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Cultura

Cartas Rafael Alberti-León Ferrari: el devenir de la palabra y la imagen

“Escríbeme”. Así terminaban siempre sus cartas Rafael Alberti y León Ferrari. “Te escribiré siempre” es la respuesta que Rosa Lesca pone en boca de ambos, desde este lado del tiempo.

Rosa Lesca junto a una heliografía de León Ferrari © Laura Mandelik

Rosa Lesca junto a una heliografía de León Ferrari © Laura Mandelik

La correspondencia entre dos intelectuales siempre permite, a través de la intimidad de sus conversaciones, reconstruir un cuadro de época. Cuando se trata de personalidades como Rafael Alberti (España) y León Ferrari (Argentina), la dimensión política es tan insoslayable como la poética. Asistir, a través de las cartas que compartieron a lo largo de quince años –entre 1963 y 1978–, a las convulsiones del mundo y a la gestación de obras emblemáticas como La civilización occidental y cristiana y Escrito en al aire, es un raro privilegio que la poeta Rosa Lesca, curadora de la muestra Te escribiré siempre. Correspondencias Rafael Alberti-León Ferrari, quiso compartir con nosotros.

Lista para ser inaugurada en el Centro Cultural de España Juan de Salazar el próximo 18 de junio, la muestra instala un espacio donde palabra e imagen configuran un discurso que, si bien estructurado con base en documentación (cartas mecanografiadas y manuscritas, libros, audios, esquelas, libretas, apuntes) y algunas piezas de arte, siempre resulta aleatorio. La exposición, producto de la necesidad de comunicar, en principio de los dos amigos y de la curadora después, fue modificándose a medida que se desplegaba en sus diferentes presentaciones, con la incorporación de nuevos elementos que amplían permanentemente el relato. Aquí, el encuentro con Rosa Lesca previo al trabajo de montaje.

Correspondencia Alberti-Ferrari. Cortesía

Correspondencia Alberti-Ferrari. Cortesía

— ¿Cómo desarrollaste esta arqueología epistolar? ¿Quiénes participaron en la investigación? ¿Cuán largo fue el proceso? ¿Cuándo comenzó y cuáles fueron sus etapas?
Te voy a contestar con una frase de León que me gusta mucho, cuando hablaba de sus heliografías. Las heliografías son una ruptura muy importante, no solamente porque son una copia, una edición, sino porque son una edición al infinito, no tienen numeración. “Se sabe cuándo empiezan –decía– pero no cuándo van a terminar”. Con Te escribiré siempre es así, sé cuándo empecé pero es un proceso que no sé si terminará algún día. Es una muestra viva, en cada oportunidad que se presenta va apareciendo más material. Incluso, cada espacio donde se exhibe me propone seguir incorporando citas de las cartas, que adquieren nuevos sentidos. El proyecto comenzó hace diez años. Con León tengo una historia en común. Nuestras familias están entrelazadas desde el año 1953 y fue mi tío abuelo, Hugo Rapoport, quien los presentó (Ferrrari-Alberti). Cuando yo comencé en la Fundación Augusto y León Ferrari, hace once años, lo primero que tuve que hacer fue ordenar las cajas con el archivo de León, que es el acervo más importante. León era un gran archivista, como buen ingeniero. Tenía todo registrado y guardado, a pesar de haber vivido el exilio, en el que se pierden muchísimas cosas. Lo primero que encontré fueron estas cartas. Como yo, desde muy pequeña, admiraba a Rafael, fue como un regalo del cielo. Y como estudié letras y venía del mundo de la edición, pensé en desarrollar un libro. El proyecto se presentó al Centro Cultural de España en Buenos Aires en 2010, pero en ese momento no se pudo realizar. En 2013 León falleció. En 2019 José Carlos Balaguer, director del Centro Cultural de España en Córdoba (Argentina), propuso a la Fundación exhibir la correspondencia como una muestra, pues conocía la publicación, que ya había sido presentada. Entonces se cumplían 80 años del exilio de Rafael y de tantos otros artistas y poetas y la muestra sería una manera de homenajearlos. Y sucedió algo maravilloso. Lo que era un libro se convirtió en una exposición, pero conservó su hilo narrativo.

