Cultura
José Segundo Decoud. Discursos históricos en el Paraguay posbélico (III)
Tercera entrega de la serie dedicada a dos prenovecentistas que modelaron el discurso histórico en Paraguay tras la Guerra de la Triple Alianza: Juan Silvano Godoy y José Segundo Decoud. El pensamiento de este último y su contexto de emergencia y desarrollo son abordados por el historiador Tomás Sansón Corbo en su artículo de hoy. En él procura reconstruir los tópicos ideológicos fundamentales de este personaje polémico, la encarnación perfecta –para muchos– del “legionario”.
Tumba de José Segundo Decoud en el Cementerio de La Recoleta (Foto Bohemio).
Las contribuciones historiográficas más significativas de José Segundo Decoud se publicaron en forma de artículos [1] y ensayos [2]. En ellos plantea una interpretación general de la historia nacional. Consideraba que la matriz jesuítica predominó en la conformación social y económica de Paraguay y fomentó el aislamiento. Esta situación determinó que la República dispusiera de escasos “elementos constitutivos para formar su nacionalidad” [3]. La etnia guaraní tenía una tendencia natural a la sumisión que fue reforzada e institucionalizada por los religiosos. Durante el período de funcionamiento de las misiones se “formó un rebaño manso de seres inconscientes” [4], apáticos e indiferentes, acostumbrados a obedecer, sin conciencia del don de la libertad y las responsabilidades que implicaba su ejercicio.
Cuando sonó la hora de la libertad, el pueblo no estaba en condiciones de asumir los retos del autogobierno. Decoud ensayó una explicación histórica de carácter estructural –casi braudeliana diríamos– que relacionaba la mentalidad colectiva con la emergencia de las dictaduras: Francia y los López se valieron de la propensión natural de los guaraníes para imponer su autoridad y sojuzgarlos. Si bien la “emancipación política del Paraguay había venido siendo un hecho incontestable desde el 14 de mayo de 1811, (…) no trascendió al mundo (…), permaneció ignorado por muchos y desconocido para otros” [5]. Con la excusa de escapar a la anarquía imperante en las provincias del sur, Francia optó por el aislamiento, fomentó el repliegue del país sobre sí mismo y clausuró cualquier contacto con las naciones civilizadas.
El ejercicio del terror ahogó los sentimientos nobles y elevados (dignidad, generosidad, caridad, desinterés) y contribuyó a profundizar la apatía, el egoísmo y la indiferencia de los paraguayos (entendidos, en última instancia, como recursos para poder sobrevivir a la delación y al espionaje). Se ocluyeron las fuerzas vitales que habían impulsado la revolución. Reinó un quietismo que entumeció el cuerpo social, generando seres pasivos e indolentes que reaccionaban a la voz de mando cual autómatas, sin voluntad ni iniciativa.
El autor ensaya, a partir de los elementos referidos, una explicación de las causas y significación de la guerra de 1865. La megalomanía del Mariscal López y sus pretensiones de transformarse en árbitro del “equilibrio platense” obligaron a Brasil, Argentina y Uruguay a tomar las armas. Sugiere, de manera subliminal, que la confrontación implicó, en última instancia, una redención brutal y sangrienta de la estolidez colectiva en que se encontraba sumido el pueblo paraguayo por obra de sus opresores.
En los artículos de Decoud se puede apreciar una cierta epistemología de la Historia de carácter forense. No titubeaba en juzgar personas y acontecimientos. Creía lícito reprobar “los malos actos, porque tal es nuestro deber a nombre de la severidad de los principios republicanos y de la austeridad política, así como la historia fulminará su juicio imparcial e inexorable estigmatizando a los réprobos y malvados” [6]. Utilizaba criterios y valores pretendidamente atemporales para absolver o condenar. Esta construcción discursiva presenta elementos característicos de la “tendencia filosofante”, importante corriente historiográfica rioplantense de la segunda mitad del siglo XIX que, a partir de grandes cuadros explicativos –elaborados a modo de ejercicio retórico y prescindiendo de fuentes–, pretendía deducir lecciones del pasado para orientar los procederes de los contemporáneos.
