Cultura
Juan Silvano Godoy y José Segundo Decoud: Discursos históricos en el Paraguay posbélico (I)
Tras la Guerra de la Triple Alianza se articularon diversos relatos históricos de cuño liberal y romántico. Se trató de un conjunto heteróclito de glosas del pretérito, cargadas de enunciaciones prospectivas, cuya formulación respondió a demandas políticas y diplomáticas que ralentizaron la configuración de un campo específico de investigación. En ese contexto deben ubicarse las producciones de estos dos connotados “prenovecentistas”.
José Segundo Decoud y Juan Silvano Godoy. Archivo
En este artículo pretendemos analizar los opúsculos más representativos de Juan Silvano Godoy y José Segundo Decoud, a efectos de conocer la preceptiva metodológica y los caracteres originales de sus discursos históricos, y valorar la significación y los aportes de los mismos al desarrollo de la historiografía posterior.
Las condiciones de posibilidad de conocimiento histórico eran sumamente precarias en el Paraguay de 1870. Los tímidos avances producidos durante el gobierno de Carlos Antonio López en pro del surgimiento de un “movimiento historiográfico” [1] –relacionados con la necesidad de obtener el reconocimiento internacional de la independencia paraguaya, forjar una conciencia aglutinadora y exhumar documentos probatorios de los legítimos títulos del país sobre territorios en litigio– fueron liquidados en 1865.
A partir de 1870 se fueron generando, de manera lenta y paulatina, condiciones mínimas [2] para la elaboración y difusión de ciertos discursos históricos, debido a las demandas etáticas y a los requerimientos socioeducativos.
Fue necesario superar algunos factores ralentizadores, de carácter colectivo y estructural, como, por ejemplo, la existencia de un fenómeno de “memorias fracturadas” [3], un trauma emotivo y psíquico que transversalizó todos los estamentos sociales, caracterizado por la preeminencia de sentimientos de desconfianza y temor, retroalimentados por la violencia política acaecida entre facciones rivales [4]. El miedo y la incertidumbre actuaban como desestructuradores de una sana relación con la alteridad, factor imprescindible para la definición de una identidad colectiva.
Las divisiones y enfrentamientos existentes entre los miembros de la élite dirigente agudizaron el problema y obstaculizaron la definición de políticas de la memoria. Los casos de Juan Silvano Godoy y José Segundo Decoud, connotados integrantes de la misma, fueron paradigmáticos.
José Segundo Decoud y Juan Silvano Godoy
Ambos personajes fueron protagonistas del proceso de reconstrucción de Paraguay. Sus peripecias vitales reflejan la falta de unidad entre los miembros de la nueva oligarquía que pretendía gobernar el país. Si bien en los primeros años de la década de 1870 obraron de consuno, rápidamente sus caminos se bifurcaron, terminaron enfrentados debido a diferencias políticas y personales.
Tenían en común el origen familiar patricio, las edades –Godoy nació en 1846 y Decoud en 1848–, el credo liberal y la formación humanística y jurídica. Pasaron buena parte de la niñez y la juventud en Argentina, aunque las razones de radicación de sus familias fueron diferentes: los padres de José Segundo eran opositores del gobierno de Carlos Antonio López y tuvieron que emigrar debido al fusilamiento de sus hijos Teodoro y Gregorio, acusados de conspiración [5]; el caso de la familia Godoy fue distinto, la madre de Juan Silvano (según opinión de Silvano Mosqueira) solicitó en 1864 una autorización expresa de Francisco Solano López para salir del país, pues deseaba que sus hijos estudiaran en el exterior. Ambos ingresaron a la Universidad de Buenos Aires con el propósito de estudiar Derecho, pero ninguno culminó la carrera. José Segundo la interrumpió cuando comenzó la guerra y Juan Silvano la abandonó en 1869 para retornar a Asunción.
Se encontraron en Asunción en 1869 con el propósito común de desempeñar un rol preponderante en el proceso de reconstrucción. Trabajaron juntos en la redacción de La Regeneración (periódico de inspiración liberal fundado en octubre de 1869 por Juan José y José Segundo Decoud), militaron en el “Gran Club del Pueblo” e integraron la Convención Constituyente. Participaron de la Comisión [6] que trabajó durante tres meses en la redacción del proyecto constitucional.
La década de posguerra fue sumamente convulsionada. La pugna por el poder entre facciones rivales de la nueva élite debilitaron la frágil unidad entre sus miembros y desnudaron sus contradicciones ideológicas e intereses contrapuestos. Juan Silvano y José Segundo no pudieron escapar a esta tendencia general que obstaculizó la recuperación del Paraguay.
Más allá de diferencias de carácter y personalidad [7], hubo un acontecimiento que los enfrentó de manera irreconciliable. Godoy tuvo una participación decisiva –conjuntamente con su hermano Nicanor, Matías Goiburú, y José Dolores Molas– en la conspiración que culminó con el asesinato del presidente Juan Bautista Gill (12 de abril de 1877). Las alternativas del proceso determinaron que debiera exiliarse en Buenos Aires, donde permaneció hasta 1895. Decoud, que respaldaba la gestión del mandatario desde la redacción del periódico La Reforma, condenó el magnicidio y acusó de traición a sus perpetradores. Surgió un fuerte encono entre ambos que se mantuvo por décadas [8].
Durante los años de su exilio porteño, Godoy se dedicó a actividades comerciales muy lucrativas. Amasó una importante fortuna. Se vinculó con personalidades de la política y la cultura como Mariano Pelliza, Ramón Cárcano y Aristóbulo del Valle. Conformó una biblioteca americanista de 20.000 volúmenes y una interesante pinacoteca [9]. Cuando regresó a Paraguay, gracias a una amnistía concedida por el Presidente Egusquiza, manifestó su voluntad hacer público el acervo reunido. En 1903 el presidente Juan Antonio Escurra lo nombró director del Archivo, Biblioteca y Museo Histórico, cargo en el que permaneció hasta su muerte en 1926 [10]. Participó en el XVII Congreso de Americanistas en Buenos Aires (1910) y representó a su país en Brasil en dos oportunidades (1897 y 1911).
José Segundo Decoud permaneció en Asunción y desarrolló una intensa actividad. Ocupó diversas carteras ministeriales, destacándose particularmente en la de Relaciones Exteriores [11]. Impulsó el desarrollo cultural y educativo del país, promovió la fundación del Ateneo Paraguayo y de la Universidad Nacional. Ocupó, además, la dirección del Colegio Nacional de Asunción. En su acción política predominó una actitud situacionista: a pesar de haber integrado el grupo legionario y deplorar el “antiguo régimen”, no tuvo prurito en acercarse al general Bernardino Caballero y estar entre los fundadores del Partido Colorado. Debió afrontar situaciones muy desagradables. En los últimos años de su vida se vio sometido en el Senado a una acusación de traición a la patria formulada por Godoy, en función de sospechas sobre un posible proyecto de anexión con Argentina. Finalmente fue absuelto, pero, aparentemente, el proceso lo afectó mucho y debió pesar –conjuntamente con ciertas desilusiones y frustraciones personales, derivadas de aspiraciones políticas no concretadas [12]– en la decisión de suicidarse (4 de marzo de 1909).
Ambos autores tuvieron una proficua labor intelectual. Publicaron numerosos artículos y ensayos de carácter crítico, informativo y doctrinario.
En Decoud predominó la impronta periodística. Sus aportes más significativos fueron algunos opúsculos de corte ensayístico, entre los que se destacan: Cuestiones políticas y económicas (1877), La historia de una administración, o sea las dilapidaciones de Salvador Jovellanos (1877), La literatura en el Paraguay (1884) y Recuerdos históricos (1894); si bien solamente el último de sus trabajos tiene un perfil marcadamente histórico, en la mayoría hace referencia al pasado como argumento convalidador de las proposiciones sustentadas.
Las publicaciones de Godoy, por el contrario, tienen una perspectiva claramente histórica, entre ellas se destacan: Monografías históricas (1893), Últimas operaciones de guerra del general José Eduvigis Díaz (1897), Mi misión a Río de Janeiro (1897), El coronel Juan Antonio Escurra (1903), La muerte del Mariscal López (1905) y El Triunvirato (1911).
Notas
[1] Que tuvo una de sus expresiones más relevantes en la edición de obras significativas, entre las que se destacan: Ruy Díaz de Guzmán, Anales del Descubrimiento, población y conquista de las Provincias del Río de la Plata (Asunción, 1845); Juan Andrés Gelly, El Paraguay, lo que fue, lo que es y lo que será (Asunción, 1849); y Mariano Antonio Molas, Descripción histórica de la Antigua Provincia del Paraguay (Buenos Aires, 1868).
[2] Fundación de instituciones educativas promovidas por el Estado, cuyos profesores y egresados (a partir de 1882 en el Colegio Nacional y de 1893 en la Universidad) conformaron, conjuntamente con los intelectuales que habían regresado en 1870, la nueva elite cultural y política; creación de instituciones como el Ateneo Paraguayo (1883-1889), que permitieron el nucleamiento de los agentes del campo cultural a efectos de generar ámbitos de discusión e intercambio; importante desarrollo de la prensa, vehículo fundamental para la difusión de pareceres relativos al pretérito y sus diversas interpretaciones; necesidad de solucionar las cuestiones limítrofes que estaban pendientes con Brasil y Argentina –a las que se sumaron los reclamos de Bolivia– que hicieron necesario recurrir a la búsqueda de documentos para justificar los derechos paraguayos sobre los territorios litigados (en este marco deben considerarse las contribuciones José Falcón y de Blas Garay).
[3] Concepto acuñado por el psicoanalista uruguayo Marcelo Viñar, referido de los efectos que tuvo sobre la sociedad oriental la dictadura acaecida entre 1973 y 1984, que puede resultar extrapolable al Paraguay de la década de 1870. Marcelo Viñar, “Memorias fracturadas. Notas sobre los orígenes del sentimiento de nuestra actual identidad nacional”, en Hugo Achugar / Gerardo Caetano, Identidad uruguaya: ¿mito, crisis o afirmación? (Montevideo, 1992), pp. 38 y ss.
[4] Estos factores operaron cual fuerzas dispersivas que amenazaban desdibujar el ser nacional; contra ese peligro alertó reiteradamente desde la prensa uno de los protagonistas del período, José Segundo Decoud, quien sostenía que solamente la unión entre los paraguayos podría sacar al país del marasmo.
[5] Teresa Méndez-Faith, Breve diccionario de la literatura paraguaya (Biblioteca Virtual Universal, 2003), p. 45.
[6] Con Juan José Decoud, Facundo Machaín, Salvador Jovellanos y Miguel Palacios.
[7] Cuestión que no tenemos intención ni posibilidad de analizar porque supera en mucho los objetivos de este artículo.
[8] Decoud da cuenta del mismo en un opúsculo muy posterior (1898), editado a modo de defensa contra acusaciones formuladas por Godoy sobre un supuesto proyecto de anexión con Argentina: “(…) considero de mi deber prevenir a V.H. contra toda innoble maquinación fraguada por el denunciante con el objeto de dañar mi reputación, dados los antecedentes de enemistad que median con el exponente y que datan desde la época en que tuvo lugar el asesinato del ex-presidente Gill (…) El denunciante Juan S. Godoy está sindicado como instigador y cómplice de este asesinato, según las resultancias del proceso criminal respectivo y es de pública notoriedad que a consecuencia de este suceso se ha visto obligado a permanecer fuera del país para escapar a la acción de la justicia. (…) Pero los veinte y un años de destierro no han podido borrar la sangre que salpicó su frente, con motivo de aquel cobarde atentado (…)” (José Segundo Decoud, Exposición presentada por José Segundo Decoud a la Honorable Cámara de Diputados a propósito de la investigación iniciada en virtud de una denuncia falsa de anexión [Asunción, 1898], pp. 5-6).
[9] En esa ocasión se produjo la compra de un cuadro del artista catalán Santiago Rusiñol que describe la personalidad y estilo de vida de Godoy: “Juan Silvano había decidido agregar a su colección uno de los cuadros de aquel español que exponía en Buenos Aires. Eligió Calvario de Sagunto, un óleo sobre tela de 1,14 x 1,40. Su precio: 8.000 pesos. Godoi le dijo al pintor que no disponía de esa suma, pero sí de una casa. El artista aceptó el trueque. Cuando vendió el inmueble, le pagaron 20.000 pesos. Noble como era, por lo visto, le propuso a Juan Silvano devolverle el ‘vuelto’ de 12.000 pesos. Godoy, muy Godoy como era, le dijo que no. ‘Trato es trato, fue su respuesta’” (Mario Rubén Álvarez, “Juan Silvano Godoi y un museo casi perdido”, Diario Última Hora, 31.08.12)
[10] Por decreto del 9 de agosto de 1939, firmado por el presidente Félix Paiva, el Estado compró la colección y esta pasó a ser patrimonio del mismo, constituyendo el Museo Nacional de Bellas Artes.
[11] Lo hizo en las administraciones de Bernardino Caballero (4 de setiembre de 1880 al 25 de noviembre de 1882), Patricio Escobar (25 de noviembre de 1886 al 25 de noviembre de 1890), Juan G. González (25 de noviembre de 1890 al 9 de julio de 1894), Juan Bautista Egusquiza (25 de noviembre de 1894 al 25 de noviembre de 1898) y Emilio Aceval (25 de noviembre de 1898 al 9 de enero de 1902).
[12] “No (…) logró concretar en 1894 su aspiración presidencial por la resistencia que sus antecedentes legionarios le generaban. Abrumado por la amargura que le produjo ese fracaso, terminó suicidándose en 1908, dejando en una nota mortuoria el testimonio de sus frustraciones. Alegó en ella que durante largos años había prestado un valioso apoyo a la dirigencia del movimiento y que cuando él quiso llevar a cabo sus aspiraciones personales, nadie le secundó” (Washington Ashwell, El pensamiento de los partidos políticos [1869-1947] [Asunción, 2010], p. 150).
* Tomás Sansón Corbo es doctor en Historia por la Universidad de La Plata (Argentina). Es profesor e investigador en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (Uruguay). Dirige el Grupo de Estudios sobre Historia y Cultura de Paraguay.
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Mari Tania
20 de septiembre de 2021 at 23:44
Excelente recopilación de daros sin ánimosidad procelitista como siempre suelen utimizar a las figuras destacadas del pasado. Felicitaciones.