Cultura
Manzana de la Rivera, 30 años: La historia de su rehabilitación
Manzana de la Rivera, ca. 1905 (pydeantes)
En estos momentos se conmemoran los 30 años de la apertura del Centro Cultural de la Ciudad “Manzana de la Rivera”, hito fundamental en el proceso de recuperación del Centro Histórico de Asunción (CHA) y en las labores de profesionalización para la conservación del patrimonio urbano-edilicio. El sitio se ubica entre las calles Ayolas, Paraguayo Independiente, O’Leary y Benjamin Constant y adoptó el nombre histórico de esta última, la antigua Calle de la Ribera.
Durante la dictadura stronista, el estricto protocolo de seguridad implementado en el entorno del Palacio de Gobierno había llevado las edificaciones de La Manzana a un estado de abandono. En ese contexto, a fines de los años 70, un equipo francés liderado por Jean Pierre Jouve, entonces arquitecto en jefe de los Monumentos Históricos de Francia, inició el desarrollo de un proyecto que buscaba convertir el Palacio de López en un Château de Versailles del siglo XX, para lo cual proponía la demolición de todos los edificios de valor ubicados en su área circundante, incluyendo los de la Manzana de la Rivera, para construir jardines y nuevos edificios para cuartel de la guardia y oficinas públicas. El terreno donde se ubicaba el antiguo complejo de Molinos Harineros, al costado Oeste del palacio, había sido convertido en plaza – actual Plaza de los Desaparecidos– a mediados de la década de 1970.
La presión ciudadana –en la que tuvo gran impacto la campaña Salvemos la Manzana frente al Palacio de Gobierno,impulsada por estudiantes de arquitectura– paralizó la iniciativa y estimuló el proceso de creación de la Ley N°946 “De protección a los bienes culturales”, promulgada en 1982 [1].
Si bien la reacción pública fue fundamental para la preservación de este importante conjunto urbano, la gestión para su rehabilitación como espacio cultural tuvo actores clave que asumieron ese gran desafío iniciado inmediatamente a la caída de la dictadura, en 1989. Es de destacar la actuación del arquitecto, artista y gestor cultural Carlos Colombino, quien –a fin de lograr apoyo técnico y financiero para dicho cometido– acordó con el escritor Augusto Roa Bastos que, en ocasión del viaje de éste a España para recibir el Premio Cervantes en abril de 1990, presentara una solicitud de cooperación al gobierno español, la cual tuvo respuesta favorable. Ese mismo año, la Municipalidad de Asunción, aún bajo la administración de José Luis Alder (1989-1991), adquirió la totalidad de los inmuebles que conformaban La Manzana.
El convenio hispano-paraguayo que tenía como objetivo “la recuperación del Centro Histórico de la ciudad de Asunción” se firmó el 3 de julio de 1990, en el marco del Programa Preservación del Patrimonio Cultural en Iberoamérica y Escuelas Taller, de la Agencia Española de Cooperación Internacional AECI –actual AECID– en ocasión de la conmemoración del V Centenario de América: Encuentro de dos mundos.
La creación de la Escuela Taller de Asunción, en 1991, fue también otro componente del programa, que posibilitó la inclusión social de jóvenes de escasos recursos mediante su formación en oficios tradicionales relacionados con la conservación edilicia, quienes, dirigidos por un equipo de técnicos especialistas, tuvieron a su cargo la recuperación de los edificios de la Manzana de la Rivera.
Los trabajos de rehabilitación se iniciaron en 1991 y se desarrollaron en cuatro etapas. La mayor parte de las obras fueron realizadas durante la intendencia de Carlos Filizzola y la gestión de Ticio Escobar al frente de la Dirección de Cultura de la Municipalidad (1991-1996). La última etapa, que finalizó en 1999, fue completada bajo la administración de Martín Burt al frente de la comuna.
La Casa Viola, ubicada en la esquina de las calles Paraguayo Independiente y Ayolas, fue la primera en ser restaurada, decisión basada en sus valores: antigüedad, pues es la más antigua que se conserva, fue construida a mitad del siglo XVIII; singularidad y valor testimonial, por ser el único edificio que atestigua la trama urbana de carácter orgánico de la ciudad en la época colonial, por eso se implanta “girada” respecto de la esquina; y por sus características tipológicas y técnico-constructivas propias de la arquitectura colonial, ya que fue construida con estructura independiente de madera, techo a dos aguas de palma y tacuarilla, cubierto de tejas cerámicas, y muros de adobe. Hoy alberga el Museo Memoria de la Ciudad.
La segunda fase de recuperación, que finalizó en 1993, incluyó la rehabilitación de cuatro edificaciones. La Casa Clari, que mira al Palacio de Gobierno y actualmente alberga el Bar de la Manzana, fue finalizada en 1915; fue residencia del constructor catalán Enrique Clari, quien concibió su fachada según influencias del estilo Art Nouveau. La vivienda Clari-Mestre, colindante con la primera, es una edificación que –según los archivos– es de 1912; la influencia estilística de su fachada adoptó rasgos modernistas. Para su refuncionalización se aprovechó el desnivel existente –resultado de una intervención previa que la había convertido en un antiguo almacén– para adaptarla como auditorio Ruy Díaz de Guzmán. La Casa Vertúa, de 1898, de claros rasgos clasicistas con sus aberturas en arco de medio punto, albergó una tradicional confitería y fue refuncionalizada considerando la altura del techo que posibilitaba la inserción de un entrepiso para la Biblioteca Municipal “Augusto Roa Bastos”.
La casa Emasa, probablemente construida a fines del siglo XIX –considerando las sencillas líneas neoclásicas de su fachada– funcionó como despacho aduanero, papelería e imprenta, funciones que alteraron considerablemente su interior; en la actualidad allí se ubican las oficinas administrativas del centro cultural y el patio interior es un lugar para exposiciones y otras actividades culturales.
En la tercera etapa fueron tres los inmuebles recuperados. La Casa Castelví, construida también en la época colonial, en 1804, albergó al Instituto Paraguayo y se supone que en origen fue un establo que se transformó en vivienda. Es una típica tira con galería frontal y posterior, esta última a modo de culata jovai, similar a la Casa Viola en su tecnología constructiva, pero se diferencia de ésta por el uso de los típicos pilares octogonales que sustituyeron los pies derechos de madera y por su implantación paralela a la calle. Tiene un jardín frontal, el Patio Arecayá. El patio posterior fue unificado con los de las casas gemelas Serra I y II, para pasar a convertirse en el Patio Leonor.
Estas dos últimas casas poseen fachada sobre línea municipal, zaguán y galería posterior. Su influencia Liberty [2] es producto de una renovación realizada a principios del siglo XX que buscó unificar dos inmuebles colindantes y dar un aire más moderno a las fachadas preexistentes, de diferentes alturas, eliminando algunos elementos de líneas clásicas como las pilastras y sustituyendo los balaustres de los balcones por barandas de filigrana. En su interior hoy funciona el Departamento de Audiovisuales que alberga la Videoteca Municipal.
La cuarta fase de rehabilitación se completó con la intervención de la Casa Ballario, que finalizó en junio de 1996. El edificio, ubicado en la esquina de las calles El Paraguayo Independiente y Juan E. O’Leary, perteneció en origen al italiano Giovanni Battista Ballario, quien encargó la construcción a su compatriota, Lorenzo Orsini. La vivienda se edificó en dos etapas, iniciadas entre 1901 y 1911. El palacete posee dos niveles con fachada sobre línea municipal, galería posterior y disposición espacial en “L”. El acceso se da por la esquina en ochava que se ve jerarquizada por el balcón cubierto; su ornamentación es de marcada influencia clásica. La Casa Ballario albergó varias instituciones culturales no gubernamentales, como la UNESCO, el Consejo Internacional de Museos (ICOM), el Centro de Conservación del Patrimonio Cultural (CCPC) y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). Actualmente allí funciona el Museo del Arpa.
En 1994 la Municipalidad de Asunción convocó a un concurso de proyectos para la construcción de un nuevo edificio en la esquina de Benjamin Constant y O’Leary, donde existía un lote vacío. Resultó ganador el arquitecto Javier Corvalán, quien diseñó la Sala García Lorca, un auditorio con capacidad para 300 personas, único edificio contemporáneo del conjunto. Este fue inaugurado en junio de 1999, durante la intendencia de Martín Burt, con la visita del presidente del gobierno español, José María Aznar.
La intervención logró una integración armónica entre los diferentes edificios y espacios abiertos, que en su momento se constituyó en un ejemplo de recuperación. Es importante aclarar sin embargo que, considerando el estado de deterioro de varios de los edificios y las graves alteraciones que presentaban, se procedió al vaciado casi total de algunos de ellos y a la remodelación interna de los ambientes buscando mantener las fachadas. Esta práctica, común en las intervenciones de esa época, hoy ya no se considera un criterio de conservación aceptable [3].
La Manzana de la Rivera es uno de los conjuntos urbanos más significativos. Las nueve viviendas rehabilitadas constituyen un testimonio invaluable de los modos de habitar en Asunción desde la época colonial y, junto a la Sala García Lorca, constituyen un muestrario de la evolución urbano-arquitectónica de la ciudad.
El Centro Cultural de la Ciudad lleva, desde el 2013 [4], el nombre de su gestor y primer director, Carlos Colombino (1937-2013), quien desde su creación lo posicionó como el sitio referencial de difusión y desarrollo de actividades culturales y recreativas.
Notas
[1] Derogada en 2016 con la promulgación de la Ley N°5621/2016 De Protección del Patrimonio Cultural.
[2] Liberty fue la corriente estilística modernista que se desarrolló en Italia a fines del siglo XIX. Es la más tradicional entre las vanguardias arquitectónicas, por la permanencia de algunas formas clásicas.
[3] “1.3 El valor del patrimonio arquitectónico no reside únicamente en su aspecto externo, sino también en la integridad de todos sus componentes como producto genuino de la tecnología constructiva propia de su época. De forma particular, el vaciado de sus estructuras internas para mantener solamente las fachadas no responde a los criterios de conservación”. Carta ICOMOS. Principios para el análisis, conservación y restauración de las estructuras del patrimonio arquitectónico (Zimbawe, 2003).
[4] Por Ordenanza Nº 250/13 de la Junta Municipal de Asunción, del 19 de junio de 2013.
* Silvia Rey Méndez es arquitecta, máster en Valorización de bienes arquitectónicos y ambientales, docente en las áreas de Historia y Patrimonio de la FADA-UNA.
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Cristina Machain
15 de agosto de 2021 at 12:21
Excelente rescate de la recuperación de ese importante patrimonio histórico y cultural. Felicitaciones