Alberti a Ferrari “Te felicito pues los signos y pelos tuyos en el aire siguen pareciéndome bellos, indecentes, misteriosos” © Laura Mandelik

Alberti a Ferrari: “Te felicito pues los signos y pelos tuyos en el aire siguen pareciéndome bellos, indecentes, misteriosos” © Laura Mandelik

[ La muestra no presenta material original sino reproducciones. La decisión remite a la práctica artística de Ferrari, que dedicó gran parte de su vida al grabado: serigrafía, litografía, heliografía, como una forma de democratizar el arte, actitud muy difundida en los años 70. La belleza es un derecho humano, pensaba Ferrari, y la reproducción una forma de garantizar el acceso el acceso a ella. ]

—  Son reproducciones muy cuidadas. Yo hice una investigación para que el facsimilar se realizara con el papel aéreo que se utilizaba en ese momento. Fue un estudio que hice para el Reina Sofía cuando allá se expusieron el año pasado las vitrinas con el material de archivo. En general todas las piezas están muy bien reproducidas, salvo algunas que costaron más, como el Sermón de la sangre, una obra grande de León inspirada en un poema de Rafael. Todavía no logramos que la reproducción sea perfecta, por cuestiones técnicas, pero igualmente está muy linda. Las citas de las cartas ocupan gran parte de la exposición. Están pensadas como obras, igual que los poemas de Rafael, que por eso no están plotteados en los muros sino reproducidos sobre papel de algodón.

León Ferrari, cuadernos personales. Registro del proceso de creación de Sermón de la sangre,1962 © Laura Mandelik

León Ferrari, cuadernos personales. Registro del proceso de creación de Sermón de la sangre,1962 © Laura Mandelik

— ¿Qué fue lo primero que descubriste? ¿Cuál fue la primera pieza que encontraste? ¿Dónde? Así encontramos la punta del ovillo que termina en esta exposición… y que puede continuar.
—  Lo primero fue la caja con las cartas. Estaban muy bien cuidadas y ordenadas por León. Él había enviado todas las cajas a la sede de la Fundación y empezamos a abrirlas, y ahí estaban las cartas. Ya se había ocupado de hacer los escaneos en alta resolución. Evidentemente, para él era un material con un valor importante.

[ Tras leerlas y analizarlas Lesca cayó en cuenta de que, más allá de la importancia de su existencia, estas cartas vinculaban temas comunes y experiencias compartidas, como la indignación por la guerra de Vietnam o el exilio, que Alberti conoció en 1936 y Ferrari en 1976. De ahí el plural del subtítulo, Correspondencias. No solo se trataba de un intercambio epistolar, sino de relaciones entre dos universos. ]

—  He visto que la exposición está estructurada en cuatro núcleos.
—  Sí, Escrito en el aire, que son los poemas de Rafael, casi como caligramas, y al lado el dibujo de León. Es interesante porque al final del libro Rafael dice “poemas escritos a partir de un dibujo de León Ferrari”. En general es al revés, ¿no?: alguien ilustra un poema. Ya León había hecho ocho dibujos para ilustrar El sermón de la sangre. En estos dos núcleos vemos cómo uno se inspira en el otro. Luego está la guerra de Vietnam. Aquí exhibimos La civilización occidental y cristiana, una edición que hizo León en vida, y al lado una carta de Rafael, bastante emblemática, en verde y rojo, muy llamativa, donde aparece la paloma de la paz, un dibujo suyo muy conocido. Y luego, El exilio, que me permitió incluir las heliografías. En una de esas cartas del exilio León le dice a Rafael que empieza la serie de heliografías, buscando hacer algo tan horrible como lo que hicieron los militares y civiles que desaparecieron tanta gente. Estos planos heliográficos muestran ciudades completamente caotizadas, “la arquitectura de la locura”.

Reproducción sobre tela en bastidor de una carta de Alberti a Ferrari, Anticoli Corrado, Italia, 1965. Al lado, reproducción a escala de Civilización occidental y cristiana © Laura Mandelik

Reproducción sobre tela en bastidor de una carta de Alberti a Ferrari, Anticoli Corrado, Italia, 1965. Al lado, reproducción a escala de La civilización occidental y cristiana © Laura Mandelik

 

— Tuve oportunidad de conocer estas copias heliográficas en Porto Alegre, en la Bienal del Mercosur, cuando recorrí la muestra con Ferrari y me habló de ellas. La edición ilimitada, infinita, vinculada al concepto de democratización del arte que León y Rafael compartían, era algo muy difundido en la década de los sesenta y setenta, en que hubo una eclosión de prácticas gráficas como el grabado y la serigrafía con la intención de llegar a la mayor cantidad posible de personas. Estos planos, de lejos y a simple vista, parecen heliografías comunes y corrientes, pero cuando uno se acerca y se detiene, se hacen perceptibles las intervenciones, las mínimas historias que aparecen por todas partes y trasuntan la despersonalización deshumanizante que se puede experimentar en una ciudad tan abrumadora como São Paulo.
—  Sí, y hay que tener en cuenta que León no solo se exilió de Argentina. Él vivía en Castelar, en las afueras de Buenos Aires, en una casa-quinta. Y eso también lo relacionó mucho con Rafael, que también tenía su casa-quinta, La arboleda perdida, en Parque Leloir. Ambos estaban en las afueras y compartían mucha cotidianeidad. Entonces podemos imaginar lo que debe haber sido exiliarse en una ciudad como São Paulo, viniendo casi del campo, donde vivió 30 años, en Argentina.