Hay un rechazo explícito del pasado oscurantista y despótico que se había perpetuado en la posguerra a través de prácticas antirrepublicanas –revoluciones, magnicidios, golpes de Estado– que constituían una amenaza. Podrían llevar a la disolución de la nación y transformarla en provincia de alguno de los estados vecinos. La unión de todos los paraguayos y el respeto irrestricto a la Constitución eran imperativos para asegurar la paz. Se debía crear condiciones propicias que permitieran, por ejemplo, el advenimiento de inmigrantes europeos que contribuyeran a cambiar la mentalidad colectiva, fomentando hábitos de trabajo, capacidad de innovación y espíritu de ahorro.
A partir de una perspectiva interpretativa de carácter dialéctico, el autor pretendía, además de compendiar el pasado nacional, explicar los problemas coetáneos, aplicar los correctivos correspondientes y perfilar el futuro [7].
El embrutecimiento colectivo era una de las peores rémoras que debían enfrentar los regeneradores de posguerra.La barbarie “continúa en pugna con la civilización” [8], la ignorancia era una herencia maldita. Para superar el oscurantismo feudal del lopizmo sería necesario el esfuerzo mancomunado de todos los elementos ilustrados de la sociedad para inaugurar una era de progreso y civilización [9] (tal como lo proponía Adolfo Decoud, hermano de José Segundo, en un artículo del primer número del periódico La Regeneración), pues los “ciudadanos que olvidan sus deberes no merecen sino el desprecio y la compasión de la posteridad” [10].
El autor apela a diversas estrategias narrativas que coadyuvan a ratificar la verosimilitud de sus asertos. Es significativa la utilización de la tercera persona para referir, por ejemplo, el camino adoptado por el pueblo una vez lograda la independencia de España (“el Paraguay, al optar en su nueva vida por el régimen de la quietud, del oscurantismo y el retraimiento, echó los primeros cimientos de la tiranía”[11]) o la acción de los integrantes de la Convención Constituyente. El discurso formatea el relato. La separación del yo narrador de los hechos reseñados plantea una ilusión de distancia entre el analista y su objeto de estudio, procurando transmitir al lector la idea de objetividad. Al condenar la “opción” colectiva de la década de 1810, Decoud se desmarcó de lo que consideraba una decisión bárbara que aherrojó a la nación y quitó impulso a los escasos elementos cultos y liberales que podrían haberla llevado por las sendas del progreso.
El opúsculo Recuerdos históricos. Homenaje a los próceres de la independencia paraguaya (Asunción, 1894) [12] de José Segundo Decoud es un epítome de la tendencia regeneracionista [13]. Fue editado con motivo de la colocación de la piedra fundamental de un monumento en honor de los héroes de la Revolución, el 14 de mayo de 1894 [14]. Exaltaba la memoria de Manuel Atanasio Cabañas, Pedro Juan Caballero y Fulgencio Yegros, protagonistas de los acontecimientos de 1811, los “primeros patriotas y fundadores de nuestra nacionalidad” [15].
En este texto, a diferencia de los artículos glosados ut supra, prima el tono inclusivo. La utilización del plural mayestático tiende a fortalecer un sentimiento de identidad nacional, configurado en dos dimensiones, una diacrónica y otra sincrónica. Se trata de una estrategia narrativa que pretende convencer sobre la existencia de una comunidad histórica, integrada por todos los paraguayos, que puede filiarse en un tiempo determinado y que tiene tres creadores indiscutibles, los héroes de referencia. El “nosotros” de Decoud tiene una funcionalidad discursiva de carácter incluyente. Pretende realizar la reconstrucción intelectual de una gesta que era patrimonio común de todos los paraguayos, pero que estaba inacabada: su trama continuaba escribiéndose en el presente del autor, era un relato inconcluso.
