Cultura
“Fiesta del árbol” en Asunción: Centenario de un evento olvidado
Los aniversarios de cifras redondas tienen siempre una carga simbólica extra, emotiva. Si la Municipalidad de Asunción tuviese una conducción con ideas claras y progresistas, los cien años de su primera “Fiesta del árbol” jamás hubiesen sido pasados por alto, como ha ocurrido esta semana. La historia que debemos conocer.
Recoleta, ca. 1930. Hoy Avenida Mariscal López, Asunción. Cortesía
Una publicación de 1921 en la Revista Municipal de Asunción informaba: “En los días 22, 23 y 24 del pasado mes de julio, dentro del radio urbano de la ciudad, se ha celebrado la fiesta del árbol, fiesta simpática y beneficiosa”.
En mismo escrito informaba que el evento fue una “iniciativa de la Dirección de Paseos y Jardines de la Municipalidad de Asunción, habiendo sido acogida y secundada eficazmente por la Intendencia y la Dirección General de Escuelas”.
Desde luego, detrás de las instituciones, están personas. Y, en este caso, personalidades. La primera de ellas, el agrónomo Leopoldo Benítez, quien estuvo al frente de la Dirección de Paseos y Jardines durante la época dorada de los espacios públicos asuncenos. La segunda, el doctor Andrés Barbero, por entonces intendente de Asunción, uno de los más importantes promotores de la ciencia y la salud en Paraguay a inicios del siglo pasado. Y el tercero, el profesor Ramón Indalecio Cardozo, director general de Escuelas, el más destacado pedagogo paraguayo del siglo XX. Con tales promotores detrás del evento, el éxito estaba garantizado: “El festival ha dejado la más grata impresión en todos los ánimos, habiendo alcanzado un éxito no previsto por sus organizadores”, decía la revista.
La crónica reitera que la iniciativa partió de la Dirección de Paseos y Jardines de la Municipalidad, lo cual es bastante probable debido a la extraordinaria labor de su director en aquellos años y su apasionada dedicación a convertir Asunción en una capital verde, elaborando numerosos proyectos, informes y artículos sobre el tema. Sin embargo, no es dato menor que el director general de Escuelas haya sido Cardozo. Varios años antes, en 1904, siendo director de una escuela de Villarrica, promovió en esa ciudad la primera fiesta del árbol del país y posiblemente de todo el continente americano. El evento no fue casual pues aquel año, a iniciativa de Moisés Bertoni, se había proclamado el 14 de julio como día del árbol en Paraguay.
Tampoco fue coincidencia que los protagonistas de la jornada hayan sido estudiantes pues, más allá de lo simbólico, la intención didáctica del evento era muy clara: “…se hace sentir la necesidad de saber apreciar en su justo valor fiestas de esta naturaleza, que tienden a despertar en la niñez el generoso sentimiento de amor al árbol, y, por este medio, estimular su plantación, como una especie de reacción a ese espíritu de destrucción del árbol que domina a las generaciones modernas, por las necesidades siempre crecientes que el progreso despierta en la industria humana”, según expresiones de la publicación mencionada.
Como contrapunto, en aquellos primeros años del siglo pasado, la visión sombría con que Rafael Barrett denunciaba el “Odio a los árboles” (1907) parecía exagerada frente a lo señalado, pues a lo largo de la década de 1920 fueron varios los municipios que replicaron la iniciativa festiva.
En Asunción, durante las décadas de 1920 y 1930, la arborización fue un asunto de primer orden para la Municipalidad, abordado, debatido y planificado, considerando distintas facetas y escenarios. A la obsesión del entonces director de Paseos y Jardines por equiparar cifras con la región y el mundo respecto a la proporción de áreas verdes por habitante, se sumó la labor del intendente, el arquitecto Miguel Ángel Alfaro (1924-1927), quien con orgullo expresaba que las obras públicas durante su mandato se realizaban “sin destruir árboles”. Otro gran intendente, Pedro Bruno Guggiari (1929-1932), promovió un plan de arborización masiva que no fue el primero del siglo pero probablemente sí el más importante, como se deduce de una publicación de 1931 anunciando el proyecto: “El caranda’y, como el pindó, y otros representantes de la flora indígena, ocuparán un lugar en las arboledas de la Asunción, y esta será por antonomasia la ciudad de los naranjos y palmeras”.
Este énfasis de atención en el arbolado asunceno fue, sin embargo, mermando paulatinamente a partir de la segunda mitad del siglo XX. Al desinterés por promover la plantación de especies nativas siguió el desinterés por promover cualquier plantación a secas y la proporción de áreas verdes por habitante siguió alejándose de las cifras recomendadas internacionalmente. A inicios del siglo XXI la tendencia negativa no varió significativamente, situación verificable a simple vista pero aparentemente ajena a otras métricas, que califican a Asunción como capital verde iberoamericana.
Los aniversarios de cifras redondas tienen siempre una carga simbólica extra, emotiva. Si la Municipalidad de Asunción tuviese una conducción con ideas claras y progresistas, los cien años de su primera Fiesta del árbol jamás hubiesen sido pasados por alto, como ha ocurrido finalmente esta semana. Pero sus autoridades, desde hace décadas, están inmersas en disputas ajenas al interés público. Para ellas, los arbolitos no son garantía de mejor calidad de vida sino material proselitista, para una foto en las redes sociales, mientras improvisan una plantación sin criterio, ni planificación ni diseño, condenada a desaparecer en semanas o meses.
Asistimos año a año, desde hace décadas –cual Sísifo– a cíclicos montajes mediáticos donde todo inicia una y otra vez, donde todos se muestran como los precursores de una historia cuyo argumento futuro se desconoce y cuyo inicio real fue borrado de la memoria colectiva. Al final, no queda más que darle la razón al sombrío pero lúcido Barrett cuando sentenciaba: “Aquí el hijo arranca lo que el padre plantó”.
* Carlos Zárate es arquitecto, docente, investigador. Magíster en Restauración y conservación de bienes arquitectónicos y monumentales (UNA-IIF). Coordinador de Área de Teoría y Urbanismo (FADA-UNA).
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