Cultura
Jardines históricos del Botánico. Jardín Kamba’i
Jardín Kamba’i, vista aérea, 2021 © Gabriel Presentado
Entre todos los jardines existentes en el Botánico, Kamba’i es, posiblemente, el que encierra la mayor cantidad de incógnitas. ¿Cuál era el nombre original de esta obra? ¿Qué características tuvo su primer diseño? ¿Qué pasó con la estatua de la fuente? ¿Es el más antiguo de todos los jardines sobrevivientes? ¿Cuántos diseños superpuestos a lo largo del tiempo existen en ese lugar? ¿Estuvo vinculado originalmente con otros jardines? ¿Cuánto del diseño original existe hasta hoy?
La primera de las dudas a ser abordada refiere al nombre. Actualmente se conoce a este jardín como Kamba’i por las características visuales de la escultura que poseía la fuente de agua que estaba en el predio. Sin embargo, esta denominación no se encuentra en los registros de la época en que el jardín fue realizado. En cambio, en una descripción del Botánico a principios de la década de 1930 existe una mención a un “Jardín Fuente”, siendo probable que se haya referido al mismo.
Por lo que puede apreciarse y deducirse de registros de la época, se trataría originalmente de un jardín de estilo neoclasicista, con una fuente circular de seis metros de diámetro y un metro de profundidad, en el centro de la composición. Los demás elementos del jardín estaban dispuestos de forma simétrica alrededor de la misma.
Los bordes de la fuente eran lisos en sus laterales y abiertos en la parte superior, formando un cantero que cubría toda la circunferencia con vegetación. En el centro de la fuente estaba situado un pedestal con forma de quadrilobo fiorentino, recurso plástico surgido en Italia a fines del siglo XIV. Este pedestal era hueco, con 70 centímetros de altura y cumplía también las funciones de cantero. En el centro mismo, estaba situada una escultura metálica con dos bandejas, una de mayor tamaño con su propio pedestal. Sobre ella estaba la figura de un niño que sostenía sobre su cabeza la segunda bandeja de menor tamaño. De esta bandeja surgía un último elemento del conjunto, un pináculo de cuya punta brotaba el agua que se deslizaba suavemente por todos los elementos hasta llegar a la fuente.
Se atribuye al célebre artista francés Mathurin Moreau (1822-1912) la autoría del conjunto escultórico, que fue materializado en el reconocido taller de fundición francés Val D’Osne, según constaba en una inscripción en la base de la obra. Es muy probable que haya sido encargada en el mismo lote de esculturas adquiridas de dicho taller en el año 1910 para situarlas en la plaza Constitución de Asunción, en el marco de las obras públicas conmemorativas del primer centenario de la Independencia. De hecho, en el catálogo de inicios de siglo XX de la mencionada fundición se observan, en una misma página, la fuente junto a varias esculturas que fueron situadas en la plaza.
En cuanto a mobiliario, se identifica a inicios de la década de 1920 un banco de madera de estilo modernista, siendo muy probable que hayan existido varios en el lugar. Es de la misma época un parterre (porción de jardín) con un perfil que presenta muchas similitudes con el diseño quadrilobo de la base de la escultura de la fuente. Este parterre poseía una configuración interesante pese a considerar solo tres especies vegetales, una para los bordes, otra para el centro y otra como transición entre ellas. Es posible que haya tenido su correlato en el otro extremo del conjunto. Esta idea se refuerza al observar un plano del Botánico cuyo trazado correspondería a mediados de la década de 1910. En el mismo, se aprecia un esquema básico de lo que pudo haber sido este jardín en sus inicios, con doble eje de simetría a partir de la fuente. Permite suponer, además, que se trataría del jardín más antiguo de los supervivientes, ya que no figura el trazado de otros de la misa época y de mayor tamaño.
Puede identificarse también un caminero que parte de la fuente y llega hasta la avenida principal. No se aprecia sin embargo ningún caminero en sentido longitudinal, lo que indica que aun cuando este jardín estuvo situado al lado del Rosedal, no existió la intención de vincularlos directamente.
Hacia el año 2007, en el marco de un proyecto de puesta en valor, el jardín recibió un trazado distinto al original, incluyendo un caminero longitudinal que conectaba con el jardín rosedal y sin considerar el trazado de los antiguos parterres.
Pese a esta intervención el estado actual del jardín es ruinoso. De este último diseño solo quedan los cordones delimitadores de camineros y algunas plantas de ligustrina (Ligustrum japonicum) en torno a la fuente. El cantero de la circunferencia de la fuente fue suprimido y tampoco quedan vestigios del caminero original, ni los parterres, ni el mobiliario. La fuente está seca, con grietas y vegetación creciendo en ella. La parte más representativa de la escultura (la figura del niño que dio origen al nombre Kamba’i) no se encuentra en el sitio. Se desconoce si fue retirada por resguardo o si fue sustraída, pues no hubo anuncio público al respecto. Por registros se sabe que la pieza aún estaba allí a inicios del año 2018.
Exceptuando alguna variedad de palmera, ninguna especie vegetal del diseño original subsiste. Actualmente, se identifican en el lugar algunos árboles y arbustos, la mayoría de ellos dispuestos sin mucho criterio, como un lapacho (Handroantus impetiginosus), un niño azoté (Calliandra brevicaulis) y variedades de cipreses, ya secas.
Pese a su sencillez, el jardín tuvo originalmente una imagen muy atractiva, lo que refleja la delicadeza con que fue concebido, una “sencilla ostentación” que, sin sobrecarga de elementos, combinaba con mucha armonía vegetación nativa y componentes importados de Europa.
Lo sucedido con este lugar debe llamar a la reflexión sobre la importancia de un estudio serio previo a cualquier intervención en un jardín histórico patrimonial, asumiendo que “puesta en valor”, “revitalización”, “hermoseamiento” y “restauración” son conceptos sensiblemente distintos entre sí. Caso contrario, por muy bienintencionada que resulte una propuesta, se corre el riesgo de desconfigurar el diseño original.
Además, debe tenerse en cuenta que un proyecto de intervención en un jardín histórico requiere necesariamente un estricto plan de mantenimiento y también de control, sobre todo si existen piezas que puedan ser vandalizadas o sustraídas.
* Carlos Zárate es arquitecto, docente, investigador. Es magíster en Restauración y conservación de bienes arquitectónicos y monumentales (UNA-IIF) y coordinador de Área de Teoría y Urbanismo (FADA-UNA).
** Marli Delgado es arquitecta, investigadora. Docente de las cátedras Historia de la Arquitectura del Paisaje en Paraguay y Arquitectura 5 (FADA-UNA).
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Pablo
30 de mayo de 2021 at 22:20
La planta que rodea la fuente no es ligustrum japonicum. Se trata de duranta erecta.
Carlos
12 de junio de 2021 at 16:45
Gracias, Pablo.