El texto puede considerarse como corolario de los artículos de la década de 1870. En ellos Decoud alertaba sobre los peligros que amenazaban a la patria debido a las rémoras del pasado. En los Recuerdos históricos… plantea que la construcción del monumento –debido a la iniciativa de las “matronas paraguayas” [16] – implica una reivindicación de los verdaderos referentes de la historia, aquellos cuyo protagonismo había sido ocluído por el personalismo de Francia y los López. La unión de todos los paraguayos, materializada en la iniciativa monumental, parecía cerrar un ciclo, el de las rencillas y divisiones entre los integrantes de la élite de posguerra, y abrir uno nuevo, de prosperidad y paz, de imperio de la ley y de las garantías constitucionales.
El autor sitúa los antecedentes del sentimiento autonomista paraguayo en la época colonial. Atribuyó particular relevancia al movimiento de los comuneros y a la acción de personalidades como Domingo Martínez de Irala y Hernando Arias de Saavedra.
En la evocación de la expedición de Belgrano encontramos –de forma atenuada– algunas de las proposiciones centrales de la historiografía liberal porteña, particularmente en relación con la hipotética influencia que habría ejercido ese militar sobre algunos oficiales paraguayos, “sembrado la semilla de la revolución” [17]. La derrota militar de Belgrano es interpretada como una victoria ideológica en cuanto que transmitió la idea de emancipación, posibilitando así el comienzo de la primera regeneración nacional.
La impronta del presente del historiador, entendido como período de reconstrucción, está latiendo en las páginas del opúsculo. Sus huellas pueden percibirse en las reiteradas observaciones sobre la “fraternal relación” existente entre Paraguay y Argentina, sentimiento de hermandad que habría tenido su primera expresión en el “abrazo fraternal” que se dieron Cabañas y Belgrano [18]. Decoud consideraba que el desarrollo del Paraguay solamente sería posible si los “mejores elementos” del país gobernaban en paz, aplicando la Constitución y manteniendo buenas relaciones con sus vecinos. Sus escritos presentan una fuerte coherencia en todos los aspectos vinculados con las relaciones internacionales, incluso en una dimensión como la histórica que podría, en última instancia, parecer inocua [19].
La reconstrucción de los acontecimientos del 14 de mayo constituye el centro del relato. Se realiza de forma pormenorizada, la trama adquiere nervio y el lector se siente espectador de las alternativas que permitieron consumar la revolución de independencia. El folleto culmina con un encendido elogio a Cabañas, Caballero y Yegros, “los fundadores de nuestra independencia” [20] (una vez más el plural mayestático), padres de una patria que él se enorgullecía de integrar y a la que auguraba un porvenir brillante.
Significativamente, no se realizan valoraciones sobre el período 1811 a 1870. Se trata de un hiato cronológico dominado por las penumbras de la tiranía. Decoud apela a una estrategia de elisión discursiva que permite, por contraste, glorificar el acontecimiento historiado. Francia es mencionado solo en dos oportunidades. Deja constancia, en una nota, que “no tuvo ningún conocimiento de la revolución que se tramaba, hasta la mañana del 15 de mayo, que fue llamado por el Dr. Somellera” [21]. Utilizó una técnica de claroscuro para pintar tanto los acontecimientos a los que estaba dedicado el folleto, como la historia general del Paraguay: los tiranos no tenían lugar, eran eclipsados por las luces de patriotas abnegados que actuaron pensado exclusivamente en el bien de la patria.
Notas
[1] Los más significativos aparecieron en la década de 1870: “El porvenir del Paraguay”, en La Reforma, Asunción, 31 de octubre de 1875; “25 de noviembre de 1842-1870”, en La Reforma, Asunción, 25 de noviembre de 1875; “El legado del pasado”, en La Reforma, Asunción, 18 de enero de 1877; “Apatía e indiferencia”, en La Reforma, Asunción, 20 de febrero de 1877; “La escuela del quietismo”, en La Reforma, Asunción, 23 de febrero de 1877.
[2] Especialmente Recuerdos históricos. Homenaje a los próceres de la independencia paraguaya (Asunción, 1894).
[3] Decoud, “El porvenir…”
[4] Decoud, “El porvenir…”
[5] Decoud, “25 de noviembre…”
[6] José Segundo Decoud, La historia de una administración. Colección de artículos publicados en “La Reforma”, Asunción, 1877.
[7] Uno de los textos en que mejor se puede apreciar esta perspectiva es el artículo El legado del pasado: “El Paraguay ha vivido eternamente en el oscurantismo (…). Los tiranos nos mantuvieron aislados del resto del mundo (…), el espíritu de asociación no se conocía (…), la libertad del pensamiento estaba proscrita. (…) El pueblo estaba sumido en el mayor embrutecimiento. (…) había libros cuya introducción estaba vedada. (…) Así, la ignorancia ha sido el legado triste de ese pasado luctuoso; y lo peor es que hoy mismo se viene haciendo ostentación cínica de ella. Los hombres inteligentes que se consagran al estudio, aquellos que se ocupan de meditar las arduas cuestiones políticas, buscando un medio de salvación para la patria afligida; (…) son mirados por algunos retardatarios como ambiciosos que no obedecen sino a móviles indignos. (…) No comprenden (…) que el progreso sin cierto grado de adelanto intelectual es una palabra negativa, sin ningún alcance. (…) La triste herencia que hemos recibido del pasado va desapareciendo” (Decoud, “El legado…”).
[8] Decoud, “El legado…”
[9] Adolfo Decoud, “Nuestro pasado”, en La Regeneración, Asunción, 1° de octubre de 1869.
[10] Decoud, “Apatía…”
[11] Decoud, “25 de noviembre…”
[12] José Segundo Decoud, Recuerdos históricos. Homenaje a los próceres de la independencia paraguaya (Asunción, 1894).
[13] En una línea interpretativa más radical, debe ubicarse La Atlántida. Estudio de historia americana, de Diógenes Decoud (tres ediciones: 1885, París; 1901 y 1910, Buenos Aires; edición utilizada: Diógenes Decoud, Atlántida. Estudio de historia americana, Buenos Aires, Imprenta de E. Spinelli, 1910, tercera edición), hermano de José Segundo, que basó su interpretación en los criterios del darwinismo social.
[14] Fue un texto que generó algunas polémicas. Ver: Manuel Gondra, “El folleto de D. José S. Decoud”, en Manuel Gondra, Hombres y letrados de América (Asunción, 1996), pp. 71-86.
[15] Decoud, Recuerdos históricos…, p. 4.
[16] Decoud, Recuerdos históricos…, p. 3.
[17] Decoud, Recuerdos históricos…, p. 11.
[18] El gesto “simbolizará siempre la sincera unión y amistad que debe existir entre los dos pueblos, basados en el respeto recíproco de sus derechos como naciones independientes, y ella subsistirá en el porvenir, cualesquiera que hayan sido los extravíos políticos o las querellas sangrientas que algunas veces hayan podido interrumpir transitoriamente sus buenas relaciones después de aquella memorable reconciliación” (Decoud, Recuerdos históricos…, p. 11).
[19] Las aparentes simpatías proargentinas del autor fueron utilizadas posteriormente como argumento en su contra, en ocasión de la denuncia sobre presuntas gestiones anexionistas.
[20] Decoud, Recuerdos históricos…, p. 20.
[21] Decoud, Recuerdos históricos…, p. 15.
* Tomás Sansón Corbo es doctor en Historia por la Universidad de La Plata (Argentina). Es profesor e investigador en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (Uruguay). Dirige el Grupo de Estudios sobre Historia y Cultura de Paraguay.
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