la tuberculosis ocasionaba a su frágil humanidad; pero, por otra parte, sus escritos en la prensa montevideana le proporcionaron una popularidad inusitada.

A partir de marzo los acontecimientos se desenvolvieron con rapidez. En abril conoció a José Guillermo Bertotto, un argentino de ideología socialista que había abandonado su país. Se conocieron en el Teatro Nacional, el 1° de Mayo, en el marco de un acto por el Día de los Trabajadores, en el que ambos fueron oradores. 

Inspirado en una serie de artículos publicados en Buenos Aires por  Julián Bouvier, en los que denunciaba las condiciones paupérrimas en que se encontraban los trabajadores de los yerbales en Misiones, Barrett difundió, entre el 15 y el  27 de junio, en El Diario de Asunción, una serie de escritos titulados Lo que son los yerbales. Denunciaba la situación de esclavitud de los trabajadores de la empresa “La Industrial Paraguaya”. Estos escritos generaron mucha repercusión en los sectores dirigentes del país.

Dos ediciones de El dolor paraguayo. Una, con estudio preliminar de Osvaldo Bayer.

Los acontecimientos se sucedieron con ritmo vertiginoso. El 2 de julio estalló una revolución que tuvo entre sus principales figuras al coronel Albino Jara. Los enfrentamientos producidos en el centro de Asunción provocaron varios heridos que fueron socorridos por Barrett con ayuda de Bertotto.

Ambos amigos fundaron el 2 de agosto el semanario Germinal [7], un medio de orientación anarquista que se transformó en plataforma de divulgación del pensamiento de Barrett. Desde sus páginas denunció el autoritarismo, la corrupción gubernamental y la explotación de los trabajadores paraguayos. Las consecuencias de tal prédica no se hicieron esperar. El Superior Tribunal de Justicia impuso a Barrett veinte días de arresto domiciliario por cuestionar públicamente algunas de sus decisiones. Bertotto fue detenido y torturado, el 21 de setiembre, por sus críticas a Jara (Ministro de Guerra). Barrett publicó el 11 de octubre en Germinal un manifiesto titulado Bajo el terror que provocó la clausura del periódico y la deportación de su autor.

El 13 de octubre de 1908 Rafael Barrett partió desde el puerto de Asunción en el vapor “Don Tomás”. Comenzó un breve pero complicado periplo que lo llevó primero a Corumbá (Mato Grosso), donde permaneció algunos días, y luego a Montevideo. El 7 de noviembre se embarcó en el vapor “Ladario” rumbo a la capital uruguaya. Llegó a su destino el día 15. Comenzó una etapa breve, pero relativamente feliz y exitosa, de la vida de Barrett.

Se hospedó el Gran Hotel del Globo. En los primeros días de su estancia conoció al escritor Ernesto Herrera. Comenzó a buscar trabajo como periodista. Ingresó como colaborador en La Razón gracias a los buenos oficios de su director, Samuel Blixen. El 9 de diciembre apareció el primero de una serie de artículos, que posteriormente se editarían en forma de libro, titulado Moralidades actuales. Uno de los mismos, publicado el 15 de diciembre, “Moralidades actuales/Las máquinas de matar”, referido a una flota de guerra británica que había fondeado en el puerto de Montevideo, le dio notoriedad pública por su tono pacifista y por el enojo que generó en el embajador inglés en Uruguay. 

Frecuentó las tertulias literarias del café “Polo Bamba”. Durante su meteórica permanencia en Montevideo se transformó en un personaje popular en los círculos intelectuales. Sus trabajos fueron elogiados, entre otros, por José Enrique Rodó y José Eulogio Peyrot. 

Dos ediciones. La primera recoge la correspondencia de Barrett con su esposa.

Dos ediciones. La primera recoge la correspondencia de Barrett con su esposa.

La correspondencia de Barrett con Panchita revela las sensaciones y sentimientos que experimentaba en esa estación montevideana de su via crucis, de su trágico itinerario migrante. El 16 de diciembre de 1908 le decía:

La ciudad me encanta. Todo respira comodidad, salud y sana alegría. Calles anchas, una avalancha de admirables tramways que te llevan a donde quieras en el acto y suavemente, edificios bien construidos, una circulación entretenida y moderada, sin la congestión insufrible del centro de Buenos Aires, y sobre todo luz, aire puro, delicioso, y por encima de sobre todo, el mar, las playas. 