— Esta muestra incluye algo muy particular y apreciado: la caligrafía de Ferrari, que despliega un discurso narrativo y visual sostenido en el contrapunto entre lo grueso y lo fino, lo sutil y lo contundente. ¿Hay algo en esta cadencia gráfica que te haya llevado a tomar alguna determinación especial en esta muestra?
Antes de comenzar este proyecto me acerqué a la caligrafía de León sin saber todavía mucho de su obra. Para mí era simplemente el amigo de mi abuelo. Cuando yo era chica veía un poema por ahí, veía versos. Después empecé a investigar y vi que había uno que se llamaba Música, y otro, Pentagrama. Cuando veo un poema en realidad veo siempre un pentagrama que luego se completa con palabras. Lo que nace primero es la música. Eso, sí, me llevó en esta exposición a articular mis propias lecturas, a armar mis propios escritos en el aire. Por ejemplo, poner el poema Nocturno, de Rafael Alberti, al lado de una caligrafía de León, porque siento que así, juntos, se traducen el uno al otro, dicen lo mismo en distintos lenguajes. De hecho, Rafael escribe Nocturno cuando se exilia y León hace esa obra gráfica cuando llega a Brasil exiliado. En esa misma carta que León le manda a Rafael, muchas veces, cuando se queda sin palabras, empieza a hacer garabatos, que él llamaba “escritura deformada”, la misma con que escribió Carta para un general. Nocturno, de Alberti, habla exactamente de eso, de cuando las palabras son vanas, cuando no alcanzan para nombrar lo innombrable: Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre / se escucha que transita solamente la rabia, / que en los tuétanos tiembla despabilado el odio / y en las médulas arde continua la venganza, / las palabras entonces no sirven: son palabras. / Balas, balas. León pasa una situación muy similar. No solamente se exilia, sino que su hijo es desaparecido. Mi impresión es que escribe un poema con signos indescifrables, como una incapacidad de nombrar.

— ¿Cómo es curar desde la poesía? Podríamos pensar que curás esta muestra desde afinidades electivas, pero veo que hay mucho más; hay nexos personales, íntimos, con Ferrari y Alberti. Veo que creciste con la figura de ambos en tu imaginario…
—  Sí, eso es muy particular. Es una curaduría muy atravesada por la poesía y el modo que tuve de representarla fue a través del espacio del silencio, que para mí es la música del poema. Yo siempre leo más el silencio entre un verso y otro que lo que estos dicen. En la muestra hay mucho espacio en blanco, todo parece estar flotando en el aire.

— Una frase que aparece en uno de los anuncios de la muestra, “Te escribiré siempre. Lanzar signos en el aire. Habla. Tan solo responde una música callada”, pone de manifiesto un claro deseo de comunicación. Como curadora, ¿con quién querés comunicarte a través de esta exposición?
Creo que conmigo misma. Creo que todos buscamos comunicarnos con nosotros mismos. Uno no sabe quién va a ser finalmente el espectador. Siempre vuelvo a la cita de una carta de Rilke que dice que una obra de arte es buena si nace de la necesidad. Ahí está su único juzgamiento. Esta exhibición nació de una necesidad muy profunda mía y, sobre todo, de la emoción que me produjo el valor de la correspondencia, que ya se ha perdido. La carta del exilio de León, que es muy fuerte, y está en audio, cuando empieza a hablar de la desaparición de Ariel (su hijo) la marca de la tecla casi perfora la hoja. Las palabras aparecen más fuertes o suaves según lo que dicen. Eso también se lee, aparte del contenido. Esto es algo que no puede reemplazar un e-mail, ni un mensaje, ni ninguno de los elementos que tenemos hoy para comunicarnos. La muestra es una invitación a reencontrarnos con la escritura epistolar. Me emociona profundamente el vínculo entre ellos. Para mí Rafael Alberti había sido, desde chica, una figura inalcanzable, y poder relacionarme con él como ser humano, conocer sus pensamientos, sus sentimientos, sus miedos, a través de su correspondencia, fue un regalo maravilloso. La muestra también apunta a que la gente se encuentre con ellos de una manera más íntima, más allá de cada personaje.

León Ferrari, Sin título, dibujo inspirado en el poema Sermón de la sangre de Rafael Alberti, tinta china sobre papel, 1963 © Laura Mandelik

León Ferrari, Sin título, dibujo inspirado en el poema Sermón de la sangre de Rafael Alberti, tinta china sobre papel, 1963 © Laura Mandelik

— Precisamente, una exposición como ésta pone en escena dos elementos ya perdidos: la existencia física de la palabra (la escritura manuscrita o la presión de la tecla sobre el papel) y la distancia, el diferimiento, la espera. Por otra parte, el acceso a una correspondencia íntima es también ingresar a un espacio privado como un intruso. Casi un acto de profanación.
 Hay partes de las cartas que he decidido no incluir en la exposición porque me parece que son códigos, juegos entre ellos, y respeto su intimidad. Pero a veces siento que ellos escribían con la conciencia de que algún día sus cartas iban a ser leídas. Las de 1964 están casi todas relacionadas con Escritos en el aire, un proyecto que empiezan en Buenos Aires y lo terminan a la distancia. A nosotros armar esta exposición, por zoom y con todos los elementos, nos costó muchísimo, y ellos por carta organizaron un libro y una edición. ¡Qué voluntad y qué valor ese libro! ¡Qué decisión de hacerlo tenían!

— Alberti fue siempre conocido por la fuerza y la convicción de sus ideas y León Ferrari por su reiterada irreverencia y su provocación al poder. ¿En esta correspondencia se vislumbra algo de esa actitud de ambos?
No todavía, porque en León eso nace a partir de 1965, cuando hace La civilización occidental y cristiana. A él lo invitan al Di Tella a exponer, porque venía haciendo caligrafías, que él después llamó “obra inofensiva”. En ese momento encuentra una noticia en el diario sobre la tortura a un vietnamita, con la imagen, y se indigna. Decide entonces hacer la obra. En las cartas le cuenta a Rafael todo el proceso. Es decir, contenido político sí hay, aunque aún no es marcada su posición; más bien lo que aparece es su mirada crítica. Él habla sobre todo de la Argentina de 1963, de la pobreza, de los acuerdos petroleros, del peronismo, de Illia. En el 65 las cartas contienen toda su angustia por la guerra de Vietnam y su bronca contra Johnson. Paradójicamente, en las cartas de Rafael no hay comentarios tan políticos, sino más anticlericales, aunque también escribe contra la guerra.

 

[ En una entrevista que le hicieron en Buenos Aires, en ocasión de la muestra en el CCEBA, Rosa Lesca recordaba las palabras de Ferrari a propósito de la obra: “Los bombardeos de Vietnam me han sacado de mis casillas. Abandoné el arte por el arte y emprendí el fértil valle del arte para la política o la política disfrazada de arte… dicho así puede ser un poco burdo pero no me importa, lo que me importa es mandarlo a la mierda a Johnson y para eso uso muy tranquilamente el pop art norteamericano”.]

— ¿Hay nuevos elementos en esta muestra?
 En esta exposición tenemos material inédito que acaba de incorporarse gracias a Fernando (Fajardo) y a Miguel Buendía, que el año pasado durante la pandemia fue a la Fundación Alberti, en España, y extrajo de su archivo cinco cartas de León a Rafael. Hasta ahora solo teníamos las cartas de Rafael a León, y solo una, la del exilio, de León a Rafael, del 78, porque antes de enviársela sacó fotocopias y guardó.

Fernando Fajardo, director del Centro Juan de Salazar, interviene en este punto de la conversación: “Quiero señalar que las cartas muestran un signo ideológico claramente definido. Comparten el anticlericalismo y una posición anti-yanqui. Hay información conocida por ellos sobre la cual construyen una serie de guiños. Creo que la muestra destaca el valor de la amistad a pesar de la distancia y esa forma que tiene el género epistolar de resolver cuestiones, con sus complicidades y sobreentendidos. Yo subrayaría también la idea de persecución, y en este sentido hay conexión con la memoria paraguaya, que también registra grandes escritores que sufrieron el exilio. Creo que aparece un sentimiento compartido por la intelectualidad, y que allí están los nudos: las características del género epistolar, el valor de la amistad, el significado del exilio”.

Escríbeme. Te escribiré siempre.

 

Nota de edición: Los videos que aparecen en este artículo fueron realizados por Laura Mandelik.

* Escritora, editora, curadora.

 

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