Cultura
El origen del “Día de la madre” en el Paraguay
En el rico inventario de las conmemoraciones de la maternidad es posible observar cómo ella se constituyó, en diferentes culturas a través del tiempo, en el paradigma de la vida. A través de la observación reiterada del fenómeno del parto, numerosos pueblos desarrollaron conceptos como el de madre tierra para explicar –partiendo del nacimiento– el universo y la creación. Algunas civilizaciones elevaron el rango de la mujer al de deidad, a través de la idea de diosa-madre. En el amplio territorio guaraní, en la tan cercana –y a la vez tan lejana, por poco conocida– teología de este antiguo pueblo, aparece un dios creador, Ñande Ru, pero este, a su vez, fue engendrado por la sustancia vital, femenina, Jasuka. Entre los mby’a, la madre de todo lo existente es Jauja Sy Ete, según narra León Cadogan.
Sin embargo, no en todas las culturas la maternidad elevó de rango y en consideración la figura femenina. El derecho romano hizo de la maternidad un hecho subordinado al orden jurídico de carácter patriarcal. El parto, biológico, se convertía en maternidad, jurídica y cultural, cuando el pater resolvía aceptar al recién nacido como parte del grupo familiar, sin que en esa decisión interviniera la parturienta. Si el parto era resultado de una relación considerada ilícita, la criatura recién nacida era abandonada, “expuesta” ante los dioses, quienes se harían cargo –o no– de su destino.
En la tradición judía, la maternidad aparece en el Génesis con por lo menos tres funciones. La primera es establecer la igualdad de los seres humanos por proceder de una única madre, Eva, “madre de los vivientes”. La segunda es recordar el castigo a la misma Eva por su desobediencia: “con dolor darás a luz”. Finalmente, tras el diluvio universal, la maternidad es parte del proceso de apropiación del mundo natural por el ser humano: “sed fecundos y multiplicáos y llenad la tierra y sojuzgadla”.
El cristianismo, con la valoración de la figura de María, madre de Jesús, y su parto virginal, trascendió la dimensión puramente biológica del alumbramiento. En palabras de la historiadora Yvonne Knibhieler, esta idea de María caló hondo en las mujeres de todas las clases sociales del Imperio Romano, especialmente entre las más humildes, quienes se vieron a sí mismas revestidas de dignidad. En la medida en que el cristianismo continuó su expansión a través de los siglos, y a través de la fuerza de los imperios, más sociedades adoptaron la figura de María como paradigma materno. No resulta entonces difícil comprender por qué hasta hoy en varios lugares se asocian la maternidad y sus conmemoraciones con la figura de la Virgen María, tal como ocurre, por ejemplo, en Costa Rica o en Panamá.
Huelga decir que a pesar del impacto del mensaje cristiano, la condición jurídica de minoridad, de inferioridad, en general, de las mujeres en Occidente, no cambió en lo fundamental por siglos. En todo caso, se trata de una paradoja que merece ser investigada y analizada.
El día de la madre original: día de activismo social
El origen del Día de la madre, tal como lo conocemos en el Paraguay, tiene como antecedente no una conmemoración mariana, aunque las fiestas marianas sean realmente las más extendidas y más arraigadas. El día de la madre del Paraguay se vincula a dos mujeres: Anne Jarvis (1864-1948), quien impulsó el Día de las madres en los Estados Unidos de América; y su madre e inspiradora, Anna Marie Reeves Jarvis (1832-1905), a quien quiso honrar con la celebración.
Anna Marie Reeves Jarvis y su hermano James, médico, crearon los clubes de trabajo del Día de las madres con la finalidad de promover la higiene de madres e hijos para prevenir las enfermedades infecciosas que entonces causaban elevada mortalidad materno-infantil. La idea se expandió más allá de Virginia, el estado en que residían los Jarvis. Luego de la Guerra Civil, en 1868, creó el evento del Día de la amistad de las madres, para acercar a familias del norte y del sur y contribuir a restañar las heridas de la guerra. Hondamente preocupada por el destino de la maternidad, llegó a proponer un Día de las Madres. El resto de su vida se caracterizó por la misma actitud de servicio, educación y atención de la salud, y el delicado cuidado de un precioso jardín de claveles. Anna María Reeves Jarvis falleció el 8 de mayo de 1905.
Tras su fallecimiento, su hija Anna juró que rendiría homenaje anualmente, el mismo domingo, a todas las madres, vivas o fallecidas, para seguir con el legado materno. En 1907 se celebró un culto privado, por primera vez, y en 1908 Anna logró que el ministro del culto al que concurría hiciera el servicio especial del Día de la madre, el domingo 10 de mayo. Ella no pudo asistir, pero donó 500 claveles blancos para quienes concurrieran. Para 1909, apenas un año después, la popularidad del festejo se había extendido a 45 estados de los Estados Unidos, así como a México y Canadá. En 1910 convenció al gobernador de West Virginia de establecer en el estado el Día de la madre. Aquel accedió y declaró el segundo sábado de mayo como la fecha de esta celebración. Finalmente, el 9 de mayo de 1914, el presidente Woodrow Wilson proclamó el segundo domingo de mayo como Día de la madre en todos los Estados Unidos de América, oficializando así aquel primer rito casi íntimo de Anna Jarvis, y ordenando que como parte de la conmemoración en cada casa o edificio, en un lugar visible, se desplegara la bandera de los Estados Unidos como “expresión pública de amor y reverencia por las madres de nuestro país”.