Figúrate que me he acostado en verdadera arena, contemplando verdaderas olas (chiquitas es verdad, al lado de las del Cantábrico) y he recogido trémulo de emoción verdaderas conchas (no tengas celos, conchas de moluscos). Mañana voy a tomar mi primer baño. 

Esta tarde, en la playa Ramírez, he visto los niños más hermosos del mundo, jugando a la orilla del mar, agitando sus patitas desnudas. ¡Cuánto he pensado en el mío! Aquí le saldrán los colores que le faltan a veces, y estoy seguro de que tú te pondrás divina.

La pena que tengo de no apretarme a toda hora contra vuestra carne adorada se ve aliviada considerando que estáis tranquilos y con la vida protegida. Nuestra situación, si estuviéramos juntos, sería poco envidiable. Felizmente pasaré mis miserias solo.

Las familias, por las dos o tres que he comenzado a tratar (Silva y Antuña, Usher, Frugoni) son muy sencillas y cordiales, muy diferentes de las porteñas. […]

No he querido, a pesar de las invitaciones que se me han hecho, escribir nada sobre el Paraguay. No le perjudicaré en el exterior de ninguna manera. Te adjunto recortes de Corumbá y de Montevideo.

No te olvides de darme noticias del pobre Bertotto; aquí estamos Frugoni y yo trabajando por él. […] 

Cuídate mucho, mi cariño, vuestra salud es mi constante inquietud. No te digo que cuides al nene porque sería injuriar tu ternura de madre, más bien te pido que no le cuides demasiado. Hay que dar a sus órganos libertad y juego. […] 

Que sea un vigoroso machito, sin temor a lo imprevisto, y dispuesto a todos los ataques. Mándame el último balance de sus dientes [8]. 

La epístola sintetiza la travesía migrante de Rafael la plácida vida en una ciudad tranquila como Montevideo, el contraste con la agitada e impersonal urbe bonaerense, el paso fugaz por Corumbá, la evocación de las costas cántabras… y pone en evidencia la  angustia que experimentaba por la separación de sus seres queridos.

Notas

[1] Muñoz Vladimiro, Barrett, Asunción/Montevideo,  Ediciones Germinal, 1994, p. 35.  Hierro Gambardella coincide con Muñoz en que Barrett sintió muy fuertes y muy hondas las influencias cristianas. 

[2]  Hierro Gambardella, Luis. “Prólogo”, en  Cartas íntimas. Con notas de su viuda, Francisca López Maíz de Barrett, Colección de Clásicos Uruguayos, vol. 119, Montevideo, Bareiro y Ramos, 1967, p. V.

[3]  Ibid., p. VI.

[4]  Barrett, Rafael, “Mi anarquismo”, en Obras completas, Buenos Aires, Americalee, 1943, p. 510.

[5] Corral, Francisco. “El pensamiento social de Barrett”, en González de Bosio, Beatriz-Devés Valdés, Eduardo, Pensamiento paraguayo del siglo XX, Asunción, Intercontinental, 2006, p. 90.

[6] Ibid., p. 92.

[7] “Ante tantas ignominias y afrentas a los derechos elementales de la ciudadanía, Rafael Barrett no podía ser indiferente. Desde su revista Germinal denunció las arbitrariedades y atropellos cometidos por los radicales encabezados por Albino Jara. Era en efecto un autor comprometido con su tiempo y con el país donde eligió vivir, aun cuando la mayoría de los escritores paraguayos, especialmente aquellos pertenecientes al Novecentismo, centraban su atención en el análisis y el esclarecimientos de los hechos de la reciente guerra contra la Triple Alianza, anticipándose inclusive a muchos escritores latinoamericanos con su narrativa marcadamente testimonial, de denuncia social y de un realismo muchas veces desgarrador” (Bogado Rolón, Oscar, “Signos del siglo. La política en la obra de Rafael Barrett”, en AA. VV. Concurso Nacional de Ensayos “Rafael Barrett” 2010, Asunción, Secretaría Nacional de Cultura, 2010, p. 61).

[8] Carta de Rafael Barrett a Francisca López Maíz de Barrett, Montevideo, 16 de diciembre de 1908, en Cartas íntimas, op. cit., pp. 31-32.

 

* Tomás Sansón Corbo es doctor en Historia por la Universidad de La Plata (Argentina). Es profesor e investigador en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (Uruguay). Dirige el Grupo de Estudios sobre Historia y Cultura de Paraguay.

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