Cultura
Wolfgang Krauch: La forma de lo indómito
Wolfgang Krauch dibuja desde que recuerda. Ha trabajado en áreas como diseño, mecánica industrial, carpintería, lutería y gestión cultural. Su actual muestra en Galería Fábrica, curada por Osvaldo Salerno, reúne dibujos a lápiz y tinta sobre papel. Andrés Ovelar conversa con el artista en torno a esta última serie.
Wolfgang Krauch, 2021
En el monte mira un hombre. Fotografía líneas que entiende como fractales, apuntes que luego llamarán al trazo. Se ha prometido no volver a dibujar, y sin embargo. Algo cambia en uno cuando el tiempo del paisaje también.
“La belleza de los paisajes no es un privilegio único de la pintura europea”, escribirá luego [1].
Esa idea, en la que se obsesiona y se delata, no lo abandona ya desde conocerla. Paisaje de la idea. Wolfgang Krauch, a grafito, dibuja. En el detalle de su práctica, los límites de la figuración y la abstracción se ponen en sospecha. Una forma de detalle que es también una forma de lo indómito.
El deseo de trazar motivos donde el control no ha tenido sitio.
— ¿Qué encontrás en tu acercamiento a lo natural que activa la necesidad de representarlo?
— Puede que por un lado sea más bien un no representar algo. Para mí justamente era importante plantear una mirada más basada en lo natural, vaciada del ser humano. La propuesta era virar de una mirada introspectiva a una mirada analítica, descriptiva del entorno. Desde una visión personal mía, es una cuestión de estar cansado de las personas. Antes trabajaba mucho más desde una postura donde mi percepción, o mis emociones, estuvieran más expuestas. En esta serie me interesaba presentar una visión donde el ser humano estuviera en segundo plano, y la naturaleza primero. Y con ser humano me refiero a mí.
— ¿Cómo actúa el azar en tu trabajo?
— No siempre se está en control total en un proceso creativo. Me interesa precisamente asumir que hay cosas que están fuera de orden, desde la propuesta de trabajar un paisaje a partir de mirarlo, ver cómo está tal planta, cómo da el sol ese día. Todo eso no puede controlarse, y me interesa ese fuera de dominio. Para mí eso es el azar.
— Hay como una tendencia fotográfica en tu obra. Los trazos tienen resultados realistas, deformados por la propia técnica del dibujo. ¿Esto es deliberado?
— La visión fotográfica en el arte llega mucho antes que la propia fotografía. Para mí fue importante entender eso, justamente para poder desarrollar una visión artística que a mí personalmente me fuera interesante. Por eso menciono los procesos creativos del siglo XV en mi texto de artista, cuando ya se usaban técnicas como la cámara oscura o la cámara lúcida, que si bien no tienen un proceso químico fotográfico son un proceso de visión donde lo fotográfico es la propia mirada. Entonces la visión de cómo componer fotográficamente una imagen, ya está inserta en el arte desde mucho antes del advenimiento del medio fotográfico químico.
— Existe un carácter de fragilidad en el dibujo a lápiz, a diferencia de los dibujos orientales en tinta que mencionás como importantes en tu bagaje de artista. ¿Cómo se relaciona esta fragilidad con tu opción por el dibujo como disciplina expresiva?
— Siempre me atrajo esa idea de que el dibujo quizás sea frágil o efímero. La forma de documentación de expediciones naturalistas siempre se hizo con lápiz de papel, y luego se las pasaba a tinta. El dibujo a papel es versátil y frágil. Me interesa la posibilidad de no estar en absoluto control con el dibujo; muchas veces no sé si estoy dibujando una sombra o una mancha, y es a partir de esa duda, esa frontera entre figuración y abstracción, que me interesa dibujar. Visto de cerca son solo una cantidad de manchas o rayas. Por el contrario, el óleo u otras técnicas más académicas tienen una carga tradicional diferente; aunque la técnica del grafito requiera de mucha práctica, de alguna manera es un poco más libre. Nunca estuve de acuerdo con la idea de que una obra de lienzo sea superior a una obra de papel; para mí es importante también mostrar qué se puede hacer con materiales que supuestamente no tienen esa altura.
— El tiempo del paisaje no es siempre el mismo. El paisaje urbano y el paisaje indómito tienen temporalidades distintas. ¿Cómo opera esta diferencia en tu obra?
— Cuando me mudé al Cerro Patiño, hace tres años, estaba decidido a dejar de dibujar. Ya no pensaba seguir. En parte porque, como te digo, estaba cansado de las personas. Este entorno, este otro tiempo, fue tan estimulante que me obligó a seguir dibujando. Precisamente, me interesa que mi obra lleve al espectador al último momento en que estuvo detenido, inmóvil.
Nota
[1] Wolfgang Krauch. Texto de artista expuesto en Galería Fábrica.
* Andrés Vásch es escritor, poeta y docente universitario.
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Alejandra Mastro
23 de mayo de 2021 at 17:00
Excelente entrevista
monica Gonzalez
23 de mayo de 2021 at 18:44
Buenisimo!!