1924. La conmemoración llega al Paraguay: “La Patria reside en la Madre”
En la revista de la Escuela de Comercio “Jorge López Moreira”, de Asunción, del mes de febrero de 1924, los estudiantes formulan la siguiente propuesta: “No consideramos inoportuno pues, fuera de lugar o inoportuno proponer la fijación, como Día de la madre, del 15 de mayo, con lo que reuniríamos en una sola celebración el amor a la patria y a la venerada mujer que nos dio la vida; Patria y Madre! Dos símbolos de amor y respeto, dos fuentes de los más puros sentimientos, la dualidad augusta y noble en cuyo obsequio el sacrificio mayor es pequeño”. “La Patria reside en la Madre” continúa el artículo: “No se concibe el hogar sin la mujer abnegada y cariñosa que trabaja y vela por la felicidad de sus hijos”. De lo cual se deduce que “el culto a la Madre es la mejor manera de ennoblecer el verdadero amor a la Patria”.
Luego agrega, siguiendo el estilo de conmemoración estadounidense: “Cuán bello y conmovedor será que, al lado de la insignia de la Patria, ostentemos cada año en el ojal o sobre el pecho, el 15 de mayo, el clavel rojo o blanco, de cariño y homenaje a la Madre, viva o desaparecida, y festejemos, a un mismo tiempo, con júbilo y buenas acciones, nuestros dos más grandes amores”.
En la base de esta propuesta formulada a través de la revista se encuentran ideas de publicistas colombianos y venezolanos explícitamente citados: el escritor, periodista y jurista Arcesio Penagos; el también periodista, jurista y literato Adolfo León Gómez; y el médico y hombre público venezolano José María Arcay, bajo cuyo impulso se estableció en 1921 el Día de la madre en el estado de Carabobo, para honrar a las Tres Madres: la madre venezolana, la madre Patria y la madre de Dios, el 24 de mayo. En Colombia el festejo se oficializaría en 1926.
Que en el Paraguay el festejo no haya sido adoptado inmediatamente por toda la población se evidencia en su ausencia en los calendarios escolares y en reclamos para que se extendiera más allá de las iniciativas de la Escuela de Comercio que aparecen todavía en la prensa en 1931. De hecho, sigue siendo hasta hoy un festejo espontáneo, nacido en el ámbito de la educación, y que desde ese ámbito se proyectó a través del tiempo a todo el país. Como se lee en la iniciativa, todavía no aparecía la figura de Juana María de Lara, a pesar de que desde fines del siglo XIX su rol en los acontecimientos de mayo comenzó a ser a recuperado, visibilizado y reivindicado. Pero pasaría todavía algún tiempo antes de que Juana María llegara del silencio a las conferencias, de las conferencias a las aulas, de estas a calles y centros educativos y de allí a su proclamación como prócer de la independencia nacional.
Nota final: el cruel destino de Anna
Hacia 1920 la industria floral estadounidense se beneficiaba notablemente con el crecimiento de la demanda de claveles durante el Día de la madre. Se introdujo una distinción que no estaba originalmente contemplada en la propuesta de Anna (y que explica la idea de los estudiantes de la Escuela de Comercio en Paraguay): los claveles rojos serían para las madres vivas, mientras los blancos evocarían a las madres fallecidas. Con el tiempo, otros rubros comerciales florecían (valga la paradoja que encierra la palabra) en cada Día de la madre. Anna Jarvis y su hermana Ellsinore lucharon contra la mercantilización de la fecha con todas sus fuerzas… y con todos sus recursos económicos, hasta quedar sumidos en dificultades.
En 1943 Anna solicitó oficialmente que el festejo fuera suprimido, debido a que ya entonces dejó de ser una conmemoración para convertirse en un día de negocios. Ella lo había perdido casi todo, pero los negocios no dejaban de obtener réditos. A causa de su estado de salud fue internada en una clínica para personas con enfermedades terminales, diagnosticada de demencia. La industria floral pagó su internación hasta el final de sus días. Falleció el 24 de noviembre de 1948.
Nota: Este artículo amplía el texto original del mismo autor: Día de la madre en el Paraguay. Una mirada desde la historia. Observatorio Educativo Ciudadano. 2020. En línea en: https://www.observatorio.org.py/especial/28 Las referencias biográficas de Anna Reeves Jarvis y Anna Marie Jarvis están tomadas del libro de Katherine Lane Anatolini, Memorializing Motherhood, 2009. La imagen de la resolución del presidente Woodrow Wilson ha sido tomada de https://www.archives.gov/global-pages/larger-image.html?i=//elnacional.com.py/historical-docs/doc-content/images/mothers-day-proc-l.jpg&c=/historical-docs/doc-content/images/mothers-day-proc.caption.html
* David Velázquez Seiferheld (Asunción, 1971) es historiador, académico correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia, miembro fundador del Comité Paraguayo de Ciencias Históricas (CPCH), socio de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación (SAHE) e investigador de las universidades nacionales de Villarrica del Espíritu Santo y de Pilar.
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