Cultura
Rafael Barrett, una travesía signada por la desventura (I)
Cada enero el calendario nos recuerda el nacimiento del anarquista español cuyos escritos desnudaron los graves conflictos sociales del Paraguay a comienzos del siglo XX. La trilogía de artículos que hoy iniciamos busca reconstruir el trayecto vital de una figura que marcó la historia cultural del país.
Rafael Barrett, retratado por el pintor argentino Luis Seoane. Cortesía
El itinerario del pensador y militante anarquista Rafael Barrett comenzó en España, discurrió por Argentina, Paraguay, Brasil, Uruguay y culminó en Francia. Fue una travesía migrante signada por la desventura, en la que dejó jirones de vida y un conjunto de textos constructores de memoria. Sus cuentos, ensayos y crónicas contienen las huellas de una existencia atormentada y testimonios pintoresquistas de la sociedad rioplatense del novecientos.
El “señorito” madrileño
El 8 de setiembre de 1910 partía del puerto de Montevideo el vapor “Re Vittorio”. Entre los pasajeros estaba Rafael Barrett. Había llegado en la mañana de ese mismo día desde Asunción. Volvía a Europa con la esperanza encontrar una terapia que atemperara los efectos de la tuberculosis, enfermedad que lo torturaba. Varios amigos uruguayos fueron a despedirlo. Uno de ellos, el conocido intelectual y político socialista Emilio Frugoni, recordó tiempo después ese momento:
Al embarcarse acaso presentía la proximidad de su fin. Me abrazó muy triste, y respondió a las palabras con que yo trataba de infundirle optimismo con frases de despedida que cayeron como lágrimas candentes en mi corazón. Me sonrió por última vez en su camarote, con aquella su sonrisa abierta, bañada en suave luz de bondad, de tolerancia, de perdón y de afecto. Volví a ver al Jesús de las estampas. Y no volví a verle más [1].
La anécdota, con connotaciones evangélicas, resulta significativa para evocar la entrañable y compleja personalidad de Rafael Barrett, un ácrata admirador de Jesús, que tenía al Evangelio –según confiesa en 1909, en carta dirigida a su esposa– como “libro de cabecera” y cuya vida podría considerarse un verdadero vía crucis [2].
Su derrotero vital comenzó en España y discurrió luego por Argentina, Paraguay, Brasil, Uruguay y Francia. Podría considerarse que Barrett fue uno de esos casos en que no fue el hombre el que hizo la travesía, sino que la travesía hizo al hombre. Su “vía dolorosa” operó una verdadera conversión. Las experiencias vivenciales recogidas en dos continentes y el sufrimiento físico provocado por la tuberculosis transformaron al “señorito” madrileño, superficial y frívolo, en un militante social comprometido con los sectores más desposeídos de la sociedad latinoamericana.
Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo nació el 7 de enero de 1876 en la villa de Torrelavega, comunidad autónoma de Cantabria. Fueron sus padres George Barrett y Clarke, súbdito inglés, y María del Carmen Álvarez de Toledo y Toraño, natural de León.
Juan Carlos Herken Krauer recuerda que, por su padre, tenía derecho “a la doble nacionalidad, y de hecho portaba únicamente documentación personal británica” [3]. Estas circunstancias contribuyeron, según el mismo autor, a que fuera “un internacionalista en su experiencia y en su producción ensayística” [4].
Recibió una educación esmerada. Aprendió a tocar el piano. Dominaba el francés y el inglés y tenía conocimientos de alemán y de latín. Estudió ingeniería en la Escuela de Ingenieros de Caminos en Madrid. No terminó la carrera.
En la Revista Contemporánea de Madrid publicó sus primeros artículos (“El postulado de Euclides”, 1897, y “Sobre el espesor y la rigidez de la corteza terrestre”, 1898). Entre 1896 y 1902 frecuentó los círculos galantes de la capital española. Estuvo vinculado, de forma subsidiaria, con la “Generación del 98”.
La configuración inicial de su pensamiento se procesó en función de la influencia de las corrientes estéticas y filosóficas de la época, fundamentalmente el modernismo[5] y del regeneracionismo[6]. En su producción posterior, particularmente en El dolor paraguayo, se aprecia – en opinión de Francisco Corral – la confluencia de la “filosofía genuinamente vitalista (Bergson es uno de sus filósofos más admirados) con la reacción antipositivista que caracterizó al modernismo”[7]. Se vinculó con intelectuales de la talla de Ramón del Valle Inclán, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu.
Ramiro de Maeztu, que conoció a Barrett en 1900, apenas llegado a Madrid, dejó un interesante testimonio sobre aquel joven apuesto y de gran talento que despertaba la admiración del sexo femenino. En esos tiempos llevaba una vida dispendiosa y de ostentación que hacen suponer que poseía cierto patrimonio económico:
Debió haberse traído de la provincial algunos miles de duros, porque vivió una temporada la vida de joven aristócrata, más dado a la ostentación y a la buena compañía que al mundo del placer. Se le veía en la Real y en la Filarmónica, pero no en el Fornos ni en el Japonés. Vestía con refinamiento y las mujeres le admiraban a distancia. Presumo que de haber caído en París o en Londres se habría casado con una millonaria, que lo habría comprado en matrimonio, como se adquiere un palacete de verano; pero las ricas españolas no suelen adquirir marido sin consejo de gente que no habría sentido simpatía hacia las aficiones artísticas de nuestro “dandy”[8].
Cuando el dinero se acabó la alta sociedad le dio la espalda. En 1902 comenzaron a circular rumores que le atribuían conductas homosexuales. La maledicencia afectó al joven cántabro. Para “limpiar” su honor agredió a fustazos, durante una representación teatral, al Duque de Arión, presunto responsable de la calumnia. La aventura le costó unos días de cárcel.
Si bien no existen indicios claros de cuándo ni cómo tomó la decisión de emigrar, parece razonable pensar en una suerte de auto-exilio, motivado, seguramente, por la hostilidad que experimentó en Madrid a partir del incidente reseñado y por las serias dificultades económicas que padeció luego de la muerte de sus padres.
Notas
[1] Frugoni, Emilio, “En Montevideo”, en Barrett, Rafael, Obras completas, Buenos Aires, Americalee, 1943, p. 13.
[2] Carta de Rafael Barrett a Francisca López Maíz de Barret, 6 de junio 1909, en Cartas íntimas. Con notas de su viuda, Francisca López Maíz de Barrett. Colección de Clásicos Uruguayos, vol. 119, Montevideo, Bareiro y Ramos, 1967, p. 46.
[3] Herken Krauer, Juan Carlos, “Diplomacia británica en el Río de la Plata: el caso Rafael Barrett (1908-1910)”, en Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n° 41, 1983, p. 42.
[4] Ibid.
[5] “El modernismo, en tanto superación filosófica del positivismo y como voluntad de expandir el concepto de realidad más allá del estrecho límite del “hecho positivo” y de abrir la idea de naturaleza humana hacia lo fantástico, lo misterioso, lo enigmático, lo arracional…, por medio, principalmente, de la expresión artística” (Corral, Francisco, El hombre y su obra, en https://www.ensayistas.org/filosofos/paraguay/barrett/corral.htm).
[6] “El regeneracionismo, desde su análisis de los males de la España y su diagnóstico de una degeneración nacional profunda, más allá de la pura derrota militar y mucho más grave que ella. Como consecuencia, la necesaria búsqueda de soluciones terapéuticas de muy diversa orientación (pues ideas regeneracionistas están presentes prácticamente en todo el espectro ideológico de la España del momento) siempre con el objetivo de remediar esos males” (Ibid.).
[7] Ibid.
[8] De Maeztu, Ramiro, “En Madrid”, en Barrett, Rafael, Obras completas, op. cit., p. 13.
* Tomás Sansón Corbo es doctor en Historia por la Universidad de La Plata (Argentina). Es profesor e investigador en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (Uruguay). Dirige el Grupo de Estudios sobre Historia y Cultura de Paraguay.
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