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Cultura

Entrevista exclusiva con Madama Lynch. Nos habla de su matrimonio y se defiende de las acusaciones

Hoy entregamos un nuevo capítulo de “Noticias de la #GuerraDel70”, novela de Alcibiades González Delvalle, publicada recientemente por Editorial Rosalba.

“Elisa Lynch, reina del Paraguay”, documental. Cortesía

“Elisa Lynch, reina del Paraguay”, documental. Cortesía

Gracias a los buenos oficios del ministro plenipotenciario del Brasil, José Paranhos, y al pedido expreso de madama Lynch, periodistas de Noticias la entrevistaron a bordo del vapor “Princesa”, donde se encuentra prisionera. Fue difícil abrirnos paso entre la multitud de mujeres que en el puerto vociferaban su indignación por el despojo de sus joyas, del que habrían sido víctimas a instancias de la Lynch. La encontramos aguardándonos en un saloncito. Nos recibió con la súplica de no tomarle fotografías “porque en mi rostro están los estragos de un país en ruinas”. En realidad, aparenta mucho más de los 35 años que tiene, pero aún con sus padecimientos no se borran las huellas de su antigua belleza. Detrás de sus ojos hay como un fuego apagado y en su cabellera se esconden señales de que alguna vez tuvo el color del trigo. Lo que no perdió son sus gestos altivos para imponer respeto o abrir distancias; gestos que hoy resultan patéticos frente a su entera derrota. Aun en su postración –es la impresión que tenemos– procura mantener el alma erguida. La adivinamos llorar en silencio, con el rostro oculto. Sus lágrimas delatarían debilidad ante el enemigo. Se nota que sufre vivamente, pero no permitiría que se riesen de su dolor; un dolor que es suyo, íntimamente suyo, y no está expuesto en la vidriera de la murmuración soez. Agradeció nuestra presencia y nos invitó a sentarnos. La reunión fue casi un monólogo porque apenas le hemos hecho preguntas. No hacían falta. Nos habló de seguido en correcto castellano con marcado acento inglés. Para desmentir su pasado de aventurera, como la acusan, expresó:

— Nací en Irlanda el año de 1835, de padres honorables y pudientes, pertenecientes a una familia irlandesa que contaba por parte de padre dos obispos y más de 70 magistrados y, por parte de madre, un vicealmirante de la marina inglesa que tuvo la honra de combatir con cuatro de sus hermanos bajo las órdenes de Nelson en las batallas del Nilo y Trafalgar. Todos mis tíos fueron oficiales en la marina o ejército inglés. Mis primos lo son hoy, y varios otros parientes ocupan altas posiciones en Irlanda.

— Las versiones acerca de su matrimonio…
— El 3 de junio de 1850 fui casada en Inglaterra a la edad de 15 años con Mr. Quattrefages, persona que ocupa al presente un alto puesto en Francia. A su lado estuve tres años, residiendo en Francia y Argelia y sin tener descendencia. Separada de él por causa de mi mala salud, me reuní con mi madre y mi hermana en Inglaterra, quedando algún tiempo con ellas. Estuve después con mi tío el Comandante de Marina Real Inglesa, William Boyle Crooke y su esposa, hermana de mi madre. Residí en París muy poco tiempo, y mientras estuve allí viví con mi madre y la familia en Strafford, compuesta de la madre y tres hijas, siendo el padre en aquel tiempo magistrado en Dublín. Poco tiempo después de separada de mi esposo conocí al mariscal López, y ya en 1854 me encontraba en Buenos Aires de paso para Asunción hasta hoy, en mi condición de prisionera. Los que se han ocupado en presentarme como una mujer de mala vida en París se encuentran descubiertos ante la evidencia de los hechos que dejo referidos, porque falta materialmente el tiempo necesario para que yo hubiese podido entregarme a la vida licenciosa que se ha querido atribuirme. El antecedente más desfavorable a mi reputación ha sido el hecho de mi matrimonio. Casada y pasando a ser la compañera del mariscal López, era autorizar el cargo de adúltera. Mi matrimonio fue considerado nulo por no haberse cumplido las formalidades exigidas por la ley; y la prueba más concluyente de ello está en que él se volvió a casar en 1857 y tiene varios hijos de este matrimonio. Pero de lo que más quería hablarles es del editorial de vuestro diario de la fecha.

— Usted dirá.
— Estoy de acuerdo en que el Gobierno debería permitir que ejerza mi defensa ante la justicia, de lo contrario quedarán las infamias pegadas a mi nombre. Pero rechazo que su periódico repita las calumnias de la calle. ¡Se dicen tantas cosas de mí! ¿Pero quiénes?

— El país tiene el concepto de que usted…
— ¿El país? ¿Es el país ese puñado de arpías que grita difamaciones y groserías? ¿El país es ese grupito que pronto abandonó a su patria ante las primeras dificultades? ¡Sus joyas! Ni siquiera me consta que las hayan dado. Recuerdo, sí, las donaciones de las mujeres de Arroyos y Esteros, de Itauguá, de Capiatá, que condujeron hasta Asunción carretadas de maíz, de mandioca, de chiripás. Ellas nada vinieron a reclamar.

— Dicen que no lo hacen porque habrán muerto de hambre.
— Tal vez, pero en las trincheras, peleando cerca del hijo o el marido por su tierra invadida. Ha dicho usted bien. Era un hambre que nos comía las entrañas. Ni frutos, ni raíces, ni nada que masticar. El campo, que era verde y fresco, se llenó de pólvora y de cadáveres. Todo el horror de la guerra podía verse en las miradas silenciosas de aquellas mujeres hambrientas. El poco alimento del que se disponía fue para los combatientes y los heridos. Nunca las mujeres tuvieron víveres del ejército y no había queja por ello. Se moría en silencio, sin preguntas, con los ojos abiertos de hambre. Era la ofrenda que exigía la patria de sus buenos hijos. Los otros, cobijados debajo de las carpas enemigas se entretenían llenando de infamia a quienes defendían el honor de su patria.

— Usted ahora se va a Europa, ¿piensa regresar?
— Sí, apenas tenga una mínima garantía voy a volver. En cuanto llegue a Inglaterra me haré de los documentos necesarios para reclamar la restitución de mis bienes. El Gobierno provisorio, puesto por los aliados cuando ocuparon Asunción, firmó el decreto que pone fuera de la ley al mariscal López y que sus bienes son propiedad de la nación; en cuanto a los míos, están embargados para, supuestamente, responder con ellos mi responsabilidad penal. El decreto ordena para que por mí misma, o por apoderado, me presente a responder en juicio. ¿Que me presente? ¿Y cómo lo haría si no me permiten hacerlo? ¿Y qué apoderado contrataría desde mi prisión? Voy a regresar con los documentos necesarios para enfrentar el juicio y responder a mis detractores que hoy gobiernan el país y ayer cargaron las armas contra sus compatriotas. Señores periodistas, les agradezco que se molestaran en venir a escucharme. Espero de vuestra caballerosidad que publiquen mis palabras tal como fueron dichas.

— Así lo haremos.

 

 * Alcibiades González Delvalle (1936) es periodista, dramaturgo y narrador. Es miembro de número de la Academia Paraguaya de la Lengua española y de la Academia de la Lengua Guaraní. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 2013.

 

Datos de edición: Alcibiades González Delvalle, Noticias de la #GuerraDel70. Asunción: Rosalba, 2021, 256 páginas. El título completo de este capítulo es “Entrevista exclusiva con madama Lynch. Nos habla de su matrimonio y se defiende de las acusaciones”.

Imagen de apertura: Captura del documental Elisa Lynch, reina del Paraguay (2013), dirigido por Alan Gilsenan y protagonizado por Maria Doyle Kennedy y Leryn Franco